Antonio, vecino de Artà relata su calvario: «A un hombre que sufre malos tratos de su mujer nadie le hace caso»

Antonio, de 43 años, vivió un infierno durante doce años, con numerosas agresiones y vejaciones por parte de su pareja

Cuando la denunció, se encontró con todo el sistema en contra y un guardia le llegó a llamar «calzonazos»

Antonio, el hombre que sufrió malos tratos de su mujer durante doce años.

Antonio, el hombre que sufrió malos tratos de su mujer durante doce años. / GUILLEM BOSCH

Xavier Peris

Xavier Peris

«Nos conocimos porque trabajábamos juntos en un bar de Sant Llorenç, y al cabo de un par de meses empezamos una relación. Era 2009, y en febrero me dio la primera bofetada. Yo no entendía nada, quedé bloqueado, pensaba que algo había hecho mal». Antonio, vecino de Artà de 43 años, relata así el principio de su calvario. A lo largo de más de una década sufrió malos tratos físicos y psicológicos por parte de su mujer, una británica que ha sido finalmente condenada a dos años y dos meses de prisión. La sentencia considera probado que la mujer «sometió a su pareja a un continuo trato gravemente humillante y vejatorio» y convirtió su relación en una «tiranía familiar».

Tras la condena, Antonio se ha decidido a relatar su experiencia como hombre maltratado. Admite que representa a un porcentaje mínimo de la población, pero que existe, y que tienen que bregar con la incomprensión y el recelo de las instituciones. «Cuando fui a presentar la primera denuncia por agresión, el guardia civil que me atendió me miró con desprecio y me dijo que era un calzonazos».

Antonio explica que cuando empezaron a vivir juntos, cada uno tenían un hijo de una pareja anterior. En 2010 nació su hijo en común. «Todas las discusiones venían por la relación que yo tenía con mi hija mayor. Aunque la niña vivía con mi exmujer, yo la tenía los fines de semana alternos. Mi pareja se enfadaba, decía que era mi favorita y que la quería más que a su hija, aunque yo también me llevaba bien con ella».

La relación con su pareja se deterioró especialmente a los tres años. «Yo intentaba no discutir, siempre le daba la razón, siempre le pedía perdón cuando se enfadaba. Mi primer matrimonio había acabado mal y no quería que volviera a pasar. Además yo la quería mucho, de verdad. Creo que mi mujer se dio cuenta de que tenía el poder, que podía hacer conmigo lo que quisiera.».

Durante esa época los desprecios eran constantes. «Me decía que estaba gordo, que no valía para nada, y que si ella me dejaba nadie me iba a querer. Al final te lo crees, pierdes la autoestima. También hizo que me alejara de mi familia y amigos. Solo vivía para ella, y me aislé. Mi vida se limitaba al trabajo y a casa».

Puñetazos y arañazos

La cosa empeoró cuando tuvieron un segundo hijo. «Los tres últimos años fueron los peores. Con dos niños en casa me tenía cogido todavía más. Ella sabía que no me iba a ir». Antonio cuenta que a los insultos y menosprecios se unieron las agresiones físicas. «Me daba puñetazos, me arañaba y me escupía en la cara. Me llamaba hijo de puta, subnormal y decía que le daba asco. Y cada vez que ella me pegaba me desafiaba, me decía pégame y te denuncio, acabarás en la cárcel. Pero yo lo aguantaba todo, solo me preocupaba porque los niños no lo vieran».

El control era absoluto. «Si durante el día me llamaba al teléfono tenía que contestar inmediatamente. Si no, me enviaba constantes mensajes con insultos y amenazas».

«En una ocasión me agredió en el garaje de la casa, justo cuando entraba uno de mis trabajadores. Yo tenía sangre en la nariz, arañazos y la camisa rota, pero le pedí a este hombre que no dijera nada. Me daba mucha vergüenza que me hubiera visto así. Otra vez se enfadó conmigo mientras estábamos comiendo, me tiró un vaso de agua por encima, delante de los niños, pero yo traté de hacer como si nada. Me seguí comiendo los espaguetis llenos de agua mientras decía: ¡qué buenos, con esta salsa!».

