Refugios climáticos

La ola de calor en Mallorca obliga a refugiarse en tiendas, museos y bibliotecas

Las zonas con aire acondicionado y dispensadores de agua son los lugares por excelencia elegidos por los paseantes de Palma cuando necesitan refrescarse un rato

El tremendo bochorno provoca que los sitios más expuestos al sol se conviertan en solares vacíos sin presencia humana

Pere Morell

Un sol orgulloso late con fuerza en el despejado cielo azul palmesano. Brilla con tanta intensidad que los termómetros de Palma reflejan los 39 grados que azotan la ciudad. «Que se vaya a la mierda el calor», exclama un acalorado ciudadano mientras entra en un supermercado a refugiarse del bochorno.

Tiendas, bibliotecas, museos, grandes almacenes... Durante el verano cualquier hueco donde uno no sufra en sus carnes el calor abrasador es bienvenido para turistas y nativos.

Estos refugios climáticos improvisados aparecen en cualesquier lugar de la ciudad, rincones donde los transeúntes, los trabajadores, repartidores van a descansar y a refrescarse un rato.

En Palma no existe la figura de los refugios climáticos, salvo por la que implantó CCOO en su sede de la calle Francesc de Borja Moll. Un lugar donde se está fresco y se tiene acceso a un surtidor de agua fría, además de permiso para entrar en el baño.

«No todos los mallorquines tenemos una piscina o la ventaja de vivir cerca de la costa», explica Manuela, una jubilada que se ha parado en la sede de CCOO a «refrescarse un poco».

Según la Agencia Estatal de Metereología (Aemet), en Balears continuarán aumentando las temperaturas y se situarán entre los 36-39 grados.

Según el INE, en su Estadística de Defunciones por Causa de Muerte, el calor extremo ha disparado un 26% la mortalidad en Baleares. En concreto, el verano pasado murieron en Mallorca 209 personas por las altas temperaturas, según un estudio realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona. Según este mismo estudio, tener refugios climáticos será cada vez algo más indispensable en zonas como el archipiélago balear.

En la biblioteca Encarnació Viñas, en Pere Garau, hay una familia dejando fluir el tiempo. «Venimos a pasar el rato con los hijos porque salir a jugar fuera significa la muerte», explica Said, el padre de la familia.

El 35% de los hogares de Baleares no están equipados con sistemas de refrigeración, lo que suponen casi 154.000 hogares sin equipos de aire acondicionado.

En los hogares más pobres, allí donde se ingresan menos de mil euros al mes, según el INE, el 45% no tiene la casa acondicionada para soportar temperaturas extremas. Un dato que contrasta fuertemente con aquellos con rentas mensuales de a partir de tres mil euros, donde sólo el 24% no cuenta con equipos de refrigeración.

«En nuestra casa no tenemos aire acondicionado, por lo que no tenemos más opción que salir a buscar refugio», sentencia Said.

Ir de compras

Una de las actividades estrella de los jóvenes llonguets es ir de compras. «En verano se está muy bien en la playa, pero comerte una hora de bus con este calor es demasiado», explica Josep. El joven ha entrado en El Corte Inglés de Avenidas con unos amigos para «estar fresquitos» y «curiosear un rato».

Una de las escapadas románticas más económicas y populares en época veraniega consiste en trasladarse a unos famosos grandes almacenes de Palma. Turistas y residentes aprovechan para descansar y desayunar en ese sitio.

Algunos hacen turismo al fresco en vez de turismo de playas: «Hace mucho calor fuera, y mi marido se ha quemado, por lo que hemos venido aquí», explica una mujer inglesa. Por mucho que sea lo que se busque, el bochorno, si no puedes ir a la costa, mejor que no exista.

«Es verdad que normalmente tenemos a mucha gente, pero en verano esto está lleno», explica una dependienta de los grandes almacenes. «Como damos comida, te puedes sentar y se está muy fresco, todos vienen a pasar el rato, aunque comprar no compran muchos», revela.

Muchos ciudadanos no piensan en que tienen estas alternativas para poder refrescarse, por lo que tiran de sentarse en bancos debajo de los árboles.

«Esto no es aguantable, si el próximo verano es igual, nos vamos a morir», explica angustiado Francisco, un trabajador que se ha sentado en los bancos de Plaza España a descansar.

Francisco contempla a las palomas, las cuales también están tan acaloradas que son incapaces de moverse. «No lo aguantan ni ellas», exclama. «A mí antes me encantaba el verano, pero cada vez le tengo más odio al maldito sol», sentencia. 

Indiferente ante las quejas de los ciudadanos, la gran estrella roja a la que llamamos sol sigue calentando con total soberbia a Mallorca, convirtiendo la isla en una caldera infernal en la que solo podrán bailar los dimonis.

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