Opinión

El parche

Ilustración: El parche

Ilustración: El parche / Ingimage

Es sabido que padecemos en nuestro país otras pandemias que son casi tan perniciosa como las víricas, una de ellas es el expresivo distanciamiento que mantienen algunas personas con la verdad, o por lo menos con la completa verdad, distancia que en algunos menesteres parece casi imprescindible, pero hoy no es lugar ni momento de hablar de políticos. De cuando en cuando es sumamente higiénico para el espíritu el hacer algo de autocrítica, lo que los creyentes llaman examen de conciencia, aun cuando solo fuera para dejar de embelesarnos con la paja en el ojo ajeno ignorando la viga en el propio; y es que en la melee causada por los acontecimientos sucedidos en la res pública se han visto atrapados también los medios de comunicación y no pocos de sus currantes. Ahora también tenemos comunicadores o transmisores de noticias que parecen mantener ficha profesional con los de éste equipo o con los de aquel otro club y que muestran llevar un parche, al estilo bucanero, sobre uno de sus ojos con lo que tan solo son capaces de observar una intencionada parte de la realidad que les rodea y sobre la que se emplean, que siempre suele coincidir con sus colores al tiempo que el apósito ocular, convenientemente colocado, les impide vislumbrar lo no apetecible para su franquicia, entendido esto último en términos deportivos, nadie se altere.

Si uno procede a observar con algo de atención los distintos conciliábulos informativos, escritos, parlados y visuales, que se dedican a eso tan constitucional de emitir libremente información veraz, puede sin duda afirmar que en lo de recibir información se cumplimenta con creces el deseo de los constituyentes, en nuestra sociedad hispana somos líderes mundiales en ese tipo de producto; uno puede enterarse en segundos desde la buena nueva de un gran acontecimiento científico hasta de con quien mantiene un tierno rollo la starlet del momento; sin embargo tengo para mí que el problema no es tanto el sujeto de la frase sino el adjetivado. ¿Creen Ustedes que se respeta realmente el derecho fundamental del ciudadano de que toda esa cascada informativa que recibe y/o padece el españolito sea efectivamente veraz?, yo tengo serias dudas al respecto porque coincido con Real Academia de la Lengua en el entendimiento de que Veraz es la realidad o la verdad en lo se dice o hace.

Ciertamente los que se mueven profesionalmente en el mundillo de la información tienen un vasto conocimiento de cosas que la del resto de mortales aún cuando en ocasiones la v parece trocarse en b, y ello me conduce a preguntarme, a preguntar si se nos transmite toda la información que conocen esos informantes o solo la que conviene, porque si es lo segundo nos hallaremos ante una media verdad que es lo mismo que una media mentira, pues si el recibir información ayuda al receptor de ella a conformar una opinión más completa convendrán Ustedes conmigo que cuando esa información, esa verdad nos llega menguada mengua igualmente la capacidad de formar opinión completa; y si esa llegada de información al ciudadano, que carece de toda la veracidad, no solo de una parte de ella, es producto de omisión puede que sea un simple negligencia informativa pero si esa carencia de una parte de la veracidad es pretendida y de propósito, estaríamos penetrando en las cavernas de la manipulación informativa; volvamos al fondo de armario académico: manipular es hacer cambios o alteraciones en una cosa interesadamente para conseguir un fin determinado, lo cual se aleja un mucho del desiderátum de que la información recibida tiene que ser veraz.

El callarse información, el privar al destinatario de ella de algo de su totalidad, por parte de los que tiene la obligación de ofrecérsela a la ciudadanía de forma completa, que es el más necesario ingrediente de la veracidad, no pareciera que cumpla rigurosamente con el derecho de los ciudadanos que ese su hipotético derecho sea respetado, mención del mismo al que se suele acudir, en ocasiones, con demasiada alegría para justificar alguna que otra tropelía pseudo informativa, olvidando que el derecho a informar va indefectiblemente unido a que ésta sea veraz en toda su extensión. Como mantenía el ruso Yevgeny Yetvtushenko, cuando la verdad es reemplazada por el silencio, el silencio es una mentira, claro que el bueno de Yevgeny era poeta y no comunicador de visión convenientemente sesgada. Todos debiéramos aportar algo más a esa deseable y completa veracidad.

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