La Serra de Tramuntana es un valor en alza, tal como demuestra su nombramiento como Patrimonio Mundial de la Unesco. Este paraje tan mediterráneo ha sido alabado hasta la saciedad por numerosos escritores y artistas, todos ellos embelesados por los atractivos de un pulmón verde aferrado al mar. "Éste es uno de aquellos paisajes que aplanan porque no nos dejan desear ni imaginar nada. Todo cuanto pueden soñar el pintor o el poeta lo ha creado la naturaleza en este lugar", narra George Sand, pareja de Frédéric Chopin, en Un invierno en Mallorca. Ella fue muy crítica con la isla y sus habitantes, aunque no pudo resistirse a piropear la Serra.

Desde el rey Jaume I hasta Miquel Costa i Llobera, DIARIO de MALLORCA propone un paseo por las montañas del noroeste de la isla a través de los textos. Prosa y poesía tanto de plumas de renombre como de turistas literatos.

Este viaje por las palabras, elaborado tras rebuscar entre estanterías de bibliotecas, no pretende ser un análisis literario, sino una modesta recopilación, siendo conscientes de la cantidad de autores importantes que quedarán por citar.

Arranca la excursión en el sur de la Tramuntana, en Andratx, la tierra de Baltasar Porcel. Él, durante su tierna infancia, lo describe como "un lloc que oferia moltes possibilitats per a uns infants carregats d´imaginació i d´il·lusió". "Convertíem un garrofer en un castell medieval o un ametller en un fort del llunyà Oest", añade.

Desde la costa de Andratx, que estimulaba la creatividad del joven escritor, asoma atenta la isla de sa Dragonera "com balena gegant", según Miquel dels Sants Oliver. Es un "islote rocoso, escarpado, en cuya cima se alza una farola", en palabras de Gaston Vuillier, pluma de origen rosellonés, en la obra Las islas olvidadas. La luz titilante del faro de na Pòpia –otrora el más alto de España antes de convertirse en un vestigio– se podía ver desde buena parte de la Serra, incluso alcanzaba hasta Banyalbufar.

"Damunt l´incommovible setial de les muntanyes,/ davant la mar serena d´immensos horitzons,/ hi ha les tomatigueres qui pengen per les canyes,/ hi ha els marges i les tanques d´amables divisions", dice Josep Carner para describir el municipio de Planícia.

Continúa la ruta en dirección septentrional con una parada obligada en Valldemossa. El pianista Frédéric Chopin y su pareja George Sand residieron en la Cartoixa de la villa, "de bello campanar de colores brillantes", indica Vuillier. Ambos tuvieron opiniones dispares sobre su estancia en la Tramuntana, pero en algún momento u otro alabaron los encantos del lugar.

"¿Me imaginas aquí entre el mar y las montañas, dentro de una enorme cartuja abandonada, en una celda con puertas tan anchas como las de una cocina parisina? (...) Impera una calma absoluta... Aunque gritaras con todas tus fuerzas, nadie te oiría", asegura el pianista polaco en una misiva. Su amada George Sand describía así la naturaleza salvaje del pueblo: "No hay nada tan bello como estos terrenos medio abandonados, que producen todo cuanto quieren y a los cuales nada les falta: árboles tortuosos, inclinados y desmesurados; zarzas espantosas, flores sorprendentes; tapices de césped y juncos".

También en el municipio valldemossí está el monasterio de Miramar, ubicado en la finca homónima, que era la residencia favorita del archiduque Luis Salvador de Austria. El poeta pollencí Miquel Costa i Llobera le dedicó una composición al cenobio con motivo de los 600 años de su fundación por parte de Ramon Llull: "Oh Miramar, benhages! Salut, font mallorquina,/ sagrari de l´Idea, castell de la Doctrina,/ alt trone d´aquell geni que un dia t´habità!.../ Ja mai ta noble terra trepig la raça humana/ sens recordar la vida, la glòria sobirana/ d´aquell qui te fundà!"

La inmensa huella de Deià

Siguiendo el camino por la Serra "imponente y pintoresca" –archiduque Luis Salvador dixit­–, la próxima destinación es Deià. Es la población más pequeña de la Tramuntana, pero una de las que más ha dado que hablar.

