Opinión

El escritor y la pastoreta

Pla no era un «payés» solo iba disfrazado y vivía y conocía esas gentes como nadie

«Tempo è dolore» que dicen los italianos. Joan Fuster sostenía que mientras dormimos nos crece la barba y «això és el temps». A Josep Pla le gustaba recordar que en latín «nunc fluens» advierte que cada instante existe solamente, y precisamente, para dar paso a otro instante. Y el ampurdanés universal blandía la coña que ante el espacio y las formas se puede intervenir, «davant el temps, res de res». Josep Valls era un gran amigo del escritor y se dedicó durante un tiempo a recoger esas reflexiones aparentemente más reposadas o menos relevantes, sólo aparentemente, y las recogió en el fabuloso librito Josep Pla oral de cauteloso título.

«La mort és una manera de tendir cap a l’equilibri universal» sostiene en la cubierta a modo de aviso . «El que de veritat fa feliç la persona és la seva mandra de cervell» y se atrevía a ratificar con entusiasmo a Goethe cuando afirma que la felicidad consiste en limitarse. Añade que la memoria llega hasta donde nos llega el interés, también está la suerte bendecida de lo que es la memoria selectiva.

Luego, y como siempre, el autor de Palafrugell, hablando del tiempo no atmosférico, ya tira directo pal monte con sus divertidas neuras: «la sociedad civilizada es la que se afeita cada día, paga la contribución y practica la monogamia». Él era un cliente afectado, y puntual, de los prostíbulos y era también aficionado a dar recetas al resto de los mortales. Señalaba con el dedo las ascendentes ansias de notoriedad de la gente, de distinguirse como sea, y lo anunciaba como un desastre total, se autodefinía como un racionalista del sentido común: «com un camp sense femar, que no engreixa res, tal com diuen els pagesos» (recuerda mucho a internet), Pla no era un «payés» solo iba disfrazado y vivía y conocía esas gentes como nadie y a la hora de describir ese mundo y su esencia nadie lo supera. El pagès, el campesino, conoce a su vez más que cualquier otro estamento los ciclos del año, esos límites orgánicos, o no, del tiempo en mayúsculas.

Rizando el rizo para describir finalmente el tiempo lo tiene irónicamente claro: «Això que en diuen amor pot convertir una pastoreta en una reina. Però un cop evaporat l’encant sensual, que és passatger per ell mateix, el rei engegarà la pastoreta a fer punyetes».