Opinión

La expulsión de Mascarell en el Betis-RCD Mallorca: Tres días después, dicen que fue una injusticia, ¿Y ahora qué hacemos?, por Emilio Pérez de Rozas

Ortiz Arias nuestra a Mascarell la controvertida segunda tarjeta amarilla ante el Betis.

Ortiz Arias nuestra a Mascarell la controvertida segunda tarjeta amarilla ante el Betis. / Efe

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Hay muchas maneras, hasta demasiadas, de plantearse la vida, la familiar, la profesional, la amistosa, el día a día, los sueños, las ilusiones, alguna que otra esperanza.

