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Joan manuel lópez nadal - Diplomático y presidente de amnistía internacional en Balears

López Nadal: «A veces el Gobierno hace cosas estúpidas e inmorales como espiar»

«Putin es un nazi y un fascista que explota su ultranacionalismo para reprimir al pueblo ruso y agredir a los ucranianos» - «Para combatir a la extrema derecha no basta con eslóganes tan bonitos como el ‘no pasarán’»

Joan Manuel López Nadal posa con su perro ‘Truc’ en su refugio de Son Servera, presidido por una bandera republicana. | BIEL CAPÓ

Joan Manuel López Nadal (Palma, 1951) ha desarrollado una larga carrera diplomática en una docena de países, la mayoría de ellos del sudeste asiático. Aprovecha su condición de jubilado —aunque «muy ocupado»— para hablar claro y sin concesiones. Durante la entrevista se define varias veces como «de izquierdas», lo que le convierte en un rara avis dentro de un gremio mayoritariamente conservador. Acaba de ser nombrado presidente de Amnistía Internacional en Balears, entidad a la que estaba vinculado desde los años 90. «En 2018 me jubilé, cambié Estrasburgo por Son Servera y me impliqué más, pasando de socio a activista», explica en el refugio desde el que no pierde detalle de la actualidad nacional e internacional.

¿En España cómo vamos de libertades y derechos humanos?

Tenemos un caso muy caliente, que es el tema de los espionajes [a líderes independentistas]. En Amnistía Internacional nos hemos manifestado de manera muy clara y le puedo asegurar que, dentro de nuestra capacidad, no dejaremos este problema de lado. En España no somos ni el infierno, ni el paraíso. No es lo mismo el sistema que tenemos ahora que el que tuvimos durante el franquismo. Ahora bien, ¿esta democracia es tan modélica como muchos dicen? No, tiene muchas cosas que mejorar, también en materia de derechos humanos.

¿La libertad de expresión está en retroceso?

Sí, retrocede de una manera peligrosa. La Ley Mordaza es inaceptable desde el punto de vista de los derechos humanos. También lo hemos visto con el juicio que vino después del llamado ‘procés’ independentista y que plantea muchas dudas desde el punto de vista de respeto a los derechos humanos. Vemos prácticas demasiado frecuentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado con respecto al trato de los migrantes y las personas racializadas. Hay un retroceso notable en materia de violencia contra las mujeres. Y hemos tenido sucesos como el asesinato de un joven en Galicia relacionado con discursos de odio contra el colectivo LGTBI. Así que en nuestro país tenemos muchos motivos de preocupación.

¿También por la sentencia contra Valtònyc?

No se sostiene de ninguna manera que esta persona tenga que esta fuera del país por un juicio que califico de injusto. Si la ley permite estas cosas, la ley se tiene que cambiar. Amnistía Internacional está muy encima reclamando la derogación de la Ley Mordaza. También quiero mencionar la condena injusta en virtud de esa ley de la activista valenciana Amparo Molina por participar en una manifestación y enfrentarse un grupo de extrema derecha. Es un caso que conozco personalmente, pero estoy seguro de que hay muchos otros.

¿Suspiró de alivio con la victoria de Macron en Francia?

Sí. Estoy bastante más a la izquierda de Macron, pero el peligro más grande que tenemos en Europa es la extrema derecha y el regreso del fascismo. Quienes tenemos la edad suficiente de haber vivido en un régimen fascista sabemos lo que eso significa. Francamente, no me gustaría que los últimos años de mi vida pudiéramos tener una involución en este sentido. Hemos sufrido una crisis económica mundial muy fuerte, la gente se frustra porque las fuerzas políticas tradicionales no dan respuesta a sus problemas y pueden ir detrás de grupos extremistas y fanáticos que promulgan discursos de odio culpabilizando a mujeres, migrantes, personas de otras razas, homosexuales, etc. Por eso la derrota de Le Pen es una buena noticia.

Pese a esa derrota la realidad es que la extrema derecha no deja de avanzar, en España y en Europa.

Soy de izquierdas, pero la derecha democrática es necesaria porque todas las opiniones son respetables, necesitamos una pluralidad. Pero hay ideologías como el fascismo y la extrema derecha que demonizan a los que no piensan como ellos y tiene que ser combatida y perseguida. Y no basta con discursos ni eslóganes tan bonitos como el ‘no pasarán’ que popularizó la República. Necesitamos que los gobiernos den prioridad a las políticas sociales y que atiendan los problemas de los ciudadanos. Si no, la gente se decepciona y se deja llevar por indeseables. Pasó con Hitler y Mussolini en los años 30. O con el franquismo, que nació de un golpe de Estado. Ahora también lo estamos viendo con Putin, que es un nazi y un fascista. Está explotando ese ultranacionalismo imperialista para justificar su represión intolerable contra el pueblo ruso y su violación constante de los derechos humanos de los ciudadanos de su propio país. Y ahora encima agrediendo al pueblo ucraniano. Tenemos que llamar las cosas por su nombre.

¿Ahora dice en voz alta cosas que tenía que callar cuando era diplomático?

Efectivamente. Siendo diplomáticos representamos al Estado, y una de las características necesarias de la diplomacia es la discreción. Eso nos autolimita cuando estamos en ejercicio. Por ejemplo, ahora puedo decir que la postura del Gobierno español con respecto a la guerra de Yugoslavia no me gustó, pero en su momento tuve que callarme. Estoy jubilado y disfruto de una libertad de expresión completa.

"Soy forofo del Barça, pero estoy indignado con Piqué" Biel Capó

Ha desarrollado su trabajo en las embajadas en Pekín, Yakarta, Túnez, Nueva Delhi, Bangkok, Lisboa, Kabul y Copenhague. Ha sido embajador en Tailandia, Laos, Birmania y Camboya, y cónsul general en Hong Kong y en Estrasburgo. ¿Qué ha aprendido después de recorrer todo ese mundo?