«Durante años cedí y cedí. Era la única forma de tener tranquilidad. Pero en 2019, cuando mi mujer se enfadó con nuestro hijo mayor, él, que tenía nueve años, se enfrentó a ella. Yo le dije que no hablara así a su madre y él me contestó: si no plantas cara a la mamá te va a tratar mal toda la vida. En otra ocasión me preguntó: ¿Por qué no os separáis? Yo le dije que aguantaba por ellos, pero me contestó: te equivocas».

A esas alturas Antonio ya estaba rumiando la decisión de separarse, pero el punto de inflexión llegó en enero de 2021. «Yo estaba durmiendo y me despertó a golpes. Al principio pensé que estaba enfadada porque roncaba y me fui a ir a dormir al sofá, pero ella me dijo que no, que me fuera de casa. Me echó y tiró toda mi ropa por la ventana. Entonces me decidí a denunciar. Recogí la puerta y me fui al cuartel de la Guardia Civil de Artà, pero no me trataron bien. El guardia que me atendió me dijo que era un calzonazos, pero me derivaron al PAC y me hicieron un parte de lesiones. Yo tenía la cara ensangrentada por los golpes y arañazos. Y este parte fue el que me permitió demostrar que había sufrido una agresión. Al día siguiente busqué un abogado y un psicólogo, porque estaba mentalmente hundido».

Juicio y condena

Esta ayuda profesional le permitió salir de la espiral de dependencia. Le recomendaron que volviera a su casa, para que la mujer no le denunciara por abandono, pero al mes pidió la separación y denunció a la mujer por malos tratos físicos y psicológicos. Finalmente Antonio se marchó de casa y a los dos días, la mujer le denunció por malos tratos. En los meses siguientes llegó a presentar hasta treinta denuncias contra él, por abandono del hogar, impago de pensiones, acoso y maltrato. Antonio llegó a ser detenido y se le impuso una orden de alejamiento, por lo que no pudo ver a sus hijos durante cuatro meses. Todas las denuncias contra él han sido archivadas.

Al mismo tiempo, avanzaba el proceso contra la mujer por las agresiones. Fue finalmente juzgada y en diciembre del año pasado condenada a dos años y dos meses de prisión. La sentencia considera probado que la mujer impuso una situación de «tiranía familiar» a lo largo de una década, y que, «con la intención de quebrantar la salud física y mental» de su marido, le sometió a un «continuo trato gravemente vejatorio y humillante, con insultos y agresiones físicas».

Pese a la sentencia, los niños siguen con su madre y viven con ella y su actual novio en Manacor, «aunque me dicen que quieren venir conmigo, porque les maltrata. Además se les ve mal cuidados. Han cambiado cuatro veces de domicilio desde que nos separamos, y el novio de ella es agresivo, pero ella le apoya», prosigue Antonio. «Yo estoy batallando ahora para tener la custodia. No quiero impedir que vean a su madre, pero quiero que estén bien atendidos. Los niños llevan sufriendo malos tratos físicos y psicológicos desde que me separé, y el mayor lo ha declarado así varias veces en el juzgado».

Antonio se muestra muy crítico con la situación que ha vivido: «A un hombre que sufre malos tratos de su mujer no le escucha nadie, pero a los niños tampoco. En cambio, una mujer con una denuncia falsa se puede aprovechar del sistema, tiene todos los recursos a su favor. Cuando ella me denunció todos creían que teníamos una guerra entre nosotros, pero yo no tengo ninguna guerra, solo digo la verdad».

En estos momentos Antonio tiene a sus hijos dos días a la semana y fines de semana alternos. «Ellos me insisten en que quieren estar conmigo, pero yo tengo que cumplirlo todo escrupulosamente para que mi exmujer no me pueda denunciar. A día de hoy no me importaría que ella me siguiera maltratando si pudiera evitar el sufrimiento de mis hijos. Mi exmujer no quiere a los niños, solo quiere el dinero de la pensión, pero yo estoy dispuesto a pagarle para tenerlos».

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