HOJA DE CALENDARIO
Los odios periféricos prevalecen
Es chocante ver a Podemos votando junto al PP y Vox en cuestiones laborales tan solo por machacar a la lideresa de Sumar, antigua musa de Pablo Iglesias, hoy encarnación del mal
La tumultuosa sesión parlamentaria del miércoles en la Cámara Alta, celebrada en el edificio del Senado por razones logísticas, marcó probablemente la pauta de la legislatura. El grupo progresista es matemáticamente mayor que el conservador, por lo que, en principio y con todas las cautelas, el proceso político está definido de antemano: la izquierda podrá llevar a cabo reformas que le sean gratas, frente a la oposición de la derecha.
Sin embargo, esta norma, que parece muy obvia, está a expensas de un fenómeno muy curioso que debe resultar extraño a quienes nos contemplen desde fuera pero que sin embargo será muy familiar a los propios españoles: junto a la tensión normal en una democracia moderna entre las dos corrientes predominantes que arrancan de la Revolución Francesa, en primer lugar, y se consolidan después durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, aparecen, junto al gran binomio dialéctico mencionado, dos corrientes de odio muy bien caracterizadas, periféricas y localizadas en sus respectivos nichos, que alteran y en todo caso condicionan los equilibrios naturales. Por un lado, está la detestación que se profesan Podemos y Sumar, encarnación modesta de la extrema izquierda, que es de una magnitud capaz de desatentar la racionalidad de estos grupos. Es chocante ver a Podemos votando junto al PP y Vox en cuestiones laborales tan solo por machacar a la lideresa de Sumar, antigua musa de Pablo Iglesias, hoy encarnación del mal. Por otro lado, el odio es también manifiesto entre Junts y ERC; la repulsión entre ambos es de tal magnitud que uno no quiere ni pensar qué ocurriría si ambos partidos consiguieran realmente la independencia de Cataluña, porque la imagen que viene a la mente es la de la una cruenta guerra civil.
Este es el panorama que se divisa si se eleva suficientemente el punto de observación. Quizá deberíamos repensar la situación, no vaya a ser que estemos avanzando hacia el despeñadero.
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