Obituario

Milan Kundera, masculino singular

La honradez kunderiana le llevó a acuñar una sobria y excelente definición del presidente de Checoslovaquia, al señalar que «ha hecho de su vida una obra de arte»

Muere el escritor checo Milan Kundera a los 94 años de edad

Muere el escritor checo Milan Kundera a los 94 años de edad / Agencias

Matías Vallés

Milan Kundera no es únicamente el último novelista europeo con una obra digna de tal nombre, añadan su condición de clásico crepuscular. Su muerte supone además la extinción del masculino singular en literatura, la desaparición nonagenaria del bastión que se narra desde la virilidad.

La lista de autores canónicos bajo esta configuración se compone de Philip Roth, Jorge Semprún, Carlos Fuentes, Jean Daniel o García Márquez, se han incluido todos los que figuran junto al escritor checo en un repertorio fotográfico.

Kundera se reinventa en francés para renegar hasta idiomáticamente del comunismo, y encabeza la trilogía definida en su país por Milos Forman y Václav Havel. Se ha consumido mucha literatura en agotar la rivalidad entre el novelista y el dramaturgo. La honradez kunderiana le llevó a acuñar una sobria y excelente definición del presidente de Checoslovaquia, al señalar que «ha hecho de su vida una obra de arte».

El autor de La broma solo salía en los libros, nunca ridículos. Blindó su vida cotidiana en una fortaleza inexpugnable contra los cazadores de literatos egregios, más carnívoros que los fans de Taylor Swift.

Escribía como varón, abominaba de la violación de la privacidad. No ha muerto, ha sido cancelado por la vía rápida. Tendría problemas para promocionar hoy La insoportable levedad del ser, el libro que definió a una generación. Su magnetismo se propagó a los actores kunderianos que lo llevaron a la pantalla, Juliette Binoche y Daniel Day-Lewis. Como Cela, como Nabokov, también Kundera fue un esclavista de la mujer a la que llamaba su esposa. Leerán muchos elogios de Vera, odiada por los próximos del escritor con sus manías de pasar un péndulo por los alimentos de su marido antes de que el genio los probara. Kundera veraneó en Mallorca en los ochenta. Replicó con un apotegma inimitable al quiosquero que le advirtió de que los periodistas le buscaban:

-Dígales que, si me molestan, me iré a descansar a otro sitio.

Ya no quedan.