En los ojos de Joan Alcover, en su obra Cap al tard, la villa está marcada por su atmósfera íntima: "Baixa la pendent/ d´estret horitzó,/ mitja carreró/ i mitja torrent./ Cada casa sent/ pel seu pontarró/ passar la remor/ de l´aigua corrent./ El saltant eixorda,/ la figuera borda/ li dóna ombradís./ Crivell de la serra,/ dins un solc de terra/ tanca un paradís."

El erudito británico Robert Graves fue otro de los embriagados por Deià. Tal fue el flechazo –"lo recordaba como un lugar espectacular"– que decidió respirar el aire de la Serra hasta su último hálito. Para el inglés, él vivía en un pueblo de artistas y locos, o de ambos a la vez: "Algún gracioso dijo que el nombre de Deià viene de ´El pueblo ya pintado´, porque todos los pintores insistían en colocar su asiento y caballete siempre en el mismo lugar. Todos los veraneantes se marchaban un poco más chiflados que cuando llegaban".

De Bunyola merece la pena hacer referencia a una de las fincas históricas de la isla: Raixa. Esta posesión de origen árabe tiene unos preciosos jardines, de los que Vuillier destacaba que "un almez gigantesco cubre con su sombra el patio principal".

Prosigue el itinerario con rumbo a ese valle "dolcíssim amb els llimoners i tarongers dintre l´aire extàtic i els hortets minúsculs, tan calents i redossats, sobre els quals es posa una calma aturada i un llum de somni" (Josep Pla, en Les illes). Es el turno de Sóller, "la rica vall de Sóller, entre serrals estesa,/ on totes les vivendes tenen un hort al fons", narra Alcover.

El Port de Sóller lo describen con toda la precisión del Naturalismo algunos de los primeros turistas germanos, cuyo testimonio recopiló Germà García i Boned en Mallorca vista per viatgers alemanys. "El puerto ofrece una excelente oportunidad para bañarse, navegar a vela o hacer magníficas excursiones por aquella costa rocosa, empinada y rica en cambios y matices", explica Friedrich Christiansen, quien acto seguido hace referencia al Firó, la gran fiesta del pueblo, "una divertida mascarada con una batalla naval cómica, de las más alegres que se puedan llegar a imaginar en este paraíso".

La penúltima parada del viaje es en Escorca. Con sus casi 14 mil hectáreas, el municipio tiene mucho que descubrir. Los embalses de Cúber y es Gorg Blau, el torrente de Pareis, el Puig de Tossals Verds o la montaña más importante de Mallorca, esa que según el rey Jaume I, "mira cap a Catalunya": el Puig Major.

"Però, de sobte, un crit vola pels ecos de les altures de llevant. Oviren un llumenar... El Puig Major saluda. És l´estel de Mallorca", asevera Joan Alcover, observando su isla natal desde tierras catalanas. Y también es obligado hacer un alto en el camino en el enclave religioso por excelencia de la Serra: "La iglesia del Santuario de Lluc, de mármol negro, tiene un aspecto exterior muy descuidado, pero en el interior está muy bien conservada", explica otro de los viajeros alemanes, el doctor Hermann Alexander Pagenstecher.

Al final de este trayecto literario, 75 kilómetros después, tras cruzar Pollença, llega su cabo más emblemático, el de Formentor, con su famoso pino alabado por poetas como Vicente Aleixandre o Costa i Llobera: "Arbre sublim! Del geni n´és ell la viva imatge:/ domina les muntanyes i aguaita l´infinit;/ per ell la terra és dura, mes besa son ramatge/ el cel qui l´enamora, i té el llamp i l´oratge/ per glòria i per delit".

Además, de alabar las virtudes de la Serra de Tramuntana, la Unesco ha decidido preservar los encantos que tantos y tantos literatos describieron en sus obras. En su vertiente más crítica, Robert Graves asegura que "Mallorca es afortunada por su carencia de atracciones históricas explotables". Podría parecer que la afirmación del británico ha quedado obsoleta con el nuevo rango de la Serra, ¿pero se explotará a partir de ahora este emblema? ¿Será la Tramuntana el Magaluf verde? Graves opina que en Mallorca"el turismo masivo y el viajero individual no corren peligro de enredarse unos con otros". Pues que así sea.