Opinión | TRIBUNA

Los enemigos cerca y los amigos, atados en corto

Al enemigo, como en una campaña militar, hay que conocerlo y observar sus movimientos al detalle, respirar con él

Marlon Brando, como Vito Corleone en 'El Padrino'

Marlon Brando, como Vito Corleone en 'El Padrino' / DM

En mi breve paso por la política activa se me acercaban personas que conocía, superficialmente, y que me felicitaban diciéndome: «de aquí pa arriba». Les miraba con incredulidad intentando adivinar qué me estaban diciendo.

Si pensaban que haría carrera en la política, al uso, es que no me conocían bien. Ignoraban que mi paso por las siglas obedecía a una cuestión ideológica, de querer transformar las leyes para ajustarlas a aquello que, diríamos, el bien común; aunque eso, como es de saber, depende de los principios que una haya cuidado en la adolescencia, cuando se forjan los ideales.

Luego, no tardé mucho, me di cuenta de que se referiría a la maraña de intereses que crecen en cuanto uno toca alguna escala de poder. Como que me retiré antes, porque mi partido dio sus votos para una investidura que era contraria a mi análisis, ya no llegué a ser tentado. La mecánica era que se distribuían comisiones a la cadena de decisión de modo que quien no aceptara tenía los días contados. Eso sigue sucediendo en la política, ahí está un reciente escándalo en León, y es práctica extendida en algunas empresas, como me consta, en una de servicios de espectáculos bien conocida, cuyo propietario cumplió condena hace unos años; siguiendo con el negocio durante su descanso carcelario sin que sus clientes tuvieran el más mínimo pudor en seguir siéndolo.

El aforismo dirá: mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca. La frase tal cual, es de Mario Puzo que la puso en boca de Vito Corleone. Aunque algo parecido me suena de algún libro sobre filosofía de la política. Desde que se estrenó El Padrino (1974), este aforismo es principio de cabecera de los políticos del biberón; si se me permite, de los que entraron al mundo laboral como asistentes de algún partido y que entienden la política a la americana. Como la conquista del poder por el poder de hacer y deshacer, al antojo de los pecunios propios, como las conquistas de los imperios con absoluto desprecio por los conquistados, los votantes, a los que se soba en elecciones y se ignora el resto de la legislatura.

Al enemigo, como en una campaña militar, hay que conocerlo y observar sus movimientos al detalle, respirar con él. El general británico Bernard Montgomery acabó derrotando a Rommel, el zorro del desierto, porque estudiaba escrupulosamente a su enemigo, era capaz de pensar como el general alemán. En cambio Julio César, preceptor de Bruto, su hijo ilegítimo, se dejó sorprender por su discípulo y un grupo de sesenta personas, en un aciago día de marzo, en las escaleras del Senado, al pie de la estatua de Pompeyo, el general al que había derrotado para hacer con la silla de Roma.

El nuevo aforismo ya es: tener cerca a los enemigos, muy cerca a los amigos y aún más cerca a los amigos íntimos, porque los amigos de siempre pueden hacerte la cama; y a los conocidos que te aplauden míralos con recelo de enemigos.

Los arribistas, dícese de los laterales que se pegan al poder, son inherentes a la política como al mundo de los negocios, sin duda ahí anidaron, y forma parte de la arquitectura de las relaciones sociales donde conviven amistades y negocios, idealismos y pragmatismos que encuentran su oportunidad de negocio en las crisis.

En las guerras se hacen los mayores negocios y las mayores mordidas y, a falta de convulsiones cruentas, al menos en estos pagos, la necesidad y la urgencia relaja las inspecciones y la moralidad, y facilitan los estropicios económicos y morales.