Opinión | TRIBUNA

Las elecciones anticipadas en Catalunya estabilizará al Gobierno

La ruptura de la baraja de Aragonès supone, por otra parte, un balón de oxígeno para la segunda parte de la legislatura del presidente Sánchez que, tras lo que ocurra en junio, disfrutará de dos años y medio de cierta tranquilidad

La decisión del president Aragonès de adelantar las elecciones, para el 12 de mayo, era la salida más lógica después de no haber conseguido aprobar los presupuestos de final de legislatura. Tras las elecciones europeas, la legislatura catalana y la española entrarían en modo electoral, con parálisis legislativa de fondo, y duelos intestinos buscando tomar posiciones de ventaja de cara a la renovación del Parlament.

Tras las elecciones de junio, fuera cual fuere el resultado de los principales partidos en Catalunya, se entraría en un duro encarnizamiento que no cesaría hasta la convocatoria electoral, en febrero de 2025 o en un adelanto técnico en otoño. La ruptura de la baraja de Aragonès supone, por otra parte, un balón de oxígeno para la segunda parte de la legislatura del presidente Sánchez que, tras lo que ocurra en junio, disfrutará de dos años y medio de cierta tranquilidad para acometer las reformas políticas que el gobierno de coalición considere necesarias.

La decisión del president ha terminado con la interinidad de una legislatura cogida con pinzas, votada en plena pandemia con el 54 por ciento de participación, y con una minoría de Ciudadanos, inútil, que la lógica política exige esclarecer. También, una presión suplementaria sobre Junts que al filo de la aprobación de la ley de amnistía difícilmente podrá presentar candidaturas afectadas por el Procés; y con poco margen para que Puigdemont pueda rentabilizar su vuelta a la política en casa. Sin olvidar que el resultado de las elecciones vascas puede matizar la firmeza del PNV con el bloque de la investidura. La decisión de Aragonès evita que, tras las europeas, Catalunya esté en el foco nacional ahorrándonos, a todos, ocho meses de vendaval mediático.

El último sondeo sobre unas elecciones al parlament, la del ICPS, (Institut de Ciències Polítiques i Socials) publicada en enero de 2024, situaba a ERC a la cabeza de intención de voto con el 19,7 por ciento de votos, por detrás el PSC con el 16,4 por ciento y Junts con el 15,6 por ciento. Sin embargo, Puigdemont, con el 19 por ciento, era el preferido para presidir la Generalitat, por delante de Aragonès que sería el preferido para el 16,4 por ciento. Aunque en noviembre, para el CEO (Centre d’Estudis d’Opinió), en principio más fiable por el número de encuestas, el PSC arrasaría entre 39 y 45 diputados, seguidos de ERC con entre 29 y 34, y Junts entre 19 y 24.

Desde el punto de vista de los intereses del Catalunya, y antes de que estalle el final del ciclo económico post pandemia, convienen unos presupuestos fuertes y de largo recorrido que no podrían darse con la actual legislatura de minoría. También, para la estabilidad del gobierno de coalición, sacar a las elecciones catalanas del calendario supone un plus de estabilidad, con menos incertidumbres a cara de perro, y con mayores argumentos para acuerdos marco entre la Generalitat y el gobierno de España que, ahora sí, deberían concretar encuentros desde los que remar en una dirección firme y coordinada.

El adelanto electoral en Catalunya, se revalide una mayoría independentista o no, con la ley de amnistía en curso, supondrá pasar página de los años oscuros del Procés y la apertura de una nueva proposición política que, en mi opinión, tiene que dar pasos serios y claros hacia una estructura federal, liderada por el gobierno de coalición, a través de leyes al alcance de la mayoría parlamentaria. La LOREG y, en particular, en su capítulo sobre la elección del Senado legislando que los senadores de designación pasen a ser elegidos por sufragio en circunscripciones autonómicas. Siendo así, pues, que estos senadores autonómicos serían los genuinamente representantes de las autonomías en la cámara territorial.

Este adelanto de las elecciones catalanas, al margen de que la opinión publica mayoritaria lo considere una maniobra de cálculo electoral, tendrá la virtud de clarificar el momento post procés y de aquilatar el cariz de la nueva relación entre Catalunya y España. Para la estabilidad del gobierno de coalición es, sin duda, una buena noticia porque supondrá que después de las europeas, con la incógnita de qué mayorías se darán en Europa, dará serenidad al gobierno en la segunda parte de la legislatura y perspectiva para preparar, con criterio, las próximas generales.