Fútbol. Copa del Rey.

El dolor de Abdón que entristece al mallorquinismo

El delantero de Artà se quedó sin jugar en la final de la Copa del Rey ante el Athletic, una decisión que molestó a los seguidores bermellones al no tener a su ídolo en el verde

Abdón, con lágrimas en los ojos, saluda a los aficionados del Mallorca desplazados al estadio de La Cartuja.

Abdón, con lágrimas en los ojos, saluda a los aficionados del Mallorca desplazados al estadio de La Cartuja. / Manu Mielniezuk

Miguel Chacártegui

Miguel Chacártegui

Las lágrimas de Abdón Prats al acabar la final de la Copa del Rey dolieron a todo el mallorquinismo. Más allá de la decepción de quedarse sin un título que habría sido histórico para el RCD Mallorca, el delantero de Artà fue una de las grandes ausencias en el campo. El que ha finalizado como pichichi de la competición copera, honor que compartirá para siempre con Villalibre (Athletic) y Douvikas (Celta), se quedó sin minutos. Una decisión que ofendió a los seguidores bermellones, que no entendieron el porqué del criterio de Javier Aguirre.

Abdón, el hombre de los grandes momentos, tendrá por siempre la espina clavada de no haber podido contribuir a ayudar al equipo desde el verde. A pesar de que no se le esperaba en el once titular, en el que el técnico mexicano optó por Muriqi y Larin, sí que se preveía verlo en acción durante la segunda mitad, fuese cual fuese el resultado.

Más allá de su calidad futbolística, la importancia del mallorquín en el equipo es incuestionable. Su veteranía en la plantilla –el que más temporadas acumula tras Raíllo– y su indudable conexión con la afición le convertían en un elemento diferencial. Pero el discurrir del partido fue lo que le privó de jugar.

En el inicio de la segunda parte, con el Mallorca venciendo por 0-1, el Athletic salió en tromba. Los de Ernesto Valverde detectaron perfectamente cómo hacer daño a la defensa y el gol, que llegó en el 49 por obra de Sancet, fue justo por lo que se estaba viendo en el campo.  

Las lesiones modificaron todo

Aguirre reaccionó a tiempo, viendo a su equipo al borde del K.O., quitando a Larin y Darder y metiendo a Antonio y Morlanes, buscando frenar la sangría, sacrificando así a jugar solo con un delantero, algo que le funcionó a costa de sacrificar el juego ofensivo. Abdón, a los pocos minutos, comenzó a calentar en la banda junto a compañeros como Mascarell o Nastasic. Su momento se acercaba en caso de ir a por el partido o si el Athletic se adelantaba. Pero lo que sucedió es que los problemas físicos aparecieron en escena y eso modificó por completo los planes del cuerpo técnico, afectando de lleno al artanenc. 

Abdón anima a la afición antes de la tanda de penaltis en la final de la Copa del Rey.

Abdón anima a la afición antes de la tanda de penaltis en la final de la Copa del Rey. / Manu Mielniezuk

Dani Rodríguez pidió el cambio, siendo Radonjic –otro partido más que discreto del extremo y ya se ha perdido la cuenta–. A partir de ahí, tocaba aguantar hasta la prórroga, el plan buscado por el Mallorca. En ese escenario, la figura de Abdón, además de su talento desde los once metros, podría haber sido el impulso necesario. Pero de nuevo las lesiones se interpusieron en su camino. Valjent y Copete tuvieron que pedir el cambio aquejados de problemas musculares. 

Una conversación fuera de la común

El ‘9’ bermellón llegó incluso a retirarse del calentamiento, pensando que ya no saldría. Pero regresó junto a Mascarell. A continuación, se vivió una escena atípica. Aguirre se marchó hasta la zona de calentamiento, muy alejada de su banquillo y del área técnica, para hablar al oído al delantero, explicándole la situación y dejándole caer que jugar ya sería complicado.

Tan solo quedaba un cambio y una ventana, por lo que la papeleta para el mexicano era complicada. Y más que lo fue cuando Lato se quedó cojo. En ese momento entró Van der Heyden, echando al traste todas las esperanzas de Abdón, que regresó con las manos cruzadas a la espalda a un ritmo lento, seguramente intentando comprender que ya no iba a jugar.

Ligeramente alicaído, tras la concentración a los penaltis se volvió a venir arriba, dirigiéndose a la afición y animándola de cara a lo que se venía. La derrota llegó y sus lágrimas fueron las del mallorquinismo. Las de una grada que no dudaron en corear su nombre y trasmitirle su cariño en una de las noches más complicadas de su carrera.