Protagonista ausente

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

Salir o no en una fotografía no es siempre decisión de uno. Muchas de las imágenes que han marcado nuestra historia surgen del horror y del terror de las guerras, como aquella que firmó Nick Ut en 1972 cuando fotografió a unos niños huyendo del terror entre gestos despavoridos y en el centro de la imagen, tomada en Vietnam del Sur, una niña de nueve años desnuda gritaba por las graves quemaduras que cubrían su cuerpo, o aquella otra, tomada por Kevin Cartes en 1993, cuyo título, Niño hambriento y buitre, es una metáfora brutal sobre el hambre que asola a tantos países en los cuales los buitres esperan, atacando por la espalda, al niño que apenas ya si puede moverse. Otras, sin embargo, vienen a desarrollar la puesta en escena de una decisión, y en este caso sus protagonistas quieren estar en esa imagen, codician estar, como sería el caso de la que protagonizaron Tony Blair, George W. Bush y José María Aznar en las Azores cuando decidieron invadir Irak, con las dramáticas consecuencias que dicha invasión ha tenido posteriormente. Sobre esa imagen alguno de sus protagonistas llegó a decir que «era su mejor instantánea y en la mejor compañía», y sin embargo la historia ha demostrado que la decisión fue desproporcionada, que la invasión no tenía justificación y su coste ha sido muy elevado para la paz, que anda cada día más infravalorada, como si vivir en guerra fuera el único destino posible.

Otro caso muy distinto es cuando una persona decide no salir en una fotografía y lo hace de forma premeditada y estudiada, como ha sido la reciente no aparición de Jorge Azcón en la fotografía que recogía el momento de la firma del convenio con Vox para gobernar la Comunidad Autónoma de Aragón, de la que el popular Azcón será el próximo presidente gracias a ese acuerdo al que no acudió en su puesta de largo ante la sociedad y a través de los medios de comunicación.

Es curioso que tanto se hable de una foto por la presencia como por la ausencia, y creo que si Jorge Azcón hubiera sabido todo lo que su ausencia iba a provocar, se hubiera hecho la foto, que a fin de cuentas no es más que la primera de muchas otras que no podrá esquivar.

Pero él, o alguien que es como su alter ego, decidió que Azcón no debía estar, y eso ha evidenciado la incomodidad y, por qué no, también destila cierto desprecio hacia el que va a ser su socio, único y preferente. Y es que a veces lo que no está dice mucho más y habla infinitamente más claro, y todavía más cuando se trata de una sobreactuación que era innecesaria y del todo irreverente.

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