­Viven en el límite (no confundir con vivir al límite, porque la suya no tiene por qué ser una vida de excesos). A caballo entre dos municipios. Con un pie en cada uno de ellos. Literalmente. No es metáfora. Dan un paso y ya están en otro pueblo. Sin necesidad de coger el coche o el transporte público. Su vida tiene un aire fronterizo, aunque ésta sea una frase que pueda parecer exagerada. Pero la verdad es que con sólo dar unos pocos pasos y cruzar la acera, muchas cosas cambian y eso tiene implicaciones en su vida cotidiana. A nivel de pagar impuestos y de utilización de infraestructuras sanitarias y educativas, por ejemplo.

Calvià / Palma

Si hay una pelea en medio de la calle, ¿a quién llamamos?

Es miércoles por la mañana y Raimundo Díaz y Alejandro Rivero mantienen una conversación en el quiosco de prensa que regenta el primero, en el límite entre los municipios de Palma y Calvià. En la esquina de una calle de nombre Calvià, precisamente.

Ellos están en la parte palmesana, aunque es difícil darse cuenta si uno no es de la zona, dada la continuidad de la trama urbana.

Únicamente, dos detalles revelan que se ha cambiado de municipio. Uno, a la altura de la calle Calvià, el Passeig Calvià, que une casi todos los núcleos del municipio, se interrumpe. Cambian el color del pavimento y el tipo de mobiliario urbano. Y, dos, un monolito situado en la acera marca que a un lado está Calvià y al otro, la capital palmesana. Para los que conocen esa zona, sin embargo, sí que hay otras diferencias sustanciales.

"Pongamos que yo aquí, en Palma, pago 400 euros de impuestos. En cambio, yo creo que si estuviese allí enfrente, igual pagaría 600", dice Díaz, que es residente en Sant Agustí y que menciona la fama de la presión impositiva del municipio de Ponent. "Sí, muy bien", le responde el calvianer Rivero. "Pero en Calvià tienes más servicios municipales. Más piscinas. Más instalaciones deportivas. Mejores ´escoletes", argumenta Rivero.

Raimundo Díaz reflexiona y le concede que en esa zona en la que están hasta hace unos años tenían el inconveniente de tener que desplazarse hasta el centro de Palma para ir a un Punto de Atención Continuada (PAC). Ahora lo tienen en Sant Agustí.

¿Y si se produce una pelea en medio de la calle Calvià, a qué Policía Local llaman?, se les pregunta. Díaz explica que él avisa a la de Palma, pero que, a veces, ha habido vecinos de la otra parte de la calle que han escuchado por la noche ruidos sospechosos en el quiosco y, entonces, han llamado a la de Calvià.

Paco, que trabaja de camarero en el restaurante El Rincón de Ginés, en la parte calvianera, reconoce que, en ocasiones, es un embrollo lo de llamar a un cuerpo policial o a otro.

"Los de Correos también a veces se hacen un buen lío", manifiesta Paco, antes de mostrar al visitante el monolito que, simbólicamente, marca el cambio de municipio en la calle Calvià.

A veces, lo de vivir en el límite tiene sus serios inconvenientes. A la hora de elegir centro educativo, por ejemplo. Lo ejemplifica la experiencia de Lidi, que trabaja en una tienda del lado palmesano. Ella explica que a pesar de que el instituto de secundaria que tiene más cerca es el de Bendinat –"Es que incluso podría ir andando", expone–, su hija se ve obligada a ir a uno de Palma porque están empadronados justo en el último número de la capital.

No todo son dificultades. Los hay que sacan provecho de esta situación ´fronteriza´. Así lo atestiguan Malte y su hermana Astrid, que regentan desde hace 14 meses el hostal La Mimosa, en la parte palmesana. Ellos no le ven ninguna pega a lo de vivir entre dos mundos. "Nos viene bien vivir en este límite", sonríe Malte. A continuación, explica por qué. Por un lado, dice, desde el punto de vista de la comercialización en el extranjero sacan partido de la marca turística ´Palma´. "Es que a la gente le suena más Palma que Calvià. Y, cuando buscan una reserva por internet, buscan el nombre de Palma", apunta.

Pero, por el otro, se benefician también de la cercanía con las playas de Calvià, a las que se puede ir prácticamente andando. "Además, aquí al lado hay una parada del autobús número 3 [de la Empresa Municipal de Transportes de Palma], y también de los buses amarillos [de Transabús]. Estamos bien conectados", argumenta Malte, quien acaba resaltando que la cercanía con el Passeig constituye un importante aliciente para atraer al turismo de senderismo.

Pasando al lado calvianer, uno se puede encontrar a Juan, que regenta un negocio justo delante del tramo final del Passeig. Cuando se le pregunta si siente algo especial por trabajar en el límite entre Palma y Calvià, se piensa la respuesta y acaba por responder: "La verdad es que estamos apartados tanto de Palma como de Calvià. De hecho, cuando en diciembre ponen la decoración navideña con el cartelito de ´Bienvenidos a Calvià´ no la ponen aquí, pese a que somos la entrada al municipio".

Juan destaca que en la parte de Calvià se nota que el servicio municipal de limpieza funciona como un reloj, al igual que la recogida de basuras.

Sóller / Fornalutx

Pocos metros de distancia, pero muchos euros de diferencia

Margalida Llobera es una de las pocas personas que vive en la ´frontera´ que separa las localidades de Sóller y de Fornalutx. La división de ambos núcleos viene marcada –en la zona de Biniaraix- por el camino de Cas Patró Lau. Esta barrera hace que en un lado de la calle se esté en Sóller mientras que en el otro se encuentre uno en el municipio vecino. Llobera reside en el lado fornalutxenc del camino.

En su caso, la expresión de "vivir con un pie en cada pueblo" adquiere un significado literal. Esta residente de Fornalutx, al salir a la calle, casi sin querer, ya se adentra en Sóller.

"Vivir en Fornalutx es todo un privilegio", manifiesta, a la vez que asevera que ser vecina de este pequeño pueblo "nos da algunas ventajas respecto a los de Sóller en cuanto al pago de los impuestos".

Y es que en Fornalutx se paga menos en conceptos tan variados como el servicio de agua potable, el alcantarillado, la recogida de basuras o el impuesto de circulación de los coches.

Por consiguiente, explica Margalida Llobera, "a nivel particular me es más beneficioso estar a este lado de la calle que no en el otro, porque pago menos impuestos", un hecho que a día de hoy tiene mayor importancia teniendo en cuenta que la última revisión catastral que se ha llevado a cabo en Sóller ha puesto por las nubes las viviendas que, como la suya, están situadas en suelo rústico. Esta vecina explica que en el caso de conectarse a la red de agua potable le correspondería hacerlo al sistema de Fornalutx, a pesar de que los depósitos reguladores de Sóller están a escasos metros de la finca en la que vive.

Como anécdotas producto de su experiencia de vivir justo en el límite entre las dos localidades, Llobera recuerda cómo en los años sesenta el párroco de Biniaraix solicitó autorización para que los vecinos de Cas Patró Lau del lado de Fornalutx pudieran hacer la primera comunión en la iglesia que tienen a menos de 300 metros. Al vivir en Fornalutx, les hubiera correspondido hacerlo en la parroquia de este municipio. "Esto fue gracias a la mediación del sacerdote Rafael Serra", recuerda Llobera. También en aquella época los chavales de Cas Patró Lau pudieron cursar sus estudios de primaria en las escuelas de niños y de niñas que había en Biniaraix dada su proximidad, y no en Fornalutx como hubiese tocado.

Pero hoy en día aquellas tribulaciones son cosa del pasado. "Actualmente, somos muy pocos vecinos los que vivimos aquí y no tenemos estos problemas", ya que "el hecho de vivir en un lado u otro de la calle únicamente se diferencia, porque unos pagamos menos impuestos que los de la acera de enfrente".

"Además, nosotros aquí somos un poco de ambos lados", recuerda Llobera, de quien se da la circunstancia que fue concejal en Sóller y, posteriormente, en Fornalutx.

Son Servera / Sant Llorenç

Las palmeras delimitan la ´frontera´ entre dos pueblos

Una acera con palmeras en pleno centro de Cala Millor separa los dos municipios en ambos lados, ocupados mayoritariamente por locales comerciales y establecimientos turísticos.

Esto tiene sus ventajas e inconvenientes. Sólo con cambiar de acera, el IBI resulta más caro para quienes viven en el lado de Son Servera que en el de Sant Llorenç, mientras que algunos servicios, como el centro de salud o la zona verde-deportiva de la Plaza Mallorca situada a pocos metros de la línea divisoria, están en Son Servera.

Este hecho es desconocido para muchos de los trabajadores de los locales comerciales de la calle Sol Naixent. Quienes sí la conocen bien son los propietarios de edificios o locales, que tienen que pagar los impuestos, ya que a un lado de calle resultan más baratos que en el otro.