Opinión | LA SUERTE DE BESAR

Pérdidas de tiempo

El tiempo corre. Hace poco me dolían las lumbares porque llevaba a mis hijos en brazos por todos lados y hoy he descubierto que me han bloqueado en Instagram, para que no pueda hacer comentarios arcaicos a sus publicaciones. Las lumbares siguen molestándome y mi gozo está en un pozo. Pienso en ello, mientras hago cola para lavar el coche y veo a un señor limpiar las llantas de los neumáticos como si no hubiera un mañana. Unta todos los recovecos con una cera especial. Me pregunto si pondrá tanto empeño y pasión a la hora de fregar los platos de la cena y cuento los vehículos que tengo delante. Seis, en concreto. Ocho minutos, aproximadamente, por sesión y eso implica tener que esperar cuarenta minutos en una cola infame. Me enfado conmigo misma por haber claudicado ante una de mis tantas obsesiones: llevar un coche impoluto. Salgo de la fila pensando que invertir demasiada energía en tener una casa ordenada, los cristales sin una mancha o el suelo siempre brillante son pérdidas de tiempo. Demasiado esfuerzo para una satisfacción efímera.

Siguiendo en el ámbito automovilístico, he llegado a plantearme denunciar a la Administración Pública por hacernos perder media vida en un atasco infinito. Oigan, por favor, hagan algo. Hace cincuenta minutos que estoy parada en la vía de cintura en un trayecto que dura diez y pienso, por aquello del atasco sin fin, en cuánto me gustaba aquel chico informático que me hablaba del bucle infinito y lo poco que le debía gustar yo a él, a pesar de que me dijera lo contrario. Me consideraba impulsiva, creía que era poco voluptuosa y le molestaba que fuera demasiado independiente. Me apunto mentalmente que debo recordarles a mis hijos, y a cualquier persona que quiera escucharme, que estar con una persona que todo el tiempo te corrige es, también, una enorme pérdida de tiempo.

La mayoría de tareas burocráticas son una manera de malgastar nuestras preciadas horas. Descargarnos un formulario, intentar contactar con un gestor de un banco, comunicar una avería de la conexión wifi, solicitar una cita médica a través de una centralita o gestionar una incidencia equivalen a tirar por la borda miles de oportunidades para disfrutar de la vida. Para hacer deporte, leer, dormir, ver una buena película o regar las plantas.

Hay personas que también nos hacen perder el tiempo. Narcisistas, pesimistas, egoístas o quejicas son algunas de ellas, pero hoy le doy el premio a ese individuo que siempre te hace saber, con sus palabras, sus actos o sus silencios, que está de vuelta de todo. Es alguien que jamás regala una brizna de entusiasmo o ilusión por algo que le proponen. Porque ya ha pasado por ello. «Cuando tú vas, yo vuelvo», te dice. Ya ha visto la mejor puesta de sol, ha tenido las mejores conversaciones, ha leído el mejor libro y ha practicado el mejor sexo. Todas las formaciones y conferencias a las que asiste adolecen de algo, los restaurantes a los que va son mediocres y jamás echaría una lagrimilla de emoción al escuchar una buena canción. Diosito, líbranos de pasar un minuto de nuestro tiempo con alguno de ellos y ayúdame, también, a no ceder a mi obsesión y a pasar de largo por el túnel de lavado.

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