Sílvia Munt trae a Mallorca 'Els Buonaparte': «El poder de turno siempre ha tergiversado el relato»

La conocida directora y actriz subirá a escena la obra cómica el 3 de marzo en el Teatre Principal d’Inca

Napoleón y su hermano, José I, se muestran en paños menores, tanto literal como emocionalmente

La directora de la obra de teatro 'Els Buonaparte', Sílvia Munt

La directora de la obra de teatro 'Els Buonaparte', Sílvia Munt / Sílvia Poch

Raquel Galán

Raquel Galán

¿Napoleón en calzoncillos gana o pierde?

Desde el punto de vista erótico festivo, hay opiniones variadas. Ya en serio, desnudándoles a él y su hermano, José I, quitándoles el uniforme que hace invisible lo que tienen dentro, desaparece el mito, el protocolo. En calzoncillos o braguitas todos somos niños con un envoltorio más o menos envejecido. Con el peligro que conlleva que ellos son niños muy espabilados. Ahondamos de este modo en el ideario de Napoleón, con un punto visionario, y en el de ese gran desconocido que es José Bonaparte. Lo ambientamos en la noche en que los hermanos se encuentran en Vitoria durante la huida de España de José, algo que realmente ocurrió, cuando en parte se decidió el destino de este país. Allí se enfrentan con toda la carga ideológica de cada uno, pero sobre todo con la carga familiar: traumas, envidias, vicios de comportamiento... esos tics que arrastramos desde niños y que son a veces tan peligrosos y necesarios, porque la familia es donde crecemos y nos formamos. Además, eran dos hermanos muy mediterráneos, muy italianos, en el sentido del poder casi mafioso en el que la familia es lo primero.

¿Quiso meterles en la bañera para mostrar su vulnerabilidad?

Así es. A Napoleón le calmaba mucho meterse en una bañera caliente, ya que oxigena, hace que circule la sangre y apacigua el estrés. Como era algo habitual, lo aprovechamos para meterlos a los dos en la bañera y hacerles más vulnerables en un momento de máximo contenido voltaico, porque tienen en sus manos más de la mitad del mundo y deben tomar decisiones tremendas.

Parten de un hecho histórico poco conocido. ¿Por qué no se ha abordado lo suficiente?

Porque el poder de turno ha tergiversado siempre el relato y en ese momento había un poder muy importante que quería que volviesen los Borbones porque el ideario de José I y la Revolución Francesa dañaba totalmente sus intereses. Traía libertad, escuelas públicas y un cambio radical, por lo que esos poderes se inventaron que este italiano afrancesado era un borracho incapaz, cuando en absoluto era verdad.

¿Nos hubiera ido mejor con José Bonaparte?

Era un hombre intelectual, muy culto, al que le gustaba leer, y menos dado a la guerra que su hermano, que también era muy culto y tenía una gran biblioteca. No tenemos una bola de cristal para saber qué hubiese ocurrido, pero humildemente creo que nos hubiera ido mejor, debido a que después tuvimos una retahíla de Borbones terriblemente ineptos, corruptos y un largo etcétera, hasta que los dejemos.

En la obra hay dardos a los Borbones. ¿Con un mensaje de actualidad?

El que quiera verlo, lo verá. Cada uno que entienda lo que quiera, pero si en parte del siglo XVIII, el XIX y el XX hemos visto que pasábamos de Guatemala a guatepeor, tenemos que intuir que la otra alternativa hubiese sido bastante mejor.

¿Por qué las trifulcas entre hermanos dan tanto juego?

Ha ocurrido siempre y todos los grandes dramaturgos, como Miller y Chéjov, han ahondado en el tema de la familia. Arrastramos para bien y para mal lo que somos a partir de lo que hemos tenido en nuestra familia. La relación de los hermanos Buonaparte ha sido una mezcla de respeto, envidia, amor y odio que sale a la luz al quitarse el uniforme y quedarse en calzoncillos. Es una maraña muy potente que hemos estirado hasta llegar a un punto farsesco, a veces patético, y ese es el tono de casi toda la comedia.

¿Gana el racional o el sensible y emocional?

No hay respuesta porque cada uno pensará lo que crea después de ver la obra. Muchos podemos entender la fortaleza de carácter y capacidad de lucha que tiene Napoleón, pero también es muy comprensible el espíritu un poco más temeroso y sosegado de José. Ahí estriba una de las grandes preguntas que nos hacemos de forma continua. ¿Hasta dónde podemos llegar para defender nuestro ideario?

Pau Roca (Napoleón), David Bagés (José I) y Oriol Guinart (Rustam)

Pau Roca (Napoleón), David Bagés (José I) y Oriol Guinart (Rustam) / Sílvia Poch

¿Qué representa Rustam, el mameluco de Napoleón?

Es el superviviente, el alma pragmática, el Sancho Panza de la obra. Tras la intensidad de los dos hombres potentes que están pasándose el mundo de una mano a otra, viene la realidad de Rustam, que los calma o les hace ver el contrapunto a la intensidad intelectual de los hermanos.

Al ser pareja del autor, Ramon Madaula, habrá sido inevitable llevarse el trabajo a casa.

Por eso intentamos que ocurra de forma esporádica. Además, los dos tenemos un fuerte carácter, aunque nos respetamos mucho y hay fair play, pese a que cuesta lo suyo. También influyen factores metidos en el ADN de hombres y mujeres y cuando tu mujer es la directora, cuesta superarlos. No diré nada más, jaja.

¿Volverá a la interpretación?

El gusanillo de la dirección, tanto teatral como en cine, me picó hace tanto tiempo que ya no podría volver a actuar. Lo hice por última vez con Leticia Dolera, porque me lo pidió, pero me he pasado definitivamente al otro lado. Te da libertad para escoger la mirada y poner el foco donde quieres, algo que para mí era muy necesario. Ya llevo 14 proyectos y no lo cambiaría.

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