El hospital de Son Espases reduce con juegos el miedo de los niños mallorquines que van a Urgencias

Son Espases implanta un sistema que busca atenuar el miedo de los pacientes pediátricos de Urgencias distrayéndoles con juegos

Esta niña se ha olvidado de que lleva una vía con su mariposa luminosa.

Esta niña se ha olvidado de que lleva una vía con su mariposa luminosa. / HUSE

I. Olaizola

I. Olaizola

A muchos adultos también les gustaría que alguien les hiciera pensar en otra cosa cuando les están buscando una vena para hacerle una analítica pero, de momento, esta distracción solo la ofrece el hospital de Son Espases a los pacientes pediátricos que ingresan en Urgencias con cara de pavor. Y, claro está, siempre que acudan por un percance que no requiera de una asistencia rápida y vital.

«Lo que más asusta a los niños son la canalización de una vía y los pinchazos de una analítica de sangre», comienza la enfermera Natalia Vallés, supervisora de Urgencias pediátricas del hospital de referencia que revela que asimismo tampoco es un plato de su gusto la colocación de yesos, férulas o la cura de heridas que suelen escocer.

Con el objeto de hacer su estancia menos traumática, desde comienzos de este año a los pacientes menudos que llegan a Son Espases por una emergencia que no es vital se les ofrece un carrito lleno de distracciones. De juegos adecuados para cada edad hasta los «quince años menos un día», detalla Vallés el periodo en el que se considera a un paciente como pediátrico.

«Además, a través de la distracción y el juego, el niño se vincula más con el profesional que le está asistiendo, atiende mejor sus explicaciones y colabora más», apunta la enfermera otra de las ventajas del carrito de juegos.

«Nada más entrar, percibes en sus caras si tienen miedo. Y está claro que pinchar a un niño le va a generar sí o sí angustia», continúa la supervisora.

Muchas asociaciones de pacientes se han esforzado para llenar el carrito de juguetes. | HUSE

Muchas asociaciones de pacientes se han esforzado para llenar el carrito de juguetes. | HUSE / I.Olaizola. Palma

Así que qué mejor que olvidarse del miedo con una espada láser. O con unas gafas de realidad virtual con las que el niño puede pasearse por el fondo marino. O con un pulsioxímetro con forma de amistoso tigre. «También disponemos de unos cascos con formas de unicornio y Pikachu (una de las criaturas de Pokémon) para que puedan escuchar música en los momentos más críticos. Tienen el sistema auditivo muy desarrollado y se suele imponer al visual, por lo que los utilizamos antes de un pinchazo», explica la supervisora.

También cuentan con bloqueadores del dolor con forma de abeja o mariquita para estos casos: se colocan en el mismo brazo del pinchazo y vibran antes de la dolorosa ejecución del mismo distrayéndoles. Y para los bebés, ¿qué mejor que mojarles el chupete en sacarosa analgésica o distraerles con luces que titilan en el techo?

Unas gafas de realidad virtual ayudan a evadirse. | HUSE

Unas gafas de realidad virtual ayudan a evadirse. | HUSE / I.Olaizola. Palma

Un montón de asociaciones que Vallés no quiere dejar en el olvido se han conjurado para llenar el carrito de juguetes. Así, menciona la Fundación Yes with Cancer, que ha aportado un armario lleno de juguetes, proyectores o material para dibujar; o la asociación Autismo Baleares que se encarga de surtir al hospital de plastilina ya que los niños con esta patología se relajan más con el tacto que con la vista.

Desde su puesta en marcha a principios de este año, no hay día que el carrito no divierta y distraiga a varios niños. Siempre y cuándo la urgencia no sea vital ya que, matiza para concluir la enfermera Vallés, «una fractura de cabeza provoca un llanto neurológico que no podemos consolar».

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La supervisora de enfermería revela que en una de las comisiones de Son Espases conocida como «hospital amigo de los niños» ya están trabajando por implantar carritos de juegos similares al que ya es una realidad en el servicio de Urgencias en todas las áreas asistenciales pediátricas del hospital. Porque no solo liberan la angustia de los niños, sino también la de unos padres que siempre «se muestran tremendamente agradecidos».

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