Lletra menuda: El diagnóstico entusiasta

Inca quiere preservar el centro histórico

Inca quiere preservar el centro histórico / R.F.

Llorenç Riera

Llorenç Riera

No se conoce forma humana solvente capaz de mejorar lo que se desconoce. Es más, para emprender tal misión con un mínimo de garantías, es necesario familiarizarse en profundidad con el lugar y hacerlo desde distintas visiones que pueden oscilar entre la profesional y la sentimental.

Así que se entiende a la perfección que Inca, como si su Ayuntamiento no hubiera descubierto hasta ahora cuál es su verdadera razón de existir, haya encargado a una UTE formada por distintos gabinetes de arquitectos, el documento de análisis y partida de un futuro Plan Especial de Reforma Interior. Lo decimos así porque el objetivo que se persigue es amplio, extensivo, ambicioso, seguramente necesario y se entronca en la misma esencia de las competencias municipales. Inca se juega el mañana en ello. Es el primer logro. Conocemos otras urbes que están estancadas en la apatía y la rutina, limitándose a verlas venir. Ahora, el reto de la autodenominada capital del Raiguer será pasar de la teoría a la práctica y no dejar a nadie excluido en una empresa colectiva compleja, multiforme y pretenciosa.

Un diagnóstico entusiasta inicial, como el que se percibe de las palabras de sus autores, no es mal punto de partida. No puede ni debe desembocar en la mera acumulación de datos. Implicar a la ciudadanía en la misión le aporta realismo y sentido práctico, pero será necesario vigilar que tal apertura no se convierta en un coladero de responsabilidades municipales, tan acostumbrados como estamos a ver ediles equidistantes que pretenden quedar bien con todo el mundo. El Ayuntamiento debe asegurar criterio y objetivos porque el timón del patrimonio, la definición urbana el estimulo económico y la regeneración de la vivienda agotada está en sus manos.

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