Fútbol

Hablan las madres de Cata, Mariona y Patri: "¿Muñecas? Nuestras hijas pedían un balón"

Antònia, Maria y Toñi, madres de Cata Coll, Mariona Caldentey y Patri Guijarro, cuentan cómo fueron los inicios de las tres futbolistas y su felicidad por verlas entre el mejor grupo de la historia

De izquierda a derecha, Toñi, Antònia y Maria posan con las camisetas del Barcelona de sus hijas.

De izquierda a derecha, Toñi, Antònia y Maria posan con las camisetas del Barcelona de sus hijas. / Manu Mielniezuk

Miguel Chacártegui

Miguel Chacártegui

Su mirada delata el orgullo que sienten al hablar de sus hijas. Antònia, Maria y Toñi, madres de Cata Coll, Mariona Caldentey y Patri Guijarro respectivamente, no ocultan la felicidad que les proporciona ver todos los éxitos colectivos e individuales que están consiguiendo con el FC Barcelona y con la selección española. 

Muchos kilómetros a la espalda recorriendo las carreteras y campos de Mallorca, un sinfín de tardes de espera a que acabasen los entrenamientos para regresar a casa y también alegrías por comprobar cómo poco a poco sus hijas han llegado a formar parte de las mejores jugadoras del mundo. 

Las tres acudieron a la gala de los Premios Diario de Mallorca celebrada el pasado miércoles en nombre de sus hijas para recoger un reconocimiento especial por la gran temporada, culminada, en el caso de Cata y Mariona, con el título de campeonas del mundo en el Mundial celebrado en Australia y Nueva Zelanda. «Es un reconocimiento a lo que han conseguido, que no ha sido fácil. Y las circunstancias tampoco lo han sido», explica Antònia, madre de Cata, quien fue la encargada de agradecer en un breve discurso el Premi Especial 70 anys de este diario. «Estoy muy contenta de lo que han hecho y estamos muy orgullosas como madres», añade Maria, progenitora de Mariona. 

"Mariona iba al campo y se ponía a jugar con los amigos de su hermano, que eran cuatro años mayor que ella», afirma Maria

Amor por el fútbol

Hay un denominador común en la infancia de Mariona, Patri y Cata: todas ellas querían un balón como regalo, huyendo de otros más convencionales. «Veía una muñeca y me decía ‘¿para qué es esto? Yo no juego con esto’. Lo suyo era el balón. Y a todas horas iba a con la pelota en los pies», recuerda Toñi. Con Cata, relata su madre, intentaron apuntarla a baloncesto, pero el fútbol ganó la partida: «No quería muñecas, quería pelotas y la camiseta nueva del Mallorca. Primero la apuntamos a basket, pero quería fútbol. Iba con los niños del colegio a jugar». 

Maria, madre de Mariona Caldentey.

Maria, madre de Mariona Caldentey. / Manu Mielniezuk

La influencia de la familia también tuvo que ver en las tres. Mariona vio muy de cerca el fútbol en casa. «Su hermano también y desde los seis años ya empezó. Iba al campo y se ponía a jugar con los amigos del hermano que eran cuatro años más grande que ella», rememora con cariño Maria.

"Renunciar al Mundial ha sido muy duro tanto para mí como para Patri. Ella sabe que la apoyo en todo lo que decida», dice Toñi, madre de Patri Guijarro

 Maria, Antònia y Toñi se declaran futboleras ya antes de que sus hijas empezasen a darle patadas a un balón, aunque alguna lo pasa peor que otra con los partidos. «Cuando juega, muchas veces me voy. Lo paso muy mal y si el partido esta muy justo seguro que sí. Me voy a dar una vuelta por la casa. Voy mirando para ver cómo van y me voy. Me pongo muy nerviosa», explica entre risas Antònia.  

Toñi, madre de Patri Guijarro.

Toñi, madre de Patri Guijarro. / Manu Mielniezuk

El fútbol base exige muchos sacrificios. Tres entrenamientos por semana haga calor, frío o lluvia, partidos los fines de semana en horarios complicados y muchas horas de coche. «Los domingos, que igual es el único día que tienes un poco libre, debes levantarte a las 7 para ir a Portocristo para jugar. O muchas tardes que sales del trabajo porque la tienes que acompañar al entrenamiento y luego volver a recogerla. En el momento en que Cata se fue fuera, mi marido dijo: ‘no sé qué hacer ahora por las tardes», recuerda Antònia. «A su padre le gustaba mucho y para él no era ningún sacrificio, le gustaba», explica Maria. Toñi recuerda las charlas con Miguel, padre de Mariona, en el campo del Collerense. 

"Veía una muñeca y me decía: ‘¿Qué es esto? Yo no juego con esto. Lo que le gustaba era el balón», explica Antònia, madre de Cata Coll

Y una vez acabaron la etapa de fútbol base en el Collerense, a las tres les tocó asumir que sus hijas se marchaban al Barcelona, lejos de casa por primera vez. «Para mí la suerte es que ya estaba Virginia Torrecilla allí y se iba a vivir con ella. Me daba tranquilidad», apunta Maria. «Patri era muy madura y se fue con 17 años. Estaba tranquila porque se fue a vivir con Mariona, Virginia y Alexia Putellas», explica Toñi. Cata, la que menos tiempo lleva fuera, le tocó irse a Sevilla antes de recalar en la Ciudad Condal. «En enero se independizó la grande y al cabo de unos meses llaman a la pequeña. Para mí fue difícil porque se fueron las dos el mismo año. Cuando fuimos al aeropuerto a despedir a Cata yo lloraba como Maria Magdalena. Te vas acostumbrando. Al principio fue complicado», cuenta Antònia. 

Antònia, madre de Cata Coll.

Antònia, madre de Cata Coll. / Manu Mielniezuk

Mariona, Patri y Cata han ganado prácticamente todo lo que una futbolista puede conseguir en su carrera. Pero en sus inicios, también conquistaron títulos que sus madres recuerdan con especial cariño. «Con 6 años, en el fútbol sala de Felanitx, ganaron el campeonato de Mallorca, de Balears y en Galicia fueron campeones de España. Eran enanas», destaca Maria, quien a su vez recuerda «cuando chutó el penalti contra el Atlético en la prórroga de una final de Copa» como uno de los grandes momentos de Mariona. 

Los pequeños grandes éxitos

«Fueron campeones de Liga en prebenjamín y el entrenador les compró una medalla y una copa y se pasearon por el suelo como si hubieran ganado el Mundial. Lo disfrutaron mucho», cuenta Antònia, quien también se queda con dos momentos especiales en su carrera como profesional: «El penalti que paró en el Mundial sub-20 contra Francia y la última jugada de la final del Mundial cuando cogió la pelota y así se sabía que eran campeonas». Toñi, sin embargo, que no ha ido a varias finales por cuestiones personales a la hora de viajar, guarda recuerdo de una final de Champions League perdida en Turín y de poder disfrutar con su familia de la ganada en Eindhoven. «Valió la pena. Fuimos toda la familia. Estaban los abuelos de Patri, mis hermanas, cuñados, sobrinas... así que súper bien», comenta.  

Patri Guijarro, Mariona Caldentey y Cata Coll, Premi Especial 70 Anys Diario de Mallorca

Bernardo Arzayus

Saber qué harán Patri, Mariona y Cata con sus vidas una vez concluyan sus carreras es otra de sus preocupaciones. Las tres son conscientes de que la vida de una futbolista es corta y de que, en el caso de ellas, no van a gozar del mismo colchón económico que pueda tener un futbolista. «Patri se fue con la idea de seguir estudiando, fue la primera en estudiar en la Masia el bachiller (segundo curso) y luego estudió la carrera de fisioterapeuta. Pero le faltan las prácticas porque no las puede hacer, son incompatibles con su carrera ahora mismo. El año pasado hizo un curso de audiovisuales, que también le gustó mucho, y tiene intención de estudiar inglés», cuenta Toñi de su hija, la única de las tres que ha renunciado a disputar el Mundial por el conflicto de las jugadoras con la Federación. Mariona también estudió una carrera, en su caso el CAFE (Grado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte), mientras que Cata todavía se resiste a la Universidad. «Siempre le ha costado una barbaridad estudiar, no le gustaba. Acabó la ESO, hizo una FP de primer grado y luego se fue. Siempre le hemos dicho que estudie, pero todavía no lo ha conseguido», lamenta Antònia, que no pierde la esperanza. 

El gesto de las tres se endurece al hablar de todo lo que ha rodeado a la selección femenina tras proclamarse campeonas del mundo, aunque prefieren no comentar lo sucedido. Eso sí, coinciden en que sintieron «pena y rabia» por no poder celebrar el título como se merecían. Toñi, cuya hija renunció a a la selección hace ya más de un año, se queda al borde del llanto al recordar que Patri no estuvo en la cita de Australia: «Fue muy duro tanto para mí como para ella. Ha sido un año complicado y ahí sigue. Lo que le he dicho es que la apoyo al 100% y lo que decida bien estará». 

Con toda la temporada por delante y deseando que al fin se acabe con los problemas en la RFEF y la selección, las tres tienen un deseo de cara al año que viene. «Ojalá podamos ir a los Juegos de París 2024», reconocen. Con Patri, Mariona y Cata todo es posible. 

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