La democracia consiste igualmente en que nos gobiernen personas que no nos gustan, pero con el agravante de que las hemos elegido. No necesitamos asesoramiento para equivocarnos pero, dada la proliferación de comentaristas convencidos de que pueden cambiar el voto de las masas con las efusiones de su magín, es comprensible que la ciudadanía se niegue a leerlos, por miedo a que se tambalee el sufragio que ya han decidido. Sólo hay algo más engorroso que dar la razón a otra persona, y es modificar el comportamiento propio para ajustarse a la convicción ajena recién adquirida.

Para atraer a los remisos, procede avisar de que este artículo no cambiará tu voto. Es una zona descontaminada de proyecciones interesadas, no porque su autor carezca de ellas, sino porque confía más en su papeleta que en sus papeles electorales. El texto aquí presentado es un entretenimiento sin objetivo catequístico. No lo necesito, porque a la hora de la verdad castigo con el arma letal de mi sufragio, más invencible que invendible. Mueve el mundo sin necesidad de apoyos.

Por extraño que parezca, las elecciones no se convocan porque estemos ansiosos de una distracción de recambio, ahora que nos hemos quedado sin Bin Laden. Un impulso altruista nos lleva a garantizarles el futuro económico a personas que no han sabido encontrar un trabajo decente. En Mallorca se debe hablar directamente de comicios urbanísticos, porque la mayoría de candidatos están pendientes de la calificación en las urnas para lograr la recalificación del estéril suelo rústico que heredaron, y que elevarán a solar con todos los honores gracias al sufragio popular.

Los predicadores políticos nos repiten que, para participar en las elecciones, hay que saber antes lo que está en juego. Si supiéramos lo que nos jugamos, no nos atreveríamos a votar, quedaríamos paralizados ante las urnas por la imagen del pelotón de urbanizadores que tomarán las instituciones el 22 de mayo. Claro que Mallorca ha ideado un mecanismo para elegir primero a los reyes del ladrillo, y montarles una manifestación ecologista masiva en cuanto acceden al poder. Para entonces, la situación ya no tiene remedio.

No te falta información para votar. Cualquier persona que entiende la Liga de fútbol puede abarcar el problema más difícil de la mecánica cuántica, o eso dice Chomsky. Además, la disonancia cognitiva electoral establece que los votantes conocen a sus candidatos mejor que los candidatos a sus votantes. Con estas salvedades votarás más tranquilo, y a los mismos políticos a quienes pensabas urbanizar antes de emprender este artículo.