Opinión

Jugamos como nunca y perdimos como siempre

El Mallorca le metió el miedo en el cuerpo al Real Madrid, que necesitó de otro dribling arbitral ¡y hasta de VAR! para llevarse la victoria

Vinciius controla un balón en el partido ante el Mallorca

Vinciius controla un balón en el partido ante el Mallorca / EFE

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Verá, señor Aguirre, era de sensaciones de lo que escribíamos algunos. Era de sensaciones que hablábamos cuando mi compañero le preguntó si usted, veterano de mil batallas y hasta guerras, temía por su puesto de trabajo y usted creyó, equivocadamente (y me duele que no tuviese el gesto de reconocerlo poco después), que íbamos a por usted, que queríamos que le despidiesen, que no nos gustaba, vamos.

No, ‘Vasco’, no, estábamos hablando de sensaciones que, siendo como es usted mucho más amante de la literatura, el cine y el béisbol que del balompié, creímos que llegaría a entendernos pensando que esas aficiones tan alejadas del ruido del fútbol (que sepa que el nombre del estadio olímpico de béisbol de Barcelona 92 lleva el nombre de mi padre) le harían meditar sobre el hecho de que tener once puntos y no haber caído nunca en puestos de descenso no eran una tarjeta de presentación suficiente para sacar pecho o esquivar las balas.

Al fin y al cabo, después de su exhibición en el magnífico y cubierto estadio Santiago Bernabéu, donde su equipo en ningún momento quedó impresionado ni se dejó asustar, sigue usted a tres puntos del descenso tras sumar 18 puntos de los 57 en juego. Pero, mire por dónde, le llueven los elogios, las felicitaciones, los piropos.

¿Por qué?, porque las sensaciones son distintas. Esa vieja teoría, que empieza a derrumbarse en el caso del más mítico de los Barça, de que «los triunfos llegan a través del buen juego, del tiki-taka, del juego de control, de la excelencia», no es del todo cierta. Son las sensaciones las que reflejan si un equipo puede o no ganar, quiere o no vencer. O intentarlo.

Ese típico, tradicional y muy veterano «jugamos como nunca y perdimos como siempre», que usted pronunció nada más entrar en la sala de prensa de la catedral de Madrid, es, sin duda, el mayor piropo que pudo lanzar sobre sus futbolistas, valerosos, atrevidos, conjuntados y tremendamente profesionales.

Pero es un piropo que duele porque demuestra que hacía tiempo (»jugamos como nunca») que usted no veía jugar tan bien, tan intencionadamente bien a su equipo desde hacía tiempo, con un plan de ataque (¡¡¡dos palos!!! ¡¡¡dos palos!!!) y de defensa, por descontado, tan planificado.

Tendrá 11 o 18 puntos, no estará o rozará los puestos de descenso, pero su ‘Mallorqueta’, en el Bernabéu, le metió el miedo en el cuerpo al milmillonario Real Madrid, que necesitó de otro dribling arbitral ¡y hasta de VAR! (Carvajal bloqueó a Raíllo en el córner del gol) para llevarse la victoria que, desde luego, no mereció.

No ha habido ni habrá muchos equipos que provoquen el miedo escénico que provocó su Mallorca en el Bernabéu, señor Aguirre, donde desde el correoso Rüdiger hasta el talentoso y ya mitificado Bellingham tardaban minutos, horas y días en sacar un fuera de banda o un saque de esquina durante los últimos 10 minutos del partido. Sabían que estaban viviendo de la suerte, sobreviviendo a un equipo, el suyo, que les había demostrado que no era un conjunto de Reyes, de fiesta mayor, de broma.

Ahora, señor Aguirre, elogiamos las buenísimas sensaciones que provoca su modesto equipo (aquí nadie, en toda Mallorca, piensa que tenemos un plantillón, como piensa Joan Laporta del suyo), sabemos que no hay mayor logro que la permanencia, pero cuando escribíamos que tener 11 puntos y no haber estado nunca en puestos de descenso (o cuando le preguntábamos si temía por su continuidad), lo hacíamos porque las sensaciones que su equipo emitía eran para preocuparse. Y, mire, resulta que los mayores elogios de toda la temporada se los lleva el día que suma su ¡séptima derrota!

La preocupación se mantiene (insisto, seguimos a tres puntos del descenso), pero su equipo, por fin, jugó un partido para sentirse orgulloso de él. A nosotros nos podrá gustar más Darder que Morlanes, pero usted pone al maño y acierta. Nosotros preferiríamos defensa de cuatro, pero usted juega con cinco. A nosotros nos gustaría atacar y atacar, ser protagonistas del partido, pero usted, con buen criterio, escoge jugar a lo ‘amarrategui’.

Manda usted, pero sería de buen gusto que no nos escupiese cuando, simplemente, hacemos nuestro trabajo. A menudo, esas risitas burlonas que usted emite en sus conferencias de prensa parecen más un «éste cree que yo soy tonto», que un síntoma cariñoso de complicidad.

Recuerde: «Jugamos como nunca y perdimos como siempre». Usted siempre esgrime su veteranía y años de profesional, pretendiendo que ese único argumento le otorgue la razón, la verdad. Que lo sepa, yo soy mayor que usted, tengo 71 años y, en el fútbol, las he vivido de todos los colores.

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