El sector agrario, y especialmente el ganadero, mira al cielo cada vez que se asoma la primavera y comprueba cómo las lluvias del otoño y el invierno han sido tan escasas que comprometen el cereal, los forrajes o el pasto. Esta preocupación del sector está más que fundada. Los ganaderos se juegan su dinero y la preocupación va en aumento si no hay respuesta. Por si alguien lo duda, no hay mayor angustia para un ganadero, que ver sufrir a sus animales. El hecho es que las sequías son cada vez más habituales. El cambio climático las intensifica y si antes eran quinquenales, ahora, se suceden cada dos o tres años. 

El día 10 de mayo la conselleria de Agricultura, Pesca y Alimentación declaró oficialmente, mediante resolución, la sequía meteorológica. Este era el compromiso adquirido con las organizaciones agrarias en la «Mesa del Sector de Herbáceos» celebrada a primeros de marzo. Esta forma de trabajo marca una diferencia con respecto a episodios anteriores. Evita trabajar de forma apresurada, implica abordar el tema con tiempo, recoger los datos disponibles, hacer continuas inspecciones de campo, compartir la información con el sector, en definitiva, pactar una estrategia.

La declaración de sequía despliega cuatro efectos. En primer lugar, poder convocar ayudas extraordinarias que están condicionadas desde la Unión Europea. En segundo lugar, poder activar los seguros agrarios de sequía para aquellos que los tengan contratados. En tercer lugar, servirá para solicitar al ministerio de Hacienda la reducción de los módulos de IRPF en la declaración de 2021. Por último, permite a los ganaderos en ecológico solicitar autorización para poder alimentar a su ganado de forma convencional. 

Con todo ello, la declaración de sequía meteorológica debe ser un acto consistente. Para nada puede ser un acto de pura propaganda política y fruto de una relación paternalista con el sector. No tiene ningún sentido declarar la sequía meteorológica en el mes de febrero cuando queda la mitad del invierno y toda la primavera por delante como pretendía el Partido Popular. 

A partir de aquí entramos en el largo plazo y también estamos en ello. Tenemos que elaborar un nuevo «Mapa de Cultivos» de las Illes Balears, que tenga en cuenta el cambio climático y que indique qué, dónde y en qué condiciones es conveniente cultivar. Vinculado a lo anterior, hay que darle un buen empujón a la investigación, innovación y digitalización aplicada a la producción. En este sentido y durante el año 2020, hemos desarrollado con el «Grupo de Investigación en Climatología, Hidrología, Riesgos Naturales y Territorio de la UIB» un sistema de teledetección anticipada de la sequía para todas las islas y por municipios, a partir de los datos de las precipitaciones, la humedad del suelo, y el crecimiento de los cultivos. La teledetección nos permitirá en el futuro focalizar mucho más las actuaciones. 

Igual de imprescindible es volver a recuperar la implantación de los seguros agrarios en el campo balear. El seguro agrario es el instrumento de política pública más adecuado para poder adaptarse al cambio climático. Sin embargo, los ganaderos deben de tener seguridad de que, si los contratan y llegan los problemas, cobrarán los daños. Esto hay que trabajarlo porque realmente estaba muy abandonado. Para terminar, la apuesta por consolidar y modernizar los regadíos tiene mucho que ver con este largo plazo. En estos dos años hemos puesto a punto todas las infraestructuras de riego de aguas regeneradas que teníamos en las Islas, y ahora, nos lanzamos a un nuevo Plan de Regadíos para las cuatro islas que consolidará otras 3.500 hectáreas de riego en la zona de Llucmajor, Campos, Ses Salines, Porreres y Felanitx, en Mallorca, y también en Menorca, Eivissa y Formentera.

En definitiva, esa pertinaz sequía llegará, pero estaremos más y mejor preparados.