Eran las 15 horas de un 25 de febrero de 1962. Juan March Ordinas, popularmente conocido como en Verga, viajaba acomodado en la parte trasera de su automóvil Cadillac, matrícula PM 14.441 con su ayuda de cámara Miquel Sagrera Maimó. El coche circulaba por la carretera de La Coruña, procedente de Madrid y en dirección a Torrelodones para visitar, como casi cada domingo, a su amigo y colaborador Antonio Rodríguez Sastre, secretario general de FECSA.

Momentos después, a la altura del kilómetro 20,980, el chófer, Antoni Salom, no pudo evitar ser embestido inesperadamente por otro automóvil. En el vehículo que provocó el impacto, un Chevrolet, viajaban el subdirector de Iberduero, Pedro Martínez Artola y su esposa, Aurelia Echevarría. Tanto el matrimonio como ambos conductores y Miquel Sagrera sufrieron heridas y contusiones leves, mientras que el financiero mallorquín resultó herido más grave.

Oficialmente, la colisión se debió a que el chófer de Martínez Artola, Antonio Rueda, derrapó al frenar en seco con el pavimento mojado al intentar evitar una colisión con la parte trasera de un utilitario que se detuvo casi de improviso. Cabe decir que según Miquel Monjo, biznieto de la hermana de March, Sagrera le reveló que el conductor del otro coche no había sido Rueda.

Días más tarde, a pesar de que los primeros partes médicos emitidos desde la Clínica de la Concepción de la capital de España sobre el estado de Juan March eran más bien optimistas, se produjo una recaída que agravó el estado del herido hasta el punto de que el fallecimiento parecía inminente, por lo que sus hijos Juan y Bartolomé March Servera optaron por el trasladó del financiero a su palacio de la calle de Núñez de Balboa.

Aunque March resistía, el 4 de marzo quisó confesar y comulgar. Testimonios de íntimos aseguran que después de recibir ambos sacramentos, exclamó: "He hecho el mejor negocio de mi vida". En la madrugada del 10 de marzo, ya instalado en su residencia madrileña, sufrió una crisis en su estado de salud que desembocó en su fallecimiento sobre las 5 horas del sábado 10 de marzo de 1962, a la edad de 81 años.

Cuerpo embalsamado

La noticia de su muerte conmociónó la vida española y tuvo una repercusión informativa en todo el mundo. Su cuerpo fue embalsamado, siendo el escultor Juan de Avalos, autor de la monumental cruz del Valle de los Caídos, el encargado de realizar su mascarilla. La capilla ardiente se instaló en su palacete, y ante su cadáver pasaron altas jerarquías del Estado, personalidades españolas y extranjeras, aunque Franco no acudió.

Después de una gran manifestación de duelo en Madrid, el féretro que contenía sus restos fue acompañado por su familia y transportado en un coche fúnebre hasta Valencia, donde embarcaría en la motonave Ciudad de Barcelona de la Tras. En el barco viajaban sus familiares, directivos de sus empresas y personal de su servicio, y en su salón principal se instaló un velatorio con el cuerpo del magnate. A primera hora de la mañana del 12 de marzo, después de atracar el barco, desembarcó el coche mortuorio en el muelle de Pelaires de Palma, ante una expectación general.

La capilla ardiente en Palma se instaló en su palacio anexo a La Almudaina. El obispo de Mallorca, Jesús Enciso, inició a las seis de la tarde de ese día con una misa de corpore insepulto unos solemnes funerales en la Seu, después de que el ataúd con los restos de Juan March llegara a la misma a hombros del personal de Banca March, los cuales habían relevado a sus hijos y nietos, quienes iniciaron la marcha desde del palacio.

Muchísima gente de Mallorca estuvo presente en el funeral, al que asistieron junto a la familia del fallecido representaciones oficiales de la nación y todas las autoridades isleñas. Varios coros interpretaron, bajo la dirección del reverendo Bernardo Juliá, la Misa de Réquiem de Perossi, con participación del barítono Francisco Bosch.

Finalizada la misa, tras un largo pésame multitudinario, el ataúd se trasladó en una carroza fúnebre situada a la salida del templo. La carroza iba flanqueada a lo largo del trayecto hasta el cementerio municipal de Palma, por empleados de los March con hachones encendidos.

Panteón de Gabriel Alomar

La presencia de público en el itinerario fue también notable. Ya dentro del camposanto, el carruaje mortuorio se detuvo ante la entrada del panteón familiar, diseñado por el arquitecto Gabriel Alomar y que destaca sobre el resto de tumbas del cementerio palmesano. Una vez en su interior, en el primer piso, el féretro con el cuerpo de uno los hombres más ricos y poderosos del mundo, fue colocado en uno de los dos sepulcros de piedra allí situados. En el otro se encontraban los restos de Leonor Servera, su mujer, enterrada cinco años antes.