Hace un par de semanas el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación publicó dos de sus estadísticas más esperadas en estos tiempos. La estadística de índices y precios pagados por el sector agrario y la estadística de índices y precios percibidos por el sector agrario. Ambas tienen fecha de corte junio de 2022. Ambas comparan los precios en el último año, es decir la evolución desde el mes de junio de 2021 y ambas comparan también la evolución en los últimos doce meses.

Cuando hace justo un año se publicó la misma estadística, la noticia fue que en seis años, es decir desde 2015, los precios agrarios que recibían los y las productoras solo habían aumentado un 3,97%, mientras que los precios pagados habían subido un 9,21%. La noticia hoy es que los precios pagados por los bienes y servicios que el sector necesita para producir los alimentos, repuntaron de media en un solo año el 40,16%, y un 2,24% respecto al mes anterior. Por el contrario, los precios que han percibido agricultores y agricultoras por la venta de sus producciones subieron con carácter general un 23,42% respecto a junio del pasado año, pero con un descenso del 3,88% respecto al mes inmediatamente anterior.

La lectura completa de los dos informes confirma una conclusión directa. Del 40,16% de subida en los costes de producción que ha soportado el sector agrario en el último año, solo ha podido repercutir en el precio un poco más de la mitad. Del 23,42% de media que ha supuesto la subida en los precios que reciben los agricultores y agricultoras, se ha repercutido al consumidor final un 10,8%. A este diferencial habría que sumar los costes intermedios de todos los eslabones de la cadena entre la producción y la distribución. Los datos son muy duros, y siendo verdad que esta realidad se extiende a toda la economía productiva, no olvidemos que la renta del sector agrario ya era un 70% inferior a la del resto de los sectores antes de empezar la crisis. Con los datos disponibles, podemos concluir que toda la cadena alimentaria se está apretando el cinturón. Sería absolutamente inasumible para las familias absorber todo el incremento acumulado.

El incremento medio varía en función del tipo de insumos. Mientras semillas y plantones han subido en torno a un 3%, los servicios veterinarios tan solo un 1,78%, y las reparaciones de maquinaria un 3,85%, todo el grupo de fertilizantes ha subido de media un 120%, los piensos y la alimentación animal un 38% y los bienes energéticos el 90,3%.

El drama se vuelve a manifestar en los precios recibidos. Si bien han tenido un comportamiento alcista en el último año, preocupa de nuevo la volatilidad entre meses que se manifiesta sobre todo en los productos agrarios. Les explico; el precio que percibieron los agricultores en el último año por las legumbres subió un 28,55%, pero en el mes de mayo bajó un 9%. Los forrajes subieron a lo largo del año un 54% y en el último mes subieron otro 8,9%. Los tubérculos subieron durante el año un 25,24%, pero en mayo bajaron un 22%. Las hortalizas subieron un 55,9% durante todo el año, pero en mayo bajaron un 23,3%. En los productos de origen ganadero las subidas son similares, pero la diferencia es que todos salvo en las aves, los precios recibidos han seguido subiendo mes a mes.

¿Qué puede suceder ahora? La preocupación estaría en que esta inflación de costes profunda y acumulada en el tiempo, acabe por traducirse en una disminución efectiva de la producción de alimentos. Es decir, si el ganadero de leche pierde más cuando más produce opta por sacrificar vacas y cuando decida reponerlas, tardarán 24 meses en producir. El agricultor ahorrará en fertilizantes y la producción de cereales o leguminosas caerá, y así con el resto de sectores. Esta caída de producción no se ceñirá solo a Balears, o solo a España, o a Europa, sino que afectará a otras regiones del mundo. La inflación que en este momento tiene su origen en los costes, acabará siendo una inflación derivada de los desequilibrios profundos entre oferta y demanda con lo que arrastraremos al menos un año o año y medio más esta situación.

¿Qué debemos o podemos hacer? Como ya dije, el pacto de precios con la distribución no creo que sea el camino. Opino que el camino adecuado sería una combinación de medidas de diverso signo que pusieran la producción de alimentos en el centro. El camino pasa por desarrollar y aplicar de manera efectiva la ley de la cadena alimentaria como marco normativo. Será irremediable continuar desplegando ayudas directas a la renta de los agricultores y ganaderos de los sectores más afectados por las subidas de los costes de producción como se lleva haciendo desde el inicio de la covid. Explorar y actuar de manera precisa sobre el margen fiscal que existe en los diversos impuestos y tasas que inciden en la producción de alimentos, y aunque el impacto de la reducción del IVA de los alimentos es limitado, existen productos en los que el bolsillo de los hogares lo notaría de manera muy clara. Finalmente, algo que en esta semana las organizaciones de consumidores de las Islas Balears han reclamado de manera insistente y es un bono alimentario para los hogares de menor renta y que estuviera orientado precisamente a los productos frescos que es donde la inflación más está impactando.