Lletra menuda

La playa desvestida no es rentable

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Todo ha cambiado o se ha transformado en Mallorca. Disfrutar de la playa hace tiempo que no es solo beneficiarse de un medio natural extraordinario y desnudo. Significa adentrarse en un paraje exclusivo en el que ya casi importan más los servicios complementarios y las posibilidades de consumo y negocio. Por eso los ayuntamientos del Migjorn y algunos colectivos de la zona son tan amigos de quejarse de lo que consideran una excesiva protección que impide hacer caja. No digamos ya lo que ocurre en entornos más urbanos donde la posibilidad de negocio es más evidente y masiva. En esta isla ha dejado de concebirse como normal la pérdida de una posibilidad de explotación turística. Los balnearios de la playa de Alcúdia y sus accesos llevan una década a la deriva y la autorización de renovación, por parte de Costas, a punto de caducar, acaba de ser renovada. Tanta demora en trámites administrativos públicos no resulta extraña por habitual, aunque se vuelve difícil asentarla sobre una justificación razonada. En estas condiciones, los hoteleros deciden apretar las tuercas a la nueva alcaldesa mediante denuncia pública del deterioro y Fina Linares se indigna convencida de que ella, con el escaso tiempo que lleva en el cargo, sí se ha puesto las pilas y se considera en condiciones de prometer que la próxima temporada Alcúdia podrá estrenar chiringuitos de playa de última generación. Es la presión del negocio. No es el sufrido bañista quien ha pedido bebida fresca y silla cómoda a pie de playa, son los empresarios que ven perder oportunidades de explotación comercial y fían la buena imagen de la zona, casi en exclusiva, a balnearios atractivos. La playa desnuda no resulta rentable.

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