Penalva y Subirán apuntan a Carrau: «Era el fiscal del caso ORA, estaba al tanto de todo y no dijo ni mu»

El exjuez y el exfiscal implican al «coordinador» de Anticorrupción en la investigación por la que están siendo juzgados

Ambos defienden que existían «indicios suficientes» para llevar a cabo las detenciones y encarcelar a algunos sospechosos

Manuel Penalva y Miguel Ángel Subirán, juez y fiscal del caso Cursach, a su llegada al juicio en el edificio de sa Gerreria. | B. RAMON

Manuel Penalva y Miguel Ángel Subirán, juez y fiscal del caso Cursach, a su llegada al juicio en el edificio de sa Gerreria. | B. RAMON / Marcos Ollés

Marcos Ollés

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La sombra de Juan Carrau empieza a ser muy alargada en el juicio del caso Penalva y Subirán. «El fiscal del caso ORA era Carrau», «estaba al tanto de todo y no dijo ni mu», «le parecía que había indicios para mantener la imputación» y «era el coordinador de Anticorrupción», señalaron ayer sobre él, en sus declaraciones como acusados, el exjuez y el exfiscal. Ambos defendieron con ahínco que la investigación sobre el presunto amaño del concurso -con Álvaro Gijón en el epicentro y finalmente archivada-, era sólida y que había «indicios suficientes» para llevar a cabo las detenciones y encarcelar a varios sospechosos, medidas que según dijeron contaron con el aval de Carrau -citado a declarar como testigo en el juicio el próximo 3 de julio- y que la Fiscalía considera ahora tan ilegales como reclamar más de un siglo de prisión.

La comparecencia de Subirán comenzó con un duro reproche al fiscal Tomás Herranz por su alegato final en el juicio del caso Cursach, en la que hizo referencia a la supuesta relación que el propio Subirán mantenía con uno de los policías locales que denunció la trama corrupta e insinuó que gozó de trató de favor. «Usted dijo que yo dejé de perseguir un cohecho impropio porque mantenía una relación íntima. Él ha pedido licencia para querellarse y yo no he movido ficha, pero la moveré. He sido calumniado, injuriado y calumniado», dijo Subirán. «Quiero contestar a la Fiscalía, no a este fiscal», dijo en relación a Herranz. Su abogado intentó que las preguntas las formulará el otro fiscal, Fernando Bermejo, pero finalmente el ministerio público renunció a interrogarle.

Subirán entró en materia a preguntas a del abogado de Miquel Femenia, funcionario de Cort que fue detenido y estuvo 20 días en prisión preventiva por el amaño de la ORA. Contó que la investigación comenzó por la declaración de un testigo en diciembre de 2015, que llegó al juzgado «libre y voluntariamente». «Su versión so estaba corroborada por comparecencias de otros tres testigos a los que no habíamos hecho caso», precisó. Subirán admitió que esa investigación les vino «grande». «No podíamos más. Todos, incluido Carrau, estábamos al corriente de que se haría cuando tuviéramos tiempo», añadió. Y empezó a ahí a descargar la responsabilidad en Carrau, «que tenía atribuida esta causa», en la que él «echaba una mano de vez en cuando» aunque admitió que tuvo una participación «activísima». Subirán recordó que el propio Álvaro Gijón prestó declaración como investigado ante Penalva y Carrau. De acuerdo con su versión, el papel preponderante de Carrau como «coordinador» de los fiscales Anticorrupción fue decisión directa del entonces jefe nacional de este órgano, Manuel Moix.

Con todo, Subirán defendió que el concurso de la ORA que investigaron «fue un pelotazo». «La oferta ganadora estaba seleccionada. Es un insulto al bolsillo y la inteligencia de los palmesanos decir que había libre concurrencia. Las detenciones estaban justificadísimas», sentenció. Además, negó tajantemente haber coaccionado o presionado a los acusados e incidió en que estas supuestas coacciones se habrían producido antes abogados de prestigio y de pago que en su momento no presentaron «ninguna queja». Subirán seguirá declarando el próximo lunes.

También el exjuez Penalva, cuya comparecencia concluyó ayer, insistió en que las medidas que acordó eran adecuadas y dijo haber sido «absolutamente imparcial». Respecto a las detenciones de los padres y el hermano de Álvaro Gijón insistió en que fueron «policiales» y afirmó que Carrau estaba "al tanto y no dijo ni mu».

Amenazas y sobornos a testigos

Penalva y Subirán han denunciado en sus declaraciones como acusados la existencia de un complot para echar por tierra sus investigaciones contra la corrupción. Aseguran que se han «comprado e intimidado a testigos» para que cambiaran sus acusaciones y que han sufrido ataques personales, espionajes, robos y agresiones. 

El exfiscal -o «fiscal jubilado», como se autodefinió ayer-, afirmó que los mensajes de WhatsApp en los que se basan las acusaciones contra ellos fueron obtenidos inicialmente gracias al robo de su teléfono. Subirán contó que un día estaba en un lavadero de coches y, cuando fue a pedir cambio, le sustrajeron el terminal. «No tengo pruebas, pero de ahí se supo que había chat y se fue a por el chat», señaló. 

Subirán incidió en que durante la investigación del caso Cursach sufrió diversos ataques: «No me las quiero dar de valiente, pero otros salieron por patas. Yo denuncié hasta cuatro entradas en mi domicilio. Me jodieron el coche. Tengo trastorno por estrés postraumático para toda la vida. No sé quien ha salido perjudicado aquí. ¿Quién ha pasado aquí el tormento y el sufrimiento?»

En el mismo sentido, el exjuez Manuel Penalva habló de maniobras para adulterar sus investigaciones en el caso Cursach. «Ha habido un interés exacerbado en desacreditarnos comprando e intimidando a testigos. Es una práctica muy habitual en esta causa», afirmó. Citó a dos de ellos. Por un lado, una mujer que reconoció a Álvaro Gijón como beneficiario de servicios sexuales pagados por la trama corrupta y luego se desdijo. Por otro, habló de la madame, quien llegó a aportar una agenda sobre políticos que acudían a un prostíbulo a cuenta de Cursach. «Le ofrecieron dinero para cambiar sus declaraciones», sentenció. La madame también está citada como testigo en el juicio para principios de julio.

Un abogado quiso saber quién le dijo que Cursach había contratado a un agencia de espionaje para vigilarle. Penalva no quiso revelarlo y se limitó a asegurar que esta persona «ya ha fallecido».

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