A verlo de una manera más abierta y tolerante. Una de las cosas que más me ha influido ha sido el contacto con países y comunidades budistas, sobre todo en Tailandia. Un amigo muy querido murió a los 32 años. Yo estaba en Bangkok y aquella tragedia me golpeó. Pero aprendí una lección extraordinaria de su familia. Después de la cremación en el templo budista, cuando el monje cantaba los mantras, recibí una lección de serenidad y paz, dos conceptos muy presentes en el budismo ante la muerte y la vida. Fue una lección, aunque hubo muchas otras. La suma de experiencias me ha hecho más universal. Y he visto cosas muy hermosas en muchos lugares del mundo que tenemos que conservar, empezando por Mallorca.

Forma parte de una generación de mallorquines diplomáticos que incluye a Rafael y Jorge Dezcallar, Josep Pons, Josep Riera, Melitón Cardona o Marcos Gómez. ¿El carácter mallorquín ayuda para ser diplomático?

Y se deja a Biel Busquets. Quizás nuestro carácter ayuda porque los mallorquines relativizamos más que en la península, donde tienen más tendencia al dramatismo. Somos más distantes y ayuda a ver las cosas en perspectiva. Pero también hay una connotación más negativa: a veces dejamos que las cosas se pudran, pensamos que el tiempo lo arreglará.

¿La preocupación por Afganistán del pasado verano fue una moda pasajera?

Un poco sí. Somos una sociedad ipsocéntrica, que significa centrada en nosotros mismos. Y sentimos más cerca a unos que a otros. No es lo mismo que pase algo en Ucrania a que pase en Mozambique. No tendría que ser así, pero lo es. Necesitamos una mejor articulación de las redes internacionales, y Amnistía Internacional puede ser un buen ejemplo porque cubre todo el mundo. Hay que atender a los ucranianos, a los iraquíes, a los sirios, a los afganos, a los africanos y a los tibetanos.

Intentamos frenar a Putin con sanciones económicas y enviando armas a los ucranianos. ¿La diplomacia no cuenta para nada?

No tenemos que renunciar nunca a la diplomacia, pero unas negociaciones dependen mucho de la correlación de fuerzas que tenga cada bando. Por eso no estoy de acuerdo con partidos de izquierdas con los que tengo mucho en común y que tienen reservas con dar apoyo militar a Ucrania. Lo tenemos que hacer para que Ucrania pueda negociar desde una posición de dignidad. No podemos permitir que el agresor se salga con la suya. Y no podemos limitarnos a decir ‘no a la guerra’ y tratar por igual al agresor y a la víctima. De cara al futuro se tiene que prever una solución que dé tranquilidad a todos, también al agresor. Mientras tanto, hay que ayudar a los ucranianos para que se defiendan.

¿Rusia tiene algo de razón o toda la razón la tiene Occidente?

Rusia podía tener razón, pero la ha perdido. Puede ser que antes de la guerra las cosas no se hicieran bien; puede ser que el sistema de seguridad europeo no fuera suficientemente consciente de las preocupaciones de Rusia y la ampliación de la OTAN se podría haber hecho de otra manera. Pero eso no justifica que Putin haya atacado a Ucrania. Él considera que los países vecinos son sus colonias y le gustaría que en Ucrania hubiera un gobierno satélite, pero eso se ha acabado y Rusia lo tiene que aceptar. Esta guerra tiene que acabar cuanto antes y de una manera digna para Ucrania. Y después buscar un sistema para garantizar una paz estable en toda Europa.

Usted es muy futbolero. ¿Qué le parece que este año se vaya a jugar un Mundial en un país como Catar en el que se violan sistemáticamente los derechos humanos?

Estoy totalmente en contra, igual que me pareció una vergüenza que se jugara una Supercopa española en Arabia Saudí. Soy socio y forofo del Barça, pero estoy indignado con Gerard Piqué. Me ha decepcionado enormemente. Quien hace negocios con países que violan los derechos humanos, merecen una condena sin paliativos. No descarto que Amnistía Internacional haga una campaña de boicot o denuncia aprovechando este hecho tan desafortunado. Y me gustaría que fuese así, aunque lo decidirá la organización a nivel internacional.

¿El Gobierno español ha traicionado a los saharauis?

No sé si les ha traicionado, sí les ha decepcionado. El giro del presidente Sánchez y del ministro Albares ha sido poco ético y, desde el punto de vista geopolítico, un error. Ha sido una jugada sucia y una falta de lealtad al pueblo saharaui por parte de la potencia colonial y administradora. Hemos querido resolver un conflicto aceptando una propuesta de una de las dos partes. No digo que la propuesta de Marruecos sea mala, pero no es la única. No quiero dar lecciones a mis excompañeros de carrera, pero cuando una persona no está a la altura de las circunstancias lo mejor que puede hacer es dedicarse a otra cosa porque hemos sido desleales a los saharauis y nos hemos enfrentado a un país tan importante para nosotros como Argelia. Como con el tema del espionaje, a veces el Gobierno hace cosas inmorales que además son estúpidas.

Dicen que vivir en muchos países es vivir muchas vidas. ¿Cuál le ha llenado más?

Mi país más querido es Tailandia. Estuve dos veces destinado allí, la primera de número dos. Años después volví como embajador, con menos posibilidades de divertirme porque ya no era tan joven y tenía más responsabilidades. En mi despedida como embajador pronuncié un discurso en el que dije que ya solo podría volver como turista, pero eso no es volver. Fui muy sincero cuando les dije que, si hay otra vida, me gustaría de verdad ser tailandés.

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