El coste de la vivienda provoca la saturación del servicio de ayuda a las personas sin hogar

Cruz Roja cifra en torno a los 2.000 los individuos ‘sin techo’ a los que ha dado servicio en la Bahía de Palma durante 2023

Las personas atendidas por las Unidades Móviles de Emergencia Social han aumentado un 33% en solo tres años

El asentamiento existente junto a Eusebio Estada está considerado como una excepción por su proximidad al centro de Palma.

El asentamiento existente junto a Eusebio Estada está considerado como una excepción por su proximidad al centro de Palma. / MANU MIELNIEZUK

Fernando Guijarro

Fernando Guijarro

Los servicios de atención a las personas sin hogar están colapsados ante el enorme crecimiento que este colectivo está registrando en la isla debido al coste que el acceso a una vivienda ha alcanzado y para el que la red de atención social no está preparada, según se lamenta desde Cruz Roja, que se ocupa de las unidades móviles de emergencia social que financia el Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales (IMAS). Desde esta organización se aporta un dato que refleja la intensidad del problema: durante 2019 el servicio de estas unidades (UMES) atendió a 1.259 personas, cifra que en 2022 se había situado ya en 1.685, con un incremento del 33% durante ese periodo. Pero a falta de cerrar el balance de 2023, se estima que ese número rondará ya el de los 2.000 individuos, cifra que además se verá ampliamente superada durante este año según las previsiones con las que se trabaja.

Técnicos de Cruz Roja de Balears ponen de relieve que ese colapso no radica en la falta de personal, dado que el IMAS ha reforzado el servicio de esas unidades móviles, que actualmente cuenta con 13 personas, incluida una psicóloga e integradores sociales. El problema está actualmente totalmente centrado en la falta de plazas en los albergues para poder acoger a todo ese colectivo.

Lo que se apunta es que los casos clásicos de exclusión social, con personas sin hogar vinculadas a adicciones o enfermedades mentales, que es lo que estos servicios tienen como objetivo atender, se están viendo superados por los de exclusión residencial, con individuos que incluso disponen de una pensión o empleo, aunque sea precario o en la economía sumergida, pero cuyos ingresos son insuficientes para poder pagar un alquiler, aunque sea solo de una habitación. Es este segundo colectivo y su espectacular crecimiento en las islas el que está generando el citado colapso, con residencias que no tienen la capacidad suficiente para dar techo a todos ellos.

Situaciones atendidas

Como ejemplo, desde Cruz Roja se señala un caso reciente, de un hombre de 80 años con una pensión, que se vio obligado a vivir en la calle durante más de una semana por no poder pagar el acceso a una vivienda, y que recurrió a esta organización en busca de ayuda.

Como segundo ejemplo, se indica el de una pareja de unos 50 años, él con unos ingresos moderados y ella ama de casa, que en la actualidad están residiendo en uno de los asentamientos existentes al no poder pagar un alquiler pese a que hasta hace poco tenían una vida normalizada.

Incluso se está atendiendo a familias con menores, a los que se busca alojamiento debido a la situación de estos últimos, y que en algún caso la única solución que se ha encontrado es la de llevar a los niños a una residencia para darles cobijo, como la de la Fundación Sant Joan de Deu en el Camí Vell de Bunyola, pero en ocasiones separándolos de los padres durante la noche ya que para ellos no siempre hay espacio y tienen que seguir pernoctando en la calle.

El servicio de UMES que Cruz Roja presta con la financiación del Consell de Mallorca abarca la zona de la Bahía de Palma, donde se concentra la población sin hogar, y cubre el municipio de Palma y el inicio de Llucmajor (se llega a Son Verí Nou). Sin embargo, se reconoce que la zona de Calvià se encuentra desatendida, pese a que allí hay también algunos grupos de personas sin hogar.

Un aspecto a tener en cuenta es que la tensión existente debido al encarecimiento de los precios de los alquileres viene acompañada de situaciones vinculadas a este mismo problema, como es la llegada de individuos que buscan trabajo en el sector turístico (las islas han vivido una situación de pleno empleo durante el verano) y que no encuentran un lugar en el que residir.

A ello se suma incluso la situación generada por la creciente llegada de inmigración irregular en pateras. Aunque la mayoría buscan la forma de llegar a la península y desde allí trasladarse a otros países europeos, como Francia, algunos se quedan en la isla y tampoco tienen donde alojarse.

Igualmente, se atiende a los asentamientos y a edificios abandonados que son ocupados por algunas de estas personas.

Asentamientos

Como ejemplo, se señala el caso del existente junto a la calle Eusebio Estada y el Parc de las Estacions, compuesto en este caso por personas que sí padecen situaciones de exclusión social e incluso algunos con problemas de salud, y que se señala como excepcional por su proximidad al centro de Palma, algo que no sucede en la inmensa mayoría de las grandes ciudades europeas.

También hay personas sin residencia en la antigua cárcel de Palma, o en un edificio sin concluir en el Coll d’en Rabassa, entre otros muchos puntos de la ciudad.

A ello se suman situaciones que no se habían registrado anteriormente como las personas que acuden a pasar la noche al aeropuerto de Palma o al hospital de Son Espases.

Además de todos estos grupos, también se atiende a las personas que viven en caravanas, como las instaladas en la zona de Son Hugo especialmente en el caso de las familias con niños, aunque éstos suelen estar escolarizados.

Falta de plazas

Desde Cruz Roja se insiste en que el servicio que desarrolla tiene el personal necesario para prestar esta ayuda gracias a la financiación del Consell, y en que el problema radica en que la red de albergues y centros de alojamiento no está diseñada para el enorme volumen de personas cuyo problema no es de exclusión social, sino residencial.

Así, aquellas personas que nunca habían estado en la calle deben pasar por el centro de primera acogida, que es la puerta de entrada en este sistema, pero ya en éste se ha generado un cuello de botella, con lista de espera que supone el tener que seguir residiendo en la calle.

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