Desde el siglo XX

Lula nos pone en evidencia; Rubiales y Tebas delinquen por omisión

El presidente de Brasil ha propinado sonora bofetada a España, tan ruidosa que está teniendo resonancia mundial y deja con el culo al aire a una colección de impresentables

Vinicius hace un gesto al árbitro explicándole el insulto racista que recibió de la grada de Mestalla.

Vinicius hace un gesto al árbitro explicándole el insulto racista que recibió de la grada de Mestalla. / REUTERS

José Jaume

José Jaume

Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, y Javier Tebas, presidente de la Liga, son dos sujetos que dan exacta medida de la podredumbre del fútbol, no muy distintos a los presuntos mafiosos encaramados en los pináculos del poder de la FIFA y la UEFA. Rubiales y Tebas, eficazmente auxiliados por el convoluto arbitral (Negreira es miasma purulenta), han logrado, por su, como mínimo, negligente culpabilidad, que España sea vista, con razón o sin ella, paradigma del racismo en los campos de fútbol. A eso hemos llegado. Vinicius, que recibe insultos antes, durante y después de jugar, es simplemente el epítome de lo que ha sucedido, sucede y sucederá sin remisión. Tiene la inmensa suerte de ser deportista descomunal y jugar, ahí es nada, en el Real Madrid, con lo que tiene garantizado que se amplificará cualquier agresión verbal que se le propine. García Ferreras, director de Al Rojo Vivo de La Sexta, impartió lección el lunes de cómo tratar una noticia para que se transmute en la noticia. El madridismo de Ferreras, su devoción por Florentino, está fuera de duda. Pero ha sido el presidente Lula, de quien todavía no se conocen las profundas razones, pero algo pendiente tiene con el Gobierno español, el que ha protagonizado la gran desbarrada. Antes de Vinicius en el fútbol español ha habido muchos más casos. En Mallorca se guarda memoria de los rebuznos con los que no pocos asistentes a Son Moix exhiben sus llamativas taras.

Hay quien dice que todo ello es un síntoma del fascismo rampante que se aposenta en España. Es tesis que sostiene Pablo Iglesias. Y es verdad que el insulto campa a sus anchas. Si eso es fascismo está por ver. La cara crispada con la que una señora espetó «caradura» a Irene Montero en Valencia es imagen de odio. Por ahí se empieza; no sabemos dónde acabaremos y cómo concluiremos.

Vayamos a Tebas y a Rubiales. El primero es un connotado ultraderechista que no esconde sus querencias. Que esté al frente de la Liga deja claro el deslizamiento del mundo del fútbol por la resbaladiza pendiente en la que se viene precipitando. Tebas es el exabrupto permanente. Indagar cómo se bandea en su cargo sería ejercicio oportuno; lo deben hacer quienes tienen competencias para ello: el Consejo Superior de Deportes y la Fiscalía. No parece que vaya a ser el caso. Rubiales es un caradura que va por la vida enunciando sandeces, emitiendo tonterías, moviéndose en el filo de la navaja de la legalidad. Tampoco han actuado los poderes públicos. Que deambula desacreditado se corrobora con lo que dijo al llevar a los clubes de fútbol punteros de España a Arabia Saudí. Inenarrable. Ambos son presuntos delincuentes por omisión de lo que se cobija en los estadios, de los insultos racistas, de que se permita a los tarados airear sus carencias emocionales. Lamentos, todos; prevención, poca o ninguna. Las plañideras de los directivos de los clubes cuando sucede el despropósito son también muestra de que nada serio se acomete para acotar lo que es ya indisociable al fútbol español.

Habrá que agradecerle a Lula la desbarrada, la suya y la de buena parte de su Gobierno. Insistamos en que el presidente de la República del Brasil ha llegado hasta aquí por algún motivo que no es el de los insultos a Vinícius. El desacuerdo con Pedro Sánchez a propósito de Ucrania ha sido llamativo. El atlantismo, alineamiento con Estado Unidos, del presidente español es inequívoco; Lula pugna por establecer imposible equidistancia entre Ucrania y Rusia. El brasileño, en Japón, no quiso verse con Zelensky y arremete contra España. Muy oportuno como elemento de distracción. Aquí todos hemos entrado al trapo, pero cavando raudos las trincheras de siempre. ¿Qué repercusión tendría el asunto Vinicius de no haber sido jugador del Madrid? Las terminales de Florentino son poderosas y a veces la suerte les acompaña. En esa oportunidad alguien como Lula ha venido a echarles un capote ante unos insultos siempre despreciables.

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