En la Universitat Oberta per a Majors este año se ha hablado de brujería, aunque más bien de hechicería y de la obsesión de la Inquisición durante los siglos XVI y XVII por condenar cualquier actitud fuera de lo normal, comportamientos que con la perspectiva de los siglos se interpretan hoy día como enfermedades mentales, intoxicaciones alimentarias o simplemente libertad sexual.

Antoni Picazo, profesor asociado de la UIB en Historia Moderna, ha sido el responsable de plantear este tema a los alumnos, algunos de los cuales, por su edad, han llegado a conocer rituales sanadores y el mal de ojo como una creencia extendida en sus pueblos.

Y es que, siglos atrás, ir al médico no estaba al alcance de todos. Por esa razón, eran muy habituales los rituales para sanar. "Aún hoy perduran rituales mágicos, como la curación de las hernias en los niños", apunta Picazo. Según comenta, la relación de Mallorca con la brujería se limita a pocos casos, y casi siempre tenía por protagonista, o más bien víctima, a una mujer, sexualmente activa e independiente económicamente. En muchas ocasiones eran viudas que para sobrevivir se dedicaban a hacer hechizos para otros.

Margalida Perera

Esta mujer vivía junto al Temple, en Palma, y era fetillera (hechicera), por lo que suscitaba temor entre sus vecinos. Con uno de ellos se discutió una vez y a los pocos días el hombre cayó por las escaleras. Este hecho bastó para que Margalida Perera fuera procesada y condenada a sufrir cien latigazos y al destierro, comenta Picazo.

Siglos antes de la época barroca, estaba muy extendida la utilización de plantas y otros recursos naturales, el chamanismo. Era habitual que en cada pueblo hubiera una persona conocedora de remedios naturales, que vaticinara el mejor momento para sembrar, para cosechar... Con el tiempo, aun en la etapa precristiana, esta práctica fue evolucionando y mezclándose con la religión de carácter natural. En una tercera etapa, las zonas urbanas se cristianizaron rápidamente y el cristianismo absorbió fiestas y celebraciones paganas, hasta tal punto que en las colonias de América se solía aparecer la virgen en aquellos lugares donde los nativos celebraban sus rituales.

Mallorca, al igual que el resto de provincias donde había obispado, contó con su tribunal de la Inquisición. Pero realmente hubo pocos procesos por brujería. "En España, aunque se reconocía, eran muy escépticos. No hubo más de 100 procesos. En cambio, en Centroeuropa era más virulento, con 500.000 mujeres ejecutadas", explica el historiador. "En España eran más críticos, se tiene que distinguir entre hacer un pacto con el demonio y la hechicería, la utilización de recursos naturales, tanto para causar el bien como causar el mal, como hombres o mujeres casados, que tenían un amante y querían matar a su pareja".

Precisamente un triángulo amoroso fue el causante de uno de los procesos más sonados en Mallorca, según relata Antoni Picazo. El comendador de la orden de Sant Antoni tenía una amante que estaba casada con un botero. El comendador la convenció para que fuera a una hechicera y comprara veneno para el esposo.

Ni siquiera los monarcas se libraron de la brujería. Ahí está el caso de Carlos II el hechizado, porque sus numerosos problemas de salud se achacaban a un hechizo. Para tratarle se hizo llamar a un sacerdote de Asturias que como explicación a sus males afirmó que al rey, el último de la casa de los Austria, de pequeño le habían dado de comer cerebro de un ahorcado€ Hoy, la explicación a su deplorable estado de salud es la endogamia entre casas reales.

Los historiadores que han recabado información sobre la brujería en Mallorca suelen centrarse en la época barroca, cuando existían dos poderes que podían condenar y encarcelar por igual y que estaban representados en el virrey y en el Inquisidor. Según Bartomeu Prohens, "los dos poderes persiguieron el objetivo común de educar mediante el ejemplo. El reo se convertía en un testimonio de la sociedad, que de aquella manera se veía confirmada en sus creencias".

Conductas sexuales consideradas desviaciones, como la homosexualidad o la sodomía y enfermedades mentales eran objeto de proceso por parte de la Inquisición.

Caterina Floreta

Es uno de los casos más conocidos y de los que abunda más información. Sucedió en el siglo XVII. Floreta llegó de Cataluña a Mallorca porque había unos fenómenos inexplicables en una casa de Palma, aunque según Andreu Prohens, los motivos por los que se la hizo venir varían según la documentación consultada. La versión más probable habla de un tesoro enterrado en el huerto de la casa. A Floreta le contaron que una sobrina de la dueña de la casa había visto a un negrito en el huerto, y otras figuras que se aparecían de noche€ Se supone que Floreta podía hablar con los espíritus y que la propietaria, Antònia Ballester, participaba de esas conversaciones. "Dicho de otra manera, cuando Caterina Floreta tenía el ataque de histeria, Antònia hablaba con ella de los encantamientos de la casa. Las respuestas de los espíritus no eran sino el resultado de una conversación entre Floreta inconsciente y Antònia intentando reconstruir los hechos€ En resumen, un autoengaño de Antònia, basado en el error de no comprender las palabras de Floreta como expresión de un estado patológico, sino como manifestación de las potencias ocultas que habitaban en el lugar".

En este proceso acabaron implicadas muchas personas, incluidas dos primas de Ballester, y resultó muy confuso. La acusación contra Floreta se resume en "hacer ciertos encantamientos, hechizos e invocaciones de demonios para descubrir ciertos tesoros€". Floreta sabía que algo le pasaba, que había momentos en los que estaba fuera de ella misma y no podía explicar porqué rechazaba y escupía a la imagen de Cristo cuando se la acercaban para besarla, pero sus explicaciones no eran suficientes para los inquisidores. "Probablemente no pudieron entender el hecho de perder la conciencia y al mismo tiempo tener auténticos diálogos con gente, hablar con la voz de espíritus-demonios, escupir a un Santo Cristo€", interpreta Prohens. Bajo la amenaza de la tortura, Floreta acabó aceptando que su mal de espíritu era endemoniamiento. Como castigo, fue exhibida por toda la ciudad a lomos de un burro, le dieron 200 azotes y la desterraron de Mallorca.

La amenaza de la tortura fue decisiva en el desenlace de la historia de Floreta y en muchas otras. De hecho, Antoni Picazo considera especial el caso de las brujas de Salem, en Estados Unidos, ya que derivó de una confesión previa. A pesar de ser conocido como los juicios de Salem, las audiencias preliminares en 1692 se llevaron a cabo en diferentes. Más de 150 personas fueron detenidas y encarceladas, solo con acusaciones. El historiador mallorquín acepta la teoría de que las alucinaciones y delirios masivos se produjeron por intoxicación alimentaria, ya que el cereal tenía un hongo, el cornezuelo, principio activo del LSD, y en aquella época el pan de centeno era un alimento básico.

Aunque las Rondalles Mallorquines hablan de brujas, los estudiosos afirman que no eran tales, sino hechiceras. En la cultura mallorquina, realidad y leyenda se mezclan en muchísimas ocasiones hasta tal punto que todavía hoy perduran nombres de lugares relacionados con esas leyendas de brujas y buscadores de tesoros, también objeto de procesos de la Inquisición por recurrir a encantamientos para hallar la riqueza.