Fútbol

Fiesta grande con regusto amargo en Son Moix

El Mallorca no pasa del empate a un gol ante el Celta en la jornada de celebración de la inauguración del reformado Son Moix

Aspas adelantó a los gallegos a los nueve minutos y Larin igualó antes del descanso

El equipo de Aguirre mereció mucho más en la segunda parte, con claras ocasiones de gol

Ricard Cabot

Ricard Cabot

En los prolegómenos no faltó de nada. Baile, orquesta, coros, dimonis e himno del Mallorca. Durante el partido se echó de menos goles para celebrar una victoria de los de Aguirre que hubiera estado acorde con las celebraciones por la inauguración de la reforma del estadio. Pero se juntó la desesperante espesura de la primera parte y la falta de puntería de la segunda. Al final, un empate que no deja satisfecho a nadie, sobre todo a los locales, que han desperdiciado una inmejorable ocasión de abrir hueco con el Celta y con las plazas de descenso. Sigue tocando sufrir.

Si algo quedó claro en el partido de ayer es que al Mallorca le cuesta un mundo superar en el marcador a sus rivales. De ahí que no extrañe que solo sume tres victorias en veinte partidos, una cada dos meses. Las intenciones son buenas, el equipo ha mejorado en la posesión del balón y en el ‘tempo’ del partido, pero le falta punch, mucho punch, y eso en Primera se paga muy caro. El mejor ejemplo es Larin. El canadiense, que marcó su segundo gol de la temporada en Liga, genera y se crea ocasiones, pero por el motivo que sea no acaba de ser diferencial. Unas veces por su falta de puntería -en el minuto 22 remató alto tras una gran jugada de Lato, con todo a favor- y otras porque el portero, ayer Guaita, le adivinó sus intenciones con dos grandes paradas en los minutos 70 y 74. Una lástima porque una victoria rojilla no hubiera sido para nada injusta ante un rival que, tras su rápido gol, pensó más en conservar su mínima ventaja que en ampliarla. El gol, que nació de un error de Maffeo, espabiló a los de Aguirre, aunque solo fuera en actitud. El equipo, tal vez influenciado por los festejos previos al partido, entró dormido, con una pájara que pagó muy caro. 

El Mallorca se hizo dueño del balón, aunque no llegaba con peligro ante un rival que se sentía muy cómodo, el primero Guaita, un mero espectador. Hasta que llegó el gol de Larin a tres minutos para el descanso. La jugada, prácticamente la primera trenzada de los locales en todo el primer tiempo, la inició Morlanes con un pase en profundidad a Gio quien, en posición de extremo, puso un balón franco al canadiense para empatar el partido.

Se esperaba una avalancha rojilla tras el descanso. Pero todo se quedó en el intento. Y en tres únicas ocasiones, eso sí, muy claras, todas protagonizadas por un Larin al que le faltó fortuna. Poco se le puede recriminar en las dos que tuvo en el intervalo de cuatro minutos, respondidas muy bien por el guardameta del Celta. 

Aguirre movió el banquillo y, primero, dio entrada a Sergi Darder a falta de media hora. Cinco minutos después fueron Mascarell y Abdón. Pero nada cambió. Los cambios no fueron un revulsivo. Darder está como apático, como si le costara asumir su suplencia cuando llegaba para ser el líder del equipo. Aguirre ha apostado por la consistencia en el centro del campo, con Morlanes, Samú, Antonio y Dani, en lugar de la creatividad del artanenc, aunque se haya visto a cuentagotas hasta el momento.

Y se llegó al final con reparto de puntos, que deja todo igual, lo que está lejos de ser una buena noticia. La mejoría parece que ha llegado para quedarse, pero falta lo más importante, las victorias. Hará falta mucha paciencia.

Posdata: en 1999, quien suscribe se despedía del añorado estadio Lluís Sitjar con una victoria del Mallorca sobre el Celta. Veinticinco años después, me despido profesionalmente ante el mismo rival en la inauguración del reformado estadio de Son Moix. El círculo se cierra. Definitivamente.