Llevamos unos años que no paramos de vivir de sobresalto en sobresalto ante las amenazas, más o menos serias, de todo tipo de epidemias, pandemias, acciones de terrorismo bacteriológico o químico y mutaciones inesperadas.

Uno de los primeros episodios de esta serie de anunciadas plagas bíblicas fue el del virus del Sida, que a mediados de los años 80 provocó cambios en las prácticas sexuales y estigmatizó a algunos colectivos.

Más recientemente se han sucedido importantes trajines con los animales. Un año tocaba abstenerse del cerdo o del estofado de toro. Otro tocaba sacrificar a las vacas, o esconder a las ovejas.

Ahora otra vez empiezan a aparecer por los telediarios imágenes de países, más o menos lejanos, donde personas sin muchos medios de protección fumigan los bajos de los trenes o las suelas de los zapatos de los viajeros. Vanos intentos de controlar a unos seres tan libres como las aves.

Esperemos que en esta ocasión, como en otras, los agoreros no acierten.