Visitar Troya guiado por la ‘Ilíada’

Durante el periodo que empieza con el solsticio del verano boreal —del 20 de junio al 22 de septiembre— la canícula, palabra conexa con la constelación del «Can Mayor», se corresponde casi siempre con un calor abrasador, derivación del orto heliaco del sol. Estos episodios de calor ya se sufrían en Grecia y también en Roma hace 5.300 años, por lo que no sé si ahora podemos atribuirlo al cambio climático. Realmente este verano hace «un calor de perros», propio de la canícula romana, como dicen los ingleses las tardes de estos meses se convierten en un «afertnoon dog’s». A quienes nos gusta escribir y comentar noticias destacadas de actualidad, al llegar este periodo nos encontramos con que periódicos, radios, televisiones, nos dejan, huérfanos y acalorados, en un estado de húmeda ingravidez, en sesteo permanente. Las noticias que puedan producir inquietud o insomnio deberían de desaparecer. Entiendo que el lector tampoco se merece que un articulista le amargue las vacaciones con crónicas que le puedan provocar algún tipo de desvelo. En verano no debería ocurrir nada, sobre todo en agosto, mejor sería así. Lo que sí queremos es que se comenten asuntos simpáticos, relajantes. Por supuesto hay que excluir noticias políticas o de violencia, que aunque se produzcan, deben ser evitadas y, si resultan ineludibles, podemos acudir nuevamente a la flemática filosofía anglosajona cuando aconsejan que sobre determinado asunto debemos «correr un tupido velo» («to draw a thick veil»).

Los que somos adictos a la lectura siempre encontraremos alguna referencia que no nos turbe a nosotros mismos o que no perturbe al leedor. Ya hay un dato sobre las primeras imágenes, enviadas por el telescopio EUCLID, situadas a un millón y medio de kilómetros de la Tierra, imágenes que ayudaran a entender dos de los grandes misterios del universo, la energía y la materia oscura. La lente del telescopio mide 1,2 metros de diámetro y puede tomar imágenes de miles de millones de galaxias, al tiempo que una cámara puede captar no solo la luz infrarroja que se emite desde el universo sino también la naturaleza de la energía oscura. Buena noticia. Pero como es imposible evitar, aunque sea nuestro deseo, que haya alguien nos altere el descanso, ya nos ha llegado una información desoladora desde Afganistán. Desde allí nos mandan la estúpida noticia de que el gobernador de los talibanes de la provincia de Herat —estos bárbaros que destruyeron unas gigantescas estatuas de Buda, esculpidas en la montaña de Bamiyan, dos colosos de 55 y 36 metros de altura, y un sinfín de esculturas del museo de Kabul— acaba de ordenar que se deben de quemar, en hoguera pública, todos los instrumentos musicales por ser «obscenos». La música según estos bárbaros no solo es indecorosa sino que su promoción conduce inexorablemente a la corrupción moral, ¡vaya memez! Esta disposición ha sido refrendada por el ministro de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, que además ha prohibido que se toque música en público. Entre los instrumentos destruidos figuran guitarras, armóniums, timbales, bongos… ¿Alguien, medianamente civilizado, podría pensar que el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo puede ser inmoral o propiciar la corrupción?

También, nos llega desde Troya —Anatolia— una buena noticia, relajante, refrescante. Ahora se puede visitar el yacimiento arqueológico troyano y en el recorrido alguien recita fragmentos de la Ilíada de Homero que fabula la guerra entre griegos y troyanos. Durante el paseo, entre cipreses, encinas, higueras, se puede escuchar la narración de la lucha entre Aquiles —el de los pies ligeros— y Héctor, hijo de Príamo y Hécuba, combate en el que Aquiles acabo matando a Héctor. Se recita, delante las murallas, el canto XXII de la Ilíada, lugar en el que, según narra la historia, Alejandro Magno se emocionó y mando se declamaran varios cantos de la obra de Homero. Visitar las ruinas de una ciudad con Homero como guía pude ser una experiencia arrebatadora.

Suscríbete para seguir leyendo