Opinión

Contra el libro. Auster (II)

Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de la guerra

Contra el libro. Auster (II)

Contra el libro. Auster (II) / Ilustración: Pablo García

Maldita manía en lo pedagógico y paternalista de dictar lo que debe o no debe hacer la gente. Un libro es un artefacto, como diría el profesor P. Cuadrado, de construcción masiva pero no de solución, debería pretender lo contrario e invitar a la reflexión. La librera o el librero deben ser un hilo conductor. Que repetitiva manía de ridiculizar a quien tiene otros hábitos, ni mejores ni peores, cuando está ya demostrado que la lectura es un lujo, un placer o una pasión y algo fenomenal para vivir más y mejor, pero no soluciona problemas. Con según que gentes, o en algunas manos, incluso una mala lectura y una peor interpretación, puede producir torturas y asesinatos. Un pueblo cultísimo como el de la ex Yugoslavia y sus diferentes naciones se acabó sacando literalmente los ojos o enviando cestas de orejas al enemigo. Tanto unos como otros. Y qué decir de la cuna de tantas culturas como es Oriente Medio, hoy sumidas en la barbarie y la muerte de inocentes de ambos lados. Demencial.

Por si genera dudas, o alguien no lo tiene claro, desde Voltaire se han sucedido los literatos que durante años, sin politizar, han ayudado a la reflexión ante una polarización ridícula que siempre suele acabar en tragedia. Se empieza jugando y no se sabe cómo acabar, pero siempre es necesario un poco de luz en esos retorcidos y lúgubres meandros de las pútridas aguas de la manipulación. El dirigismo cultural es uno de sus afluentes en aquello tan gregario de repetir inexactitudes para que acaben cuajando, intentando hacer creer que todo es lo mismo y que a un solo grito todo se puede solucionar de un día para otro o que si el artefacto tiene lomo y páginas no se va a poder contradecir. Si la inspiración en su momento fue de origen divino ya podemos empezar a temblar.

El arte, la ficción, son todo lo contrario: «Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de la guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?». (Paul Auster).

El mismo autor que en otras palabras decía que el arte es inútil, comparado con el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Para nada cree que sea una pérdida de tiempo, su valor reside en la misma inutilidad y eso nos distingue de los animales y otras criaturas. Nos define como seres humanos. Hacer las cosas por puro placer, como abrir una librería cuando todo se hunde. Auster nos recuerda el esfuerzo, trabajo y disciplina que se necesitan para ser un buen pianista o bailarín. «Hacer algo por la gracia de hacerlo», aunque sea amar.