El gallinero | La palabra primero

Cartel del montaje ‘FitzRoy’, de Jordi Galcerán.

Cartel del montaje ‘FitzRoy’, de Jordi Galcerán. / por Rafa Gallego

Rafel Gallego

Rafel Gallego

Jordi Galcerán es el del método (Gronholm) infalible en el arte de escribir buenas comedias, y apreciadas por el público. Es el de Paraules encadenades, Burundanga o Dakota; el autor catalán más representado, traducido, incluso el más imitado. Su última criatura, FitzRoy, pasó por el Principal de Palma. Una pieza precisa, matemáticamente diseñada para entretener, hacer reír, emocionar en dosis justas. Magníficamente interpretada por Sílvia Bel, Sara Espígul, Míriam Iscla y Natalia Sánchez y dirigida por Sergi Belbel, director de referencia del dramaturgo, figura indispensable del teatro, que está haciendo temporada, y llenando, en el Poliorama de Barcelona con la adaptación escénica de la película The party (Sally Potter) y girando con Hamlet 0.1, una maravillosa deconstrucción de la obra de Shakespeare.

Galcerán es un gran contador de historias y un buen relator de sus propios procesos. Lo demostró en la masterclass organizada por l’Associació de Dramatúrgia (ADIB) y en la posterior charla con su agente-representante, Marta Fluvià; exponiendo un decálogo-guía para escribir comedias trufado de anécdotas. Una suerte de manual básico para tejer historias y ‘moverlas’ para que no mueran en la orilla. Se agradecen las apariciones públicas como la suya para recordar algo obvio e ignorado al mismo tiempo: todo lo que veis en una sala de proyección o representación viene precedido de la palabra escrita.

Por el Principal pasó también La voluntad de creer, excepcional pirueta mística de Pablo Messiez, a partir de la película Ordet (La palabra), de Dreyer, destruyendo cánones y convenciones; derribando la cuarta pared antes de empezar la función en sí, mimando las referencias (Artaud, Ibsen, Bergman, Kierkegaard…). Una joya en gira desde hace casi un año sobre la fe, el estigma, las enfermedades mentales o la familia.

Se estrenó también, en la Petita, lo último de Hermanas Picohueso. Dama dictadura surge de una residencia de Lluki Portas en el Espai del Tub y aborda, ni más de menos la figura de Carmen Polo, esposa de Franco; aunque en realidad la ‘collares’ es un pretexto para hablar de la huella indeleble del fascismo, de los condicionantes de clase, de la triste historia de España, que nos remite a un presente cutre, plasmado esta misma semana en el bochorno sociopolítico a cuenta de la jura constitucional de una princesa. Josep Orfila y la propia Portas se suben al escenario para representar a los personajes que desfilan entre cacerías, ceremonias, entrevistas y reportajes (tan absurdos como los que le están haciendo a Leonor, o como se llame); para mover objetos, fotografías y acompañar proyecciones tuneadas. Teatro contemporáneo que se interesa por los temas que nos deberían interpelar.

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