Opinión

Y Son Moix se convirtió en el ‘teatro de los sueños’

Los jugadores del Mallorca saludan a la afición tras su triunfo ante el Girona

Los jugadores del Mallorca saludan a la afición tras su triunfo ante el Girona

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Si fuésemos más instruidos, si leyéramos todo lo que leen mis amigos Matías Vallés, Ricard Cabot y Alejandro Vidal, incluso si fuésemos tanto al cine como van ellos, auténticos fans de Billy Wilder y compañía, reconoceríamos que todo lo que ocurrió el miércoles por la noche, el maravilloso, vibrante y casi irrepetible miércoles por la noche, en Son Moix, estaba escrito en los papeles, planificado en la mente de Javier Aguirre y, por descontado, anotado en la hoja de notas del móvil del magnate Andy Kohlberg, el dueño del Real Mallorca.

Si no lees, si solo te dedicas a ver fútbol y otros deportes, si te pierdes lecturas y películas pensando que puedes emitir un juicio solo con lo que has vivido, pegadito al deporte de élite, entonces te pueden pasar cosas como las vividas el miércoles: descubres que tu ‘Mallorqueta’, que aún está a 5 puntos del descenso (estaría bien, lo siento, no olvidar este dato y que tan solo ha ganado 3 partidos de 21), puede meterle un meneo de narices, espectacular, sencillamente prodigioso, al equipo de moda ¡que equipo de moda! ¡al líder! ¡al máximo goleador del campeonato! ¡al equipo más elogiado de la última década! y tumbarlo en el precioso césped de Son Moix para que el andaluz Munuera Montero grite la cuenta.

Todo esto ocurrió sin Rajkovic, Maffeo, Darder y Muriqi, impensable para los bobos. Más aún, con dos auténticos delanteros, cosa que hasta sorprendió a Miguel Ángel Sánchez ‘Michel’, cuya pizarra destrozó el ‘Vasco’ el día que Son Moix se convirtió en el ‘teatro de los sueños’.

Siempre después de una victoria nos enteramos de que, en la preparación de ese partido, de esa final, hubo un akelarre previo, en el hotel de concentración, en el autobús, en el vestuario, después de la charla del mister, tras el último grito del capitán. Me creo si me cuentan que lo último que vieron los jugadores del Mallorca antes de saltar al campo fue un video resumen de ‘Gladiator’ y al ‘Vasco’ gritándoles “¡Fuerza y honor! ¡cuando dé una señal, ira y fuego, que se desate el infierno! Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”.

Hay que leer, amigos, hay que ir al cine, queridos, es la única forma de entender la parsimonia, el empaque, la seguridad, la flema y el aguante de Aguirre, su convencimiento en que una noche de esas, que muchos pronosticaron horrible, acabaría tomándose “un whiskyto, con dos hielitos, en el sofá de su casa”, animando a su hijo que perdió al perro de su vida ese día y mirando a su amada esposa, susurrándole, sin maldad pero con cierta sorna, “y me querían despedir”.

Hay que leer, amigos, y recordar que Kohlberg, que sufre como pocos las dos horas de partido, le dijo a Matías que, de ninguna manera, debe cambiarse a un entrenador por dos o tres derrotas. “No hemos tenido la mejor primera vuelta, obviamente, pero estamos jugando mejor y me siento muy confortable con la dirección de los jugadores. Hemos tenido mala suerte y malos partidos, pero marchamos en la buena dirección. Estoy seguro de que, a partir de ahora, jugaremos mejor”.

Y llegados a este punto, deberíamos recordar que, por excepcional, por único, por ser (casi) “lo nunca visto”, lo ocurrido el miércoles en Son Moix deja en el aire la pregunta que nos hacíamos todos: ¿por qué no juegan siempre así? La cuestión, evidentemente, no tiene respuesta. Es más, ni siquiera ‘el vasco’ tiene explicación para esa pregunta, por más vueltas que le dé a su magnífico vaso de whisky. De la misma manera que no la tenía o no la dio para los 11 empates y 7 derrotas en LaLiga.

Eso sí, él jamás ha estado en puestos de descenso. Cierto. Tan cierto como que Kohlberg jamás pensó en despedirlo. “La estabilidad es lo que define a los clubs punteros”, le dijo el amo a Matías. “San Antonio Spurs y Miami Heat, o los Patriots de la NFL, no han cambiado de entrenador en dos décadas”.

Largo nos lo fía señor Kohlberg. Esto es España. Esto es fútbol. Esto es ganar. De jugar bien, jamás hemos hablado. Como tampoco de despedir a Aguirre, aunque él siga pensando que hay preguntas que huelen mal.

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