La Fundación mallorquina Shambhala ayuda a jóvenes en riesgo de exclusión social mediante una cadena de favores

La entidad, que cumple diez años, les costea los estudios y les asesora a cambio de que realicen un voluntariado al mes y una actividad física semanal

Nair Cuéllar

Nair Cuéllar

Llega la Navidad y con ello el momento de hacer balance del año, de los logros conseguidos y los retos superados. También lo hacen las entidades, sobre todo cuando casi sin darse cuenta cumplen una década. La organización de una merienda para celebrar las fiestas con sus usuarios llevó a la Fundación Shambhala a hacer un repaso de esos diez años de existencia, en los que mediante una cadena de favores ha ofrecido programas de inserción social, educativa y laboral a un total de 222 jóvenes. 

Teemu Escalas y Maria Bennàssar, psicólogo y educadora social de la entidad, respectivamente, explican a este diario que en Shambhala ayudan a personas de entre 18 y 25 años en riesgo de exclusión social que quieran estudiar. ¿Cómo lo hacen? Costeando su formación, pero a cambio de que ellos realicen un voluntariado al mes y una actividad física semanal. ¿Con qué objetivo? «Que devuelvan el favor».

Ya sea por el boca a oreja o derivados por otras entidades, una vez los jóvenes acceden a la fundación «se les hace un estudio psicopedagógico y una serie de pruebas de inteligencia, talento, creatividad, personalidad y adaptación para poder hacer una mejor orientación académica y laboral», explica Escalas. 

A partir de ahí, desde la organización ayudan a los usuarios a buscar cursos, estudios, les asesoran sobre ello y se encargan de financiarlo. A cambio los jóvenes deben realizar una actividad física semanal, para lo cual se les consigue la tarjeta del Institut Municipal de l’Esport (IME), y un voluntariado mensual. «Pueden ser en entidades con las que nosotros colaboramos o actividades que a ellos les gusten y que hayan encontrado por sí mismos», especifica Escalas, quien señala que lo verdaderamente importante es que «entiendan que pueden estudiar gracias a que alguien se lo regala. Por eso les enseñamos a que sean agradecidos y devuelvan de alguna manera el favor». 

Por otro lado, cada dos semanas celebran una tutoría con cada uno de los jóvenes para hacer un seguimiento «y comprobar que están cumpliendo su parte» y también para asesorarles sobre asuntos legales, burocráticos o incluso ofrecerles terapia psicológica gratuita. En definitiva, y como apunta Bennàssar, Shambala es «una puerta a la que llamar cuando necesitan cualquier cosa».

Actualmente la entidad atiende a unos cincuenta usuarios, que se encuentran distribuidos entre los diferentes programas que ofrecen, divididos sobre todo en dos ramas: Depende de ti y Sport and Fun. El primero de ellos se centra en la idea explicada anteriormente de ofrecer estudios a cambio de voluntariado y deporte, y el segundo pone énfasis en las actividades lúdicas. «Todas las asociaciones hacen cosas maravillosas, pero en la mayoría de los casos se olvidan del ocio, y nosotros creemos que también es muy importante», cuenta el psicólogo de la fundación. 

En estos momentos los jóvenes de la entidad tienen la posibilidad de jugar al fútbol y acceder a un gimnasio asociado. Además, desde la asociación están moviendo hilos para que también puedan tener clases de baloncesto y vóley.

Karol Dayanna, Gaudí Cruz y Santiago Barrios llevan solo unos meses en la Fundación Shambhala y ya se sienten «muy afortunados» de formar parte de ella. Karol tiene dieciocho años, es de Colombia, había estudiado un año de Estética y Belleza y este curso podrá terminar su formación «gracias a su ayuda, porque me lo han financiado ellos», explica. 

Gaudí tiene diecisiete, es español, está en segundo del Bachillerato científico y está «muy contento» de formar parte de la entidad, sobre todo, reconoce, por participar en voluntariados. «Me apetecía mucho hacerlo y esto ha sido el empujoncito que necesitaba», relata. Explica que es una forma «simbólica» de devolver la ayuda que reciben, ya que «no es una actividad que te comprometa demasiado, porque solo hay que hacerlo una vez al mes», manifiesta.

Santiago tiene veinte años, nació en Colombia y se encuentra en situación de asilo político junto a sus padres y su hermana -que también es usuaria de Shambhala-. Le encanta el deporte, su sueño es «estudiar Fisioterapia» y asegura que formar parte de la fundación le ha hecho «recuperar la confianza». En definitiva, valora mucho la «oportunidad» que la entidad les ofrece: «Ser migrante no es fácil. Escapar de tu país es duro y ser voluntario me ha hecho apreciar las cosas, porque encuentras a gente que está en una situación peor que la tuya y eso te ayuda a cambiar. Además de que te permite conocer a gente», sostiene. 

Encuentro navideño

Precisamente con ese objetivo Shambhala decidió en noviembre empezar a realizar un encuentro mensual con todos los usuarios, una cita que en diciembre se celebró hace unos días y que tuvo un aire navideño. Una merienda especial y algunos adornos fueron la ‘excusa’ para estar juntos durante unas horas y conocerse mejor. 

No solo Karol, Gaudí y Santiago estuvieron presentes, también Brandon, Diego, Fátima, Emilia...y así hasta un total de dieciocho jóvenes. Contaron cómo celebran las fiestas en sus países de origen, qué comidas preparan y también se estuvieron asesorando los unos a los otros sobre temas laborales y burocráticos. La reunión fue guiada por Escalas y Bennàssar y fue muy distendida, tanto que las risas y el buen ánimo fueron constantes. «Estos encuentros nos permiten conocer a gente en nuestra misma situación e incluso de nuestro propio país. Me gustan mucho», revela Santiago. Una opinión que Karol y Gaudí comparten: «Hemos salido de fiesta juntos algunas veces después de conocernos aquí y nos lo hemos pasado súper bien», señalan.

Aunque tanto Escalas como Bennàssar reconocen que Shambhala ha pasado por algunas dificultades, remarcan que eso les «ha hecho resurgir como el ave fénix y ser ahora mucho más sólidos».

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