La prèvia
Un brindis al sol
El Teatre Principal de Palma presenta a partir de esta noche tres sesiones de uno de los títulos más emblemáticos de la historia de la ópera, ‘La Traviata’ de Giuseppe Verdi
Meses atrás y a partir de una producción de cámara que de La Traviata ofrecieron diferentes pueblos de Mallorca, unas cuantas personas pudimos participar en unos debates sobre un tema tan duro como es el de la prostitución. Pues de eso va la temática de la ópera más representada de Verdi, de la dureza que representa que mujeres son abocadas a vender su cuerpo para el placer de otros, sin consentimiento. Sí, en la prostitución no valen eufemismos ni tolerancias.
Pues bien, La Traviata pone sobre el escenario un tema tan duro y, en ocasiones, tan polémico como es el de la prostitución. Una de las taras del siglo XXI, vamos. En La Traviata hay obra de arte, pero también podemos entenderla como materia de reflexión.
Musicalmente, Verdi supo dotar al personaje de Violetta de una psicología intensa como pocas veces se ha visto sobre un escenario. La soprano debe pasar, durante las más de dos horas que dura el espectáculo, por diversas fases que van de la frivolidad a la agonía. Este es el gran reto que deben asumir las cantantes que se sumergen en ese papel: evolucionar con él. Pocos papeles en la historia de la ópera piden cambios tan trascendentes en tan poco tiempo. Violetta Valéry se transforma y acaba transformando a los demás. Alfredo del primer acto no es, ni de cerca el del tercero. Ni el Germont del segundo es el Germont del final.
Sin duda, la parte más conocida de ese título verdiano es la del brindis. Que en el fondo es un brindis al sol, pues el verdadero tema de la obra no se resuelve ni con esa escena ni con la muerte de la protagonista. Más allá del teatro, incluso cerca de él, a pocas calles, seguro que existen traviatas obligadas a serlo. Así que ese brindis no debe satisfacernos, más bien al contrario, debe hacernos reflexionar sobre el hecho de mirar hacia otro lado. La prostitución existe, aquí y ahora. Por desgracia. Y: ¿qué hacemos para abolirla?
Podemos y debemos amar la ópera de Verdi, pero también ese amor nos debe hacer pensar en el trasfondo, en la vigencia de un drama cotidiano, el de una mujer que se aparta de una vida propia para vivir la que quieren otros. Y también el de una doble moral, la nuestra, que critica, pero consiente.
Vayamos a ver y a escuchar esa Traviata que nos presenta el Teatre Principal de Palma, disfrutemos con la música de Verdi y con la escenografía. Pero hagamos que el espectáculo nos aporte algo más, que nos conmueva por dentro. Que nos lleve a decir: «¡Basta ya de hipocresía!».
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