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Alex Volney

La inmensa belleza de las Formigues

Cuando subes al Far de Sant Sebastià te quedan justo enfrente, en la lejanía. Abajo a la derecha Llafranc i un poco más al Sur Calella de Palafrugell. Ese conjunto de islotes tiene una superficie (emergida) de unos 3.000m2. Destaca la Formiga Gran con unos doce metros de altura. Nunca han sido habitadas. Hay más con este nombre en otros rincones de rocas aparentemente sin importancia. El topónimo se va repitiendo. En Cartagena, Grossetto i Sicilia. El tercer «illot» el de Sa Corba cuenta con unos fogones para que cualquiera que los necesitase pudiera cocinar el pescado recién sacado del mar. Esta fabulosa ocurrencia se debe al Sr. Juanola hijo, sí, el padre es el palafrugellenc que hizo fortuna con las famosas pastillas: el Sr. Manuel Juanola Reixach el mismo farmacéutico que desde 1906 tiene bien colocados sus minúsculos y romboidales productos en todo el país.

Josep Pla las tuvo muy en cuenta en su Guia de la Costa Brava. Su descripción de un mar teñido de rosa como un fabuloso incendio sobre las aguas a puesta de sol lo acaba redondeando con un «resplendor de confitura de prunes clàudies».

En las mismas «Voltes» de Calella de Palafrugell, bajo los arcos, se divisan claramente, un conjunto de «cagallons» emblemáticos y relevantes, pequeños detalles de la historia.

Hartos de las razzias de los piratas sarracenos uno de esos días claros que se veían bajar unas naves dispuestas a arrasar, en todos los sentidos, el pueblo de Palamós. La leyenda dice que sus gentes rogaron ayuda a su patrón, Sant Joan, y que este convirtió esa flota maldita en piedra. Y allí las tienen Les Illes Formigues son consideradas el auténtico palacio de la reina de todas las sirenas. Esta, obviamente, vive sumergida en su fabuloso fondo marino. Un auténtico peligro para los pescadores afectados por esos cantos.

Carta nàutica de Guillaume Glos del 1681.

Fundamental parada, o reposo, de las aves que no llegan a nidificar en ellas pues los días de temporal prácticamente permanecen bajo las olas. Entre la costa que va de Begur a Calonge su silueta une a sus gentes que a la vez se las disputan.

Para que las algas no escaseen la naturaleza ha puesto un fenomenal y extraordinario depredador de las «garotes» o erizos de mar: las langostas que habitan esos recovecos y grietas de este fabuloso conjunto en sus profundidades llenas de tuneles donde estas criaturas viven a su antojo hasta que llegan a los fogones amablemente.

Un combate entre Roses y Palamós pasaría a los anales de la història. Después del mismo parece ser que en el Mediterráneo no había pez que en sus escamas no llevase las cuatro barras marcadas.

En 1285, el rey de Francia Felipe III con el consentimiento papal quería invadir l’Empordà con un gran ejército apoyando a su primo Carlos I de Anjou y todo por el trono siciliano. El rey Pere II el Gran hizo volver la escuadra de Roger de Llúria. Mientras los esperaban, se formaron once galeras con los almirantes Berenguer Mallol y Ramon Marquet. El 27 de julio de 1285 los vencieron delante de las Formigues, cuando el enemigo disponía de 24 galeras francesas. Bien armados volvieron en agosto al contraataque con el mismo número de naves y se cuenta que estando en Barcelona Roger de Llúria remontó la costa y en Sant Pol de Mar se unió a Marquet i Mallol. La noche del 28 de agosto Las Formigues fueron otra vez escenario de la derrota francesa que sucumbiría bajo las ballestas que defendían el Ampurdán también por tierra, en el coll de Panissars.

En el horizonte se recortan inofensivas. Vieron muchos naufragios. Conflictos internacionales. Disputas con ingleses y turcos o el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Su belleza, una advertencia para navegantes distraídos. Su historia permanece entre las leyendas y lo vivido, entre los anhelos de Pirene y los bandazos de Poseidón.

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