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Maria Antònia Company, empresaria: «La sociedad china tiene una capacidad brutal de adaptación a los cambios»

Aunque asegura no haber sufrido la censura en el país asiático, recomienda «no tocar las tres ‘tés’: Tíbet, Tiananmen y Taiwan»

La empresaria Maria Antònia Company.

La empresaria Maria Antònia Company. / Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Es mallorquina y ha vivido seis años en Pequín, donde creó una consultoría estratégica especializada en mercado chino que ha aguantado la crisis que generó la covid-19. Además, ha fundado una empresa de distribución de limpieza sostenible.

¿Cómo y cuándo surge su interés por ese país, China?

Todo empezó en el año 2002, cuando vivía en Oxford, estudiando inglés y trabajando, justo antes de empezar una carrera universitaria. Mi interés por la cultura asiática surgió a través de compañeras de piso japonesas y coreanas. Y desde entonces ese interés no ha hecho más que aumentar.

Y lo de aprender chino ¿cómo fue?

El primer contacto con las lenguas asiáticas, coreano y japonés, me cautivó y quise aprender el idioma chino, que es la madre cultural de Asia. Empecé a estudiar el idioma en la Universidad Autónoma de Madrid, que compaginé con los grados de Turismo y Dirección y Administración de Empresas. Lo que en un principio empezó como una curiosidad fue cogiendo fuerza y seguí mis estudios sobre china, cursé la licenciatura en Estudios de Asia oriental, e hice un Máster en Cultura y Literatura chinas.

Y en eso que decide ir a Pequín.

Así es. Marché a los veintisiete años sin ningún contrato ni expectativas concretas. Era el año 2010 y aterricé en la capital china como estudiante de su idioma. Pero fue la inmersión cultural, el día a día y el contacto directo con la sociedad lo que me llevó a profundizar en ese lugar tan remoto más allá de los estudios reglados. Las lenguas no se pueden desligar ni de la cultura ni de la sociedad que las mantiene vivas.

Esa dificultad que todos creemos que tiene el idioma chino ¿es una realidad o una leyenda urbana?

No, es totalmente cierto. El chino es un idioma complejo y desagradecido al principio, pero no imposible, yo lo he aprendido, pero aprenderlo requiere de algo que estamos perdiendo hoy en día: la constancia, la perseverancia, pues se trata de un camino muy largo, fonéticamente, gramaticalmente y también gráficamente pues el sistema de escritura es completamente diferente a nuestro alfabeto. Es uno de los idiomas más difíciles del mundo, también para los propios chinos, que empiezan a leer y escribir y leer de manera fluida de los diez a los doce años, cuando aquí aprendemos a los seis o siete.

En cambio existe la creencia de que las matemáticas se enseñan ya de muy pequeños.

En efecto, desde preescolar se les enseñan operaciones y cálculos matemáticos, y a partir de primaria tienen muchas clases de mates. Decir que los niños chinos son buenos en esa materia no es un mito, es una realidad. Igual que los hindús.

Y para los chinos que vienen a Mallorca, ¿es también difícil aprender nuestro idioma?

Sí, es difícil. La única diferencia es que ellos aprenden nuestro abecedario en China, así que están más familiarizados con nuestros sonidos que nosotros con sus ideogramas y pictogramas, que no sabemos ni cómo se leen ni qué quieren decir.

Volvamos a su experiencia pequinesa. ¿Cómo es recibida una persona europea allí?

Como inmigrante, tenemos una parte burocrática intensa, conseguir un visado de residente es muy difícil y un proceso largo. Con los años llegué a tener un pasaporte de especialista extranjero chino, que solo tiene validez en ese país y que aún conservo. Para un extranjero eso es como recibir unos honores, pues solamente se lo dan a personas que ellos consideran valiosas y con un trabajo especializado que no pueden desempeñar ellos. En la parte humana fue muy especial. Los chinos son muy simpáticos y atentos con los extranjeros, enseguida encontramos puntos de conexión humana, a pesar de la diferencia cultural. No me fue difícil adaptarme. Aparte, la comunidad internacional es amplia e intenté rodearme de periodistas y arquitectos, ¡que considero dos gremios que facilitan una estructura cultural importante cuando uno está lejos!

¿Cómo se vive la censura?

Depende. Para mí no tenía mucha presencia, aunque para el periodista es diferente y quizá en algunos ambientes más institucionales hay que saber lo que se puede y no se puede decir. Las tres «tés» famosas, Tíbet, Tiananmen, Taiwan- son mejor no tocarlas, pero es como aquí que no hablamos de política y religión en algunas ocasiones. Los temas «tabús» se tratan en ámbitos familiares y entre amigos. Lo que más nos afectaba a los extranjeros era la censura en internet, no podíamos acceder a nuestras redes sociales ni correo electrónico, tampoco a la prensa internacional, pero nosotros teníamos recursos para sortearlos. China políticamente es un estado totalitario y desgraciadamente todavía tiene muchas restricciones en los derechos civiles.

¿Cómo pasó de estudiante a trabajadora?

A los tres meses de residir allí recibí una beca del gobierno chino para seguir estudiando hasta obtener un nivel más alto, HSK5. Luego empecé a ejercer como profesora de español en la Universidad de Lengua y Cultura de Pekín, y también en un instituto público. De forma paralela decidí crear la que hoy es mi empresa, Long Strategic Consultancy, una consultoría para empresas europeas que quieren establecerse en china.

¿Cómo cambió su vida en el país al pasar de estudiante a trabajadora?

Se puede decir que cambió radicalmente. Como estudiante vivía en el barrio de las universidades de Pequín y me movía en bicicleta y transporte público, muy bueno pero muy abarrotado. No tenía mucho tiempo libre pues las horas lectivas ocupaban buena parte de la jornada. En esa época viví el ambiente pop rock y punk pequinés que era muy vibrante.

Una vez convertida en trabajadora la rutina cambió, pues los nuevos horarios me permitían hacer otras cosas que no fuera estudiar y moverme por otros barrios y ambientes. Me movía a menudo en taxi, cosa que me podía permitir, y que además me hacía ganar tiempo, pues con el transporte público se pierden muchas horas para ir de un sitio a otro. Mientras vivía allí tenía claro que se trataba de un momento único e irrepetible y que debía ser consciente de las experiencias y de los cambios que acontecían, pues el país cambiaba a una velocidad de vértigo. Los cambios en China son muy rápidos. En pocas semanas de vivir allí te das cuenta de ello, son una sociedad que tiene una capacidad brutal de adaptación a los cambios.

Volvamos a su empresa, Long Strategic Consultancy.

Pues se trata de una consultoría boutique de acceso al mercado chino. Nuestros proyectos son 360 grados, es decir de asesoramiento integral, además ejecutamos una gran parte de los proyectos. En 2020 fuimos como el «paciente 0» de la pandemia ya que la empresa se vio muy resentida por el cierre del mercado chino, pero he diversificado y ahora tengo otra empresa de distribución de productos de higiene industrial sostenible, Naiseco, que pretende cambiar los hábitos de consumo de los grandes consumidores, -hoteles, residencias, restaurantes…- hacia un consumo más sostenible, ecológico y verde. Han sido años duros, pero hemos conseguido mantener la consultoría y empezar un nuevo proyecto ambicioso.

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