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Damià Alou, profesor, crítico literario y traductor: «No creo en los escritores asépticos, todo el que escribe debe comprometerse con su tiempo»

«La Palma que conocí y viví de joven ya no volverá, así que la única manera que tenemos de hacerla presente es recuperarla a través de los recuerdos y, ahora en mi caso, de escritos»

Damià Alou en la Colònia de Sant Jordi.

Damià Alou en la Colònia de Sant Jordi. / PERE ESTELRICH

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Nació en Palma, pero vive en Barcelona desde hace más de 40 años. Es profesor universitario, crítico literario y traductor. Ha escrito obras de poesía, ensayo y ficción y acaba de publicar Cròniques de Palma, que ha editado Edicions 1984.

Muy bien lo de Cròniques de Palma, pero esta entrevista se realiza en un hotel de la Colònia de Sant Jordi.

Esto tiene una explicación. Yo nací en Palma, pero fui a estudiar y después a trabajar a Barcelona. Venía a Mallorca varias veces al año hasta que murió mi madre hace tres años. Desde entonces no tengo casa en la isla y cuando vengo estoy en casa de unos amigos o en algún hotel como este de la Colònia.

Inicialmente el libro debía ser Noms de Palma, pero muy acertadamente el editor cambió el título, que es mucho mejor. Pues en este libro hay eso, unas crónicas de Palma a modo de relatos cortos, muy al estilo de mis admirados Oneti o Henry James, salvando las distancias, naturalmente. Este formato me permite contar, ir al grano, ser intenso, dejando aparte los detalles, tantas veces innecesarios en un escrito literario.

Prefiere El dinosaurio de Monterroso a la Magdalena de Proust.

(Sonríe). Bueno, no es así realmente. Pero la verdad es que Cortázar también estaría entre mis modelos, o Kafka, pues en cuatro o cinco páginas te abren y te cierran una situación de manera excepcional. Pero sin despreciar para nada a Proust, que tiene momentos sublimes.

Si ha vivido mucho más tiempo en Barcelona, ¿no hubiera sido mejor redactar unas Crónicas catalanas?

(Sonríe). No, pues en ellas he puesto en marcha mi memoria sentimental, que mayoritariamente me lleva a Palma para rascar en el pasado emotivo, sentimental, a veces incluso lleno de mala leche. Y es que la Palma que conocí y viví de joven ya no volverá, así que la única manera que tenemos de hacerla presente es recuperarla a través de recuerdos y, ahora en mi caso, de escritos.

¿Por qué ahora este libro? ¿Intenta recuperar o redimir su pasado?

Mi intención no es la de pasar cuentas con el ayer, cosa que quizás haga en un próximo volumen. Pero en este no. Son cuatro ficciones sobre personas reales y en las que aparece, de forma latente, el amor. Historias de amor ambientadas en una época concreta. Incluso la historia en la que hay una escena de violencia de género es también una historia de amor. Y es que, en Mallorca, contrariamente a lo que sí pasaba en otros lugares, nunca fue bien visto que un hombre pegara a su mujer. Aquí no se aceptaba socialmente. Existen casos en los que los hijos se enfrentaron a su padre y lo echaron de casa para defender a su madre.

Personajes reales que viven situaciones imaginadas. ¿Sería ese el leit motiv del libro?

En cierto modo sí, pues las cuatro historias que forman el volumen están protagonizadas por personas que sí existieron realmente, nombradas explícitamente o no, pero reconocibles. Mi idea inicial era escribir elementos semiautobiográficos a través de cuatro historias.

Y en la primera nos encontramos con un fácilmente reconocible Llorenç Villalonga.

Sí, y en el segundo aparece mi abuela, otro gira en torno a Petrus, que tenía un gimnasio al que yo mismo asistí para aprender judo. Y termino con una especie de relato futurista ambientado en el 2036, un año al que nos estamos acercando. Todo junto configura parte de lo que ha sido mi vida en Palma.

Volvamos a ese imaginado Villalonga, que no aparece muy bien parado en su relato.

No me gusta la literatura de Villalonga, ni él como personaje. Decir esto sé que no caerá bien a según qué sectores que lo tienen como un gran escritor, pero yo pienso así. Siempre me ha parecido que su literatura era la de un costumbrismo de segunda división, más parecido al de las Escenas y tipos matritenses de Mesonero Romanos que a la buena literatura. Y esto sin entrar en su vida personal. En mi relato imagino un tal Llorenç que tiene un hermano, Miquel, falangista y que vive un momento sentimental muy fuerte que marcará toda su vida y que en la postguerra hace cosas, algunas indignas, para sobrevivir. Yo mismo traduje al español El cor del senglar, de Baltasar Porcel, un libro en el que el autor cuenta cómo en una reunión con Villalonga, Cela y alguno más, todos ironizaban entre ellos. Una reunión en la que había cierta maldad inocente en el ambiente.

Para usted esas comparaciones entre Villalonga y Lampedusa son inaceptables.

Tampoco soy muy fan de Lampedusa, he intentado varias veces la lectura de El Gatopardo y nunca he conseguido terminarla. Tampoco me gusta la película de Visconti. El mundo de la aristocracia decadente no me interesa en absoluto.

Así que en este y en los otros relatos toma partido.

No creo en los escritores asépticos, todo el que escribe debe comprometerse con su tiempo, aunque en este momento que vivimos es difícil estarlo, pues el mundo político está acabado y lo que vivimos es como un epílogo más o menos divertido. ¿Qué ideología podemos dar como buena? ¿La socialdemocracia? Pero si es una parodia de lo que fue.

Ahora bien, dicho esto, en mi caso no intento condenar, pues ¿quién soy yo para hacerlo? Muchas situaciones serían vistas con otros ojos si nos pusiéramos en la piel de los protagonistas. No es bueno escribir con rabia, de hacerlo entonces no se hace literatura, se redacta un panfleto. Henry James decía que hay que escribir contemplando todos los puntos de vista posibles. Pues eso. Incluso en este relato que estoy preparando, que será clarificador y básicamente autobiográfico, tampoco trataré los temas desde la rabia. Pondré algunos puntos sobre las íes, pero sin rabia.

Como traductor, ¿cómo entiende la conocida frase ‘Traduttore, traditore’?

No la comparto, pues en el fondo un traductor es un amigo, que hace que puedas llegar a una literatura que sería inalcanzable para los que no conocen el idioma original. A veces se critica a un traductor por un detalle poco significativo. Y eso está mal.

¿Cada época tiene su traducción de las obras clásicas?

Cada época lingüística, sí. La lengua es la misma pero las maneras son diferentes. Las traducciones de hace cincuenta años merecen ser revisadas. Holmes, Dickens, incluso Hemingway o Scott Fitzgerald se revisan, se traducen ahora de otra manera, pues en los años sesenta las condiciones para traducir eran muy precarias.

¿Qué le gustaría traducir y no lo ha hecho?

Sin duda la obra de John Done, el mejor poeta metafísico inglés del siglo XVI. Lo haré cuando me jubile. Como también me reservo a Emily Dickinson, a la que debes dedicar mucho tiempo para entenderla bien.

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