Opinión

La opinión de Matías Vallés del Barça-RCD Mallorca: El Mallorca está más cerca del título que el Barça

El finalista de la Copa con pasaporte a Arabia se mostró generoso con el equipo eliminado que tiene a los mejores jugadores lesionados del mundo

Darder se ha empeñado en que sus críticos le pidan perdón. | EFE

Darder se ha empeñado en que sus críticos le pidan perdón. | EFE / Matías Vallés

Matías Vallés

Matías Vallés

El penalti que comete Copete deja de serlo si lo sufre Muriqi, el VAR es un invento de Negreira. No importa, hay que ser generosos con clubes inferiores como el Barça. El Mallorca está más cerca del título que los azulgrana, porque los mallorquinistas ya lucen de finalistas de la Copa. Su rival de anoche apenas se mantiene a flote en la Champions, y lleva toda la Liga hasta anoche por detrás del Girona de Puigdemont. Enviemos un saludo a los culés desde Arabia Saudí, y concedamos el gol del mismo Lamal que cometió la falta máxima no señalada.

Desde que somos finalistas de la Copa, en primera persona porque hay que afiliarse al equipo de la tierra siempre que gane, hemos adquirido pedigrí, pátina y bouquet. El Mallorca juega demasiado bien para las escasas aspiraciones de Aguirre. El mexicano ha de evitar la confirmación de que disponía de una plantilla ambiciosa. De ahí que el entrenador frene a los jugadores, porque su intención nunca fue mantener al club en Primera, sino salvarlo de Segunda.

Algo habrá que decir del Barça liofilizado. Si escuchas a Xavi, sabes que su equipo también jugará con un vocabulario limitado y la sintaxis desordenada. Sin personalidad, sin autoridad. El Mallorca está al borde del título sin cambios en el banquillo, los todopoderosos catalanes han licenciado a su entrenador sin poderse pagar otro en el interín.

Este Barça es una bendición para el mediocre Real Madrid. El partidismo no debe cegarnos, hay que agachar la cabeza ante una plantilla azulgrana que integra a los mejores jugadores lesionados del mundo. En la Liga española se llama fichaje estrella a Gündogan, que lanza los penaltis a bulto y al bulto, mitos de ojos cerrados. Guardiola confesaba que el turco había dejado el City debido a la mística barcelonista, otro ejemplo del cinismo de dicho entrenador. Con este panorama, el Barça no buscaba ganar el partido, solo quería acabarlo antes de que se le lesionara otra media docena de jugadores, empezando por Raphinha. Ganó sin pretenderlo.

El momento más excitante para los barcelonistas sobrevino con la contemplación d el forofo Miquel Barceló en la tribuna de Montjuïc, localizado por la retransmisión como si fuera Mick Jagger. «¿De qué jugaba?», se preguntaban los teleaficionados.

Si quieren, empezamos el repaso de los mallorquinistas por Larin, un jugador que ofrece seguridad porque garantiza que va a fallar al remate. Cuando consigue disparar, te preguntas por qué lado del marco saldrá desviado el balón. Sus jugadas parecen un plato de Masterchef. Es un jugador para resistir, no para vencer, por eso le encanta a Aguirre.

Comprenderán que sacrifiquemos un párrafo en honor de Sergi Darder. No solo quiere convertirse en el mejor jugador de Artà de la plantilla, por fin ofrece los mismos pases que aparecen en sus vídeos promocionales. El disparo que no buscaba el remate de Morlanes, sino la carambola con la cabeza del zaragozano, es una obra de arte digna de Barceló. El centrocampista se ha empeñado en que sus críticos le pidamos perdón, y lo hacemos con gusto. Sobre todo, porque fue el primero en reconocer su bajo rendimiento con señorío. Francamente, es un buen momento para no ser barcelonista, una religión que obliga a conformarse con un uno a cero frente a un equipo del último tercio de la tabla. Y finalista de la Copa, a mucha honra.

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