Nada que objetar. Djokovic ha sido superior a Nadal en la final de Roma. El serbio le gana la cuarta final del año al mallorquín tras Indian Wells, Miami y Madrid. Esto va en serio. Habrá que esperar a París para ver si los partidos a cinco sets le pasan factura. En Roma no le han pasado. Tras una maratoniana jornada anterior frente a Murray parecía que podría valorarse el cansancio. Pero ni por esas. Ayer demostró que está concentrado y fuerte.

Si como dicen, Djokovicse ha hecho con los servicios de un psicólogo que se le presentó y le pidió colaborar con él, tendremos que conocer su nombre y apuntarnos en la cola de su consulta. Este hombre ha conseguido centrar al serbio. Los golpes siempre los ha tenido. Es de la escuela de los genios, pero jamás se le ha visto tan centrado. Ayer intentó, en el ecuador del partido, la dejada, un golpe que ejecuta a las mil maravillas pero que solía abusar de ellas cuando se le cruzaban las ideas y no sabía ganar. Ya no es así. Si no sirven para ganar el punto mejor no hacerlas.

Nadal no jugó mal. No se le puede recriminar que no siga con su entrega. Incluso sacó su manual y se puso a alzar la bola. El problema es que ese tipo de juego que le sirve para ganar a cualquiera y para desquiciar a todos ya no le inmuta a Djokovic, intratable.