Reservar un todo incluido en un hotel es, en muchas ocasiones, la opción escogida por los viajeros que buscan descansar y ahorrar los costes de comer y cenar fuera. Un restaurante ordinario puede servir a unos 25 clientes por hora -como mucho-, mientras que un solo cocinero de buffet puede ofrecer comida para 200 personas en el mismo período de tiempo. Así que, al contrario de lo que pueda parecer, los hoteles no pierden dinero con un buffet libre en un régimen de todo incluido. Así lo explicó el medio norteamericano The Hustle tras analizar unos 30 buffets de Estados Unidos.

¿Por qué funciona un buffet?

Está comprobado que los huéspedes se vuelven locos frente a los buffets: quieren probarlo todo, llenarse lo suficiente como para aprovechar el día al máximo, ser los primeros para que no se acabe lo que les gusta... Sin embargo, los hoteles saben cómo colocar los productos para engañar a los ojos. Así, colocan lo más barato en la primera fila, puesto que los clientes tienden a seleccionar lo que ven antes; los ponen en platos más pequeños para dar la sensación de que se está comiendo más cantidad o utilizan cucharas más grandes para alimentos como patatas y pinzas pequeñas para la carne.

Del mismo modo, esconden algunos alimentos más preciados como la trufa, el foie o las ostras, para no perder tanto dinero en el caso de buffets de alta gama. Hay otros motivos que ayudan a que los buffets continúen siendo tan atractivos, sobre todo para los hoteles. Uno de ellos es que funcionan mediante el autoservicio, por lo que el personal de cocina y sala puede ser muy poco y ahorrar dinero en este sentido. Algunos consejos de los propios hoteleros pasan por poner más pan para que los comensales se llenen más, ofrecer alimentos fuera del buffet "libre", cobrar las bebidas o también lo que se deja en el plato.

El truco de los tres días

Un buffet libre es "una llamada a nuestro cerebro más primigenio, el cerebro límbico, que sabe que la alimentación es una de nuestras principales necesidades", tal y como lo explica Pere Navalles, director del Máster de Neuromasketing de la UAB al medio americano. Inconscientemente, siempre se busca lo más provechoso para nosotros mismos, tanto a nivel económico como a nivel personal, y también el coste-oportunidad. Es este el motivo por el que se ha demostrado que, al tercer día, el cliente se relaja y come y bebe menos, cambiando incluso las bebidas alcohólicas por agua.