La plantilla del Mallorca vivió una jornada plagada de trabajo. A las nueve de la mañana los jugadores bordearon el río que atraviesa Kössen con una sesión en la que cada uno de ellos llevaba encima un pulsómetro en el pecho para captar las pulsaciones del corazón. No podían bajar ni subir de un número determinado, dependiendo de las características de cada futbolista.

Al terminar la intensa sesión, algunos rojillos no dudaron a la hora de refrescarse en las gélidas aguas del río. La temperatura -superior a los veinte grados- invitaba a ello. Posteriormente descansaron hasta las seis de la tarde cuando se ejercitaron sobre el tupido césped del Sportscenter de Kössen. El balón fue el protagonista ya que Manzano diseñó una sesión plagada de jugadas al primer toque y de presión por todo el campo. Los porteros entrenaron aparte.