"En medicina no hay enfermedades, hay enfermos. La recuperación depende de las ganas y de la fortaleza de cada uno, del espíritu de superación y de la capacidad de esfuerzo", asegura Gabriel Arbona Cerdà, médico municipal de Montuïri desde hace 22 años.

El metge Quelet, que pronunció el pregón de las pasadas fiestas de Sant Bartomeu, apunta que en estas épocas de adversidad la gente se tiene que desprender de lo que resulta superfluo, buscar los valores auténticos que le identifican como pueblo, volver a las raíces, sacar lo mejor, defender nuestra identidad, cultura, tradiciones y patrimonio. La efectiva y económica medicina que utiliza en la consulta tiene sentido del humor, muy necesario en los tiempos que corremos.

En tono divertido y distendido, el galeno de 46 años afirma que las visitas a domicilio han cambiado. "Cuando éramos niños y estábamos enfermos, al cabo de tres días de fiebre alta nuestra madre llamaba al doctor, que se desplazaba a pie. La casa experimentaba una especie de revolución: cambio de sábanas, pijama nuevo, habitación bien ventilada, aseo limpio, nuevas toallas... En la mesita de noche había una linterna, una cuchara, una servilleta y el alcohol. Hoy, cuando te llaman para una visita domiciliaria, te dicen que no saben qué tiene el enfermo, que todo le duele. Tú preguntas ingenuamente si tiene fiebre y te comentan que no se la han mirado porque el termómetro se rompió el año pasado".

"Entras en la habitación y enseguida percibes la atmósfera cargada que pronto convierte al médico en paciente. Encuentras al niño jugando con la Wii o la Nintendo mirándote como si molestaras. Le recetas unas píldoras para tomar cada ocho horas y el pequeño pregunta si son tan malas de tomar como las anteriores. Al subir al coche, la madre pide tres justificantes: uno para el colegio, otro para el entrenador de fútbol y un tercero para el profesor de música".

Heno de Pravia

El alcohol es un detalle que el facultativo agradece, pero a veces se convierte en origen de un conflicto. Cuenta Arbona que después de visitar a alguna padrineta en su domicilio, resulta que no dispone de alcohol. "No obstante, y de forma muy amable, expone que no me preocupe, que pare la mano y, casi sin darte cuenta, ha derramado en mis manos una buena cantidad de colonia Heno de Pravia de cuando ella era joven". La anécdota no termina ahí. Al regresar a casa, su mujer le pregunta de dónde viene con ese olor. Arbona le explica que "ha estado con una jovencita de 85 años que no encontraba el alcohol".

El metge Quelet señala que también las causas de mortalidad han ido cambiando. "Antes se temía a una rara enfermedad llamada corte de digestión, que se producía si el ser humano se tiraba al mar justo después de haber comido. Ahora, en cambio, se mueren por golpes de calor (exposición durante horas al sol) o haciendo balconing, extraña costumbre de los británicos y alemanes que visitan Mallorca".

Riqueza léxica

Biel Arbona confiesa que es un enamorado de las expresiones populares relacionadas con su profesión, en cuyo campo yace una variada riqueza léxica que poco a poco se va extinguiendo por falta de uso. Explica que para designar una embolia cerebral, se hallan frases tan nuestras como "he tengut una mica de fum", "ha estat nombrat" o "va empényer ses portes". Hoy, en cambio, se utilizan acrónimos. A una embolia se le denomina un ACV (accidente cerebrovascular).

En este mismo campo lingüístico y en tono humorístico, Arbona expone que vivimos en un mundo globalizado. "Tenemos actualmente compañeros de trabajo que son de países del Este o de América Latina y, según cómo hayas redactado la descripción de dolencia en el ordenador, leerán que el paciente tuvo un poco de humo en enero de 2007, que le operaron de un cólico encerrado... y no lo acaban de entender."

Igualmente puede citarse el caso de otra padrina que acude porque "fa tres dies que té covitja a sa naturalesa". El doctor acude a las nuevas tecnologías (Internet, traductores, Google...) y no le ayudan a conocer el significado de los síntomas. "Tenía que haberle dicho que tenía una ITU (infección urinaria)", apostilla.

Los niños

El licenciado describe que por la consulta pasa gente de todas la edades y que los niños pequeños son los mejores clientes. "Representan el futuro del pueblo y se merecen lo mejor". "La relación paciente niño-doctor evoluciona positivamente, ya que en los primeros días lloran después de dar la vuelta a la esquina de Ca Ses Monges (sede del consultorio)". Les parece ver al demonio cuando le miran a la cara. A pesar del trauma inicial, luego toman confianza, se colocan a su lado, tras la mesa, para ver si su primitivo enemigo, convertido ahora en amigo, le da alguna gominola. A veces recibe un dibujo como prueba de agradecimiento y amistad del paciente infantil.

La edad representa otro tema de interés sociológico. Al preguntar a un joven por su edad, éste contesta sin titubeos: "Veinticinco años". En cambio si se trata de una persona mayor, suele dar un rodeo. Si ya tiene 82 años, responde que "el 17 de enero, día de San Antoni cumplirá los 83".

El médico municipal de Montuïri dedica un recuerdo y reconocimiento a los compañeros sanitarios que le ha precedido en la localidad. "Ellos sí que fueron un buen ejemplo de dedicación y sacrifico a disposición de la gente durante todos los días y noches del año. No disponían de móviles, ni un 061 que les sacase las castañas del fuego en momento difíciles. Sin lugar a dudas, contribuyeron a mejorar el bienestar y calidad de vida de Montuïri".

Como experto en la materia, Arbona utiliza un símil para elaborar un diagnóstico de su villa natal: "Montuïri, como otros pueblos, está afectado por esta pandemia vírica de recesión económica, inactividad empresarial y paro. La recuperación depende de la fortaleza de cada uno, del espíritu de superación y la capacidad de esfuerzo colectivo. Si miramos hacia atrás, nuestros antepasados no levantaron el pueblo sobre tierra mullida, sino encima de rocas, en un montículo y en posición dominante sobre la comarca".