Un infierno llamado Nazaret

Miguel Vicens

Miguel Vicens

Durante un periodo de diecinueve años que va de 1968 a 1987, el centro de acogida Nazaret de Palma fue el infierno en vida para decenas de niños, según los testimonios recogidos por el periodista Xavier Peris en las páginas de este diario, en el que es hasta el momento el mayor caso de pederastia documentado en Mallorca

Quienes tenían la responsabilidad de su educación y el deber principal de velar por los menores como unos padres, permitieron, en cambio, que se convirtieran en víctimas de depredadores sexuales que, sin el menor atisbo de compasión, los sometieron a abusos y violaciones sistemáticas durante años, según los relatos de José J. Méndez, que estuvo en el centro entre 1968 y 1975, y Toni Estela, que lo hizo entre 1983 y 1987, denunció las violaciones ante la Policía y en los juzgados e incluso se enfrentó a su agresor el pasado mes de octubre en Son Sardina, donde había abierto otro centro de menores. Tras la denuncia de Estela, otros internos de Nazaret de los años ochenta se reconocieron como víctimas de violaciones del mismo monitor, ofreciendo relatos casi idénticos sobre los abusos y las condiciones en las que estos se producían. En el relato de las violaciones, los castigos y las agresiones físicas que sufrían los jóvenes quedan en un segundo plano, como el terrorífico telón de fondo que garantizaba el silencio de los pequeños y la impunidad de sus agresores.

Recordaba esta semana en Palma la escritora Dolores Redondo que el amor y el miedo son dos lecciones que se reciben en la infancia, cuando todo ocurre. Las heridas que sufrieron los niños abusados de entonces siguen abiertas en los hombres que son hoy. Que la Fundació Natzaret, la actual institución presidida por el obispo de Mallorca, tenga al menos la decencia de no mirar hacia otro lado y ser parte activa en la investigación.

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