Entrevista

Fruela Fernández: «La poesía es y debe ser también denuncia, provocación»

Asturiano afincado en Sant Joan, acaba de publicar ‘Corrige los nombres’, un libro «cargado de sensaciones»

El poeta Fruela Fernández. | PERE ESTELRICH

El poeta Fruela Fernández. | PERE ESTELRICH / Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Es asturiano de nacimiento y lleva cuatro años residiendo en Mallorca, en Sant Joan. Es traductor, profesor universitario y acaba de publicar en Anagrama el poemario Corrige los nombres, que presentó en Palma el jueves pasado.

Para un traductor, ese título no es casual.

Para los que nos dedicamos a la traducción, pero también para todos los interesados en temas lingüísticos, el hecho de corregir es una constante, pues detrás de nuestro trabajo está siempre la búsqueda de la palabra adecuada.

Ha traducido a Kafka o a Hofmannsthal, entre otros. ¿Le interesan los autores a contracorriente de su tiempo?

Me interesan los autores y los libros que salen de la normativa de su tiempo y que no siguen los paradigmas dominantes. Kafka y Hofmannsthal, ahora clásicos, en su tiempo sorprendieron a sus lectores. La disonancia es fundamental para la literatura.

Volvamos a su último libro. Escrito en español, pero con cierto regusto mallorquín, incluso en alguno de los títulos de los poemas.

Puedo decir que, si bien mi lengua materna no es el catalán, lo hablo y lo escribo, pues vivo en Sant Joan y, por tanto, me siento de aquí como uno más. Ahora bien, mi lengua para expresarme literariamente ha sido el español, aunque a veces incluso mezclado con el asturiano, otra de mis lenguas maternas. Así que no es nuevo que en ese poemario aparezcan expresiones en catalán antiguo o referencias a lugares lulianos, próximos a mis espacios vitales, como Randa.

¿Qué tiene Sant Joan que muchos de los que vienen de fuera y se instalan allí, acaban hablando bien el catalán?

(Sonríe) Pues no sabría decirlo, pero debe ser cierto pues incluso el alcalde actual, que habla catalán perfectamente, es extranjero. De todas maneras, eso no es tan mayoritario como parece, otras personas llegadas de otros países, no se integran como lo hemos hecho algunos.

El poemario, dividido en diferentes capítulos, alterna la brevedad con otros escritos más extensos.

Me interesa especialmente la poesía que no está encajada en formatos cerrados, prefiero jugar con los estilos y experimentar: ahora poemas cortos, ahora otros más largos, ahora la prosa poética. Jugar con los estilos y formas, siempre según las necesidades del momento. Por otra parte, tampoco me gusta pensar que en mi libro hay una temática concreta, prefiero creer que está lleno de sensaciones, más que de temas.

Pero con el compromiso como bandera.

Sí, el poeta debe comprometerse con su tiempo, pues debe tener los ojos bien abiertos para mirar el mundo desde una óptica nueva, del presente. Cosa no fácil hoy, cuando tenemos un mundo lleno de pantallas que distorsionan la realidad. Con la poesía podemos abrir lo ojos, pues la buena poesía te limpia la mirada. Publicar poesía en ese tiempo dominado por la inmediatez a la que nos acostumbran las redes sociales, es una manera de luchar contra todo ese ruido tecnológico. La poesía es la negación del ruido. Y, por otra parte, con la poesía nos acostumbramos a la escucha, con ella aprendemos a escuchar mejor los sonidos de la naturaleza.

Una naturaleza que se destruye, antes en la costa y ahora en el Pla, como denuncian irónicamente desde Sant Joan el grupo Ànimos Parrec o el escritor Climent Picornell.

Precisamente por eso, la poesía nos permite tomar partido, pues tiene una capacidad muy potente para hacernos partícipes de lo que pasa a nuestro alrededor. La poesía es y debe ser también denuncia, provocación. Los que vivimos en el campo estamos en la primera línea de la transformación neoliberal: el cambio climático nos afecta directamente, la comercialización de los espacios naturales, la contaminación que provoca la industrialización agrícola masiva… El ‘foravila’ idílico ya no existe y remito a un título de un libro del ya citado Picornell: La fi d’un món. Ahora bien, afrontémoslo como un reto para que el futuro del Pla sea de integración y que valga la pena.

¿Hay esperanza?

Debo pensar que sí, pues acabo de ser padre y, sin esperanza sería terrible. Como decía Gramsci: «Optimismo de la voluntad, pesimismo de la inteligencia».

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