Alarma vecinal por la celebración de fiestas multitudinarias en un chalet de Cala Major

La vivienda fue la residencia del propietario de la Clínica Capistrano y acoge encuentros con «drogas y música a todo volumen que duran varios días»

Uno de los dueños dice que la van a demoler: «Ha habido alguna reunión, pero no es tanto como dicen»

Asistentes a una de las fiestas en el chalet de Cala Major.

Asistentes a una de las fiestas en el chalet de Cala Major. / DM

Jaume Bauzà

Jaume Bauzà

Los vecinos de un chalet de Cala Major están «desesperados» por la celebración de fiestas multitudinarias que se alargan hasta el amanecer y en las que no faltan «drogas, un DJ y música a todo volumen». Residentes consultados por este diario relatan que estos encuentros se repiten desde el pasado verano «casi todos los fines de semana» y, en ocasiones, «empiezan un miércoles y no acaban hasta el domingo».

La vivienda, situada en el número 28 de la calle Miquel Rosselló Alemany, perteneció hasta el año pasado al doctor José María Vázquez Roel, dueño de la Clínica Capistrano, que se ubicaba en esta misma vía. El centro, que atendía a personas con problemas de adicción a las drogas o al juego, cerró sus puertas en 2021 después de tres décadas de actividad.

El chalet pertenecía al propietario de la Clínica Capistrano.

El chalet pertenecía al propietario de la Clínica Capistrano. / Manu Mielniezuk

La vivienda fue adquirida por varios socios, pero no está habitada. Una situación propicia para la organización de fiestas de las que se informa a través de redes sociales y las que se accede pagando una entrada. «Llegan en grupos muy grandes, casi todos a la misma hora. Una persona se pone en la puerta, comprueba que han pagado y les permite el acceso», explica una residente.

«Consumen droga, les oyes gritar que toman éxtasis y cocaína. Y toda la calle se llena de olor a porro», relata.

Otra vecina explica que los asistentes suelen ser latinos y lamenta que las múltiples llamadas que hace a la Policía Local no sirven para nada. «Vienen y nos dicen que no tienen margen de maniobra porque es una propiedad privada y no pueden entrar en la casa sin permiso. Así que tocan al timbre y los de dentro les dicen que solo están celebrando un cumpleaños y se ponen a cantar ‘cumpleaños feliz’. Encima se cachondean», relata indignada.

Uno de los actuales propietarios es José Ángel Suárez, un arquitecto que, explica, compró la vivienda junto con dos socios con el objetivo de demolerla y construir un nuevo inmueble. «Me consta que allí dentro ha habido alguna reunión, pero dudo que haya sido de la magnitud que relatan los vecinos», dice Suárez.

Apuntan a una organizadora

Este arquitecto asegura que no tiene constancia de la alarma vecinal que se ha generado, aunque le han llegado ecos del problema. «Un día, cuando el doctor Vázquez nos había traspasado la propiedad, entró en la vivienda para recoger unas cosas y me dijo que se encontró con un desastre: botellas y vasos por el suelo, basura y muebles rotos. Me dijo que parecía que había pasado por allí un vendaval. En otra ocasión me llamó la Policía Local porque los vecinos se habían quejado por el ruido. No tengo constancia de nada más, aunque le preguntaré al socio mayoritario si sabe algo», destaca Suárez.

Se trata de un ciudadano alemán que tiene su residencia habitual en Düsseldorf. Uno de los vecinos consultados apunta a «una amiga» de nacionalidad colombiana de este propietario como la organizadora de las fiestas. «Convoca a los asistentes y se lucra con lo que cobra por las entradas», señala.

Suárez conoce a la mujer, pero asegura no tener constancia de que sea la instigadora de las fiestas: «Si fuera así, lo estaría haciendo de espaldas a la sociedad».

Suscríbete para seguir leyendo