La socialdemocracia en Europa

Antonio Papell

Antonio Papell

Este pasado fin de semana, se ha celebrado en Málaga, bajo los auspicios del PSOE, un congreso del Partido Socialista Europeo (PES), presidido por el ex primer ministro de Suecia, Stefan Löfven. El PES es una fracción de la Internacional Socialista, presidida desde noviembre de 2022 por Pedro Sánchez. La vicepresidenta primera del PES es la española del PSOE Iratxe García. En la actualidad, los partidos miembros del PES encabezan seis gobiernos de la UE (España, Alemania, Portugal, Dinamarca, Rumanía y Malta) y forman parte de la coalición de gobierno en otros cuatro Estados miembros (Bélgica, Eslovenia, Estonia y Luxemburgo). Además, ocho comisarios europeos forman parte de esta familia política. En Málaga se han reunido entre otros, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Borrell, el canciller alemán Olaf Scholz, los primeros ministros de Malta, de Kosovo, de Rumanía y de Dinamarca, así como los líderes del Pasok griego y de los laboristas irlandeses. Asimismo, han asistido los comisarios Paolo Gentiloni (Economía) y Nicolas Schmit (Empleo y Asuntos Sociales).

En lo tocante a los intereses españoles, la presencia del canciller Scholz ha sido productiva, ya que el jefe del gobierno alemán ha confirmado a Pedro Sánchez el respaldo de su país a la candidatura de Nadia Calviño a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI), lo que aproxima grandemente a la actual primera vicepresidenta en funciones a un cargo decisivo en la Unión.

La relevancia de esta reunión del PES se debe a las inminentes elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán el 9 de junio próximo. Elecciones decisivas para marcar la orientación de una Europa que está saliendo de dos graves crisis consecutivas y que camina insegura entre el populismo y las ideologías clásicas, y que en los últimos tiempos ha apostado claramente por las líneas de avance keynesianas, relativamente intervencionistas y en la estela de Biden. En vísperas del congreso malagueño, Sánchez señalaba que «las soluciones que aportamos desde la UE a los problemas de nuestra ciudadanía pueden ir en una dirección o en otra muy distinta. La respuesta a la crisis económica y financiera de 2008, tras la cual muchas personas quedaron atrás, no fue la misma que las medidas de solidaridad que hemos implementado contra la crisis de la covid o para luchar contra las consecuencias de la guerra ilegal e injustificada contra Ucrania»…

La gran amenaza europea es la populista. La ultraderecha es hoy parte de los gobiernos de cinco países de la Unión Europea (UE) –Italia, Hungría, Finlandia, Polonia y Letonia–, y en Suecia le presta apoyo parlamentario al actual Ejecutivo. En otros cinco países de la UE –Croacia, Irlanda, Lituania, Luxemburgo y Malta–, la extrema derecha no tiene representación parlamentaria. La mayor baza ultra es la de Italia, cuya primera ministra planeaba establecer un frente común con España, en la que Vox hubiera formado parte del gobierno Feijóo, y el bloque reaccionario integrado por Hungría y Polonia. Pero las cuentas no le han salido a Meloni: España ha sorteado el peligro y la extrema derecha se mantendrá en la oposición en el Estado, pese a haber sido naturalizada por la derecha democrática que representa el PP; y en Polonia los centristas han desplazado al ultraderechista PIS de Kaczynski. Ahora se trata de que las fuerzas progresistas consigan mayoría en el Parlamento Europeo, al tiempo que se reduce en la medida de lo posible la presencia de los radicales.

La crisis de 2008, resuelta con criterios del consenso de Washington, basado en políticas ultraliberales que propugnaban la estabilización macroeconómica, la liberalización integral del comercio, la reducción del Estado y la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía interna, ideas que la Europa de Merkel interiorizó entonces con especial aprovechamiento, dejaron a algunos países en bancarrota —Grecia aún no se ha repuesto del todo— y un saldo general de mucha mayor desigualdad. La crisis sanitaria, en cambio, se acometió con criterios progresistas, y el daño ha sido mucho menor. Europa ha sido esta vez parte de la solución y no del problema. Tenemos que proseguir por ese camino y no regresar nunca más al origen.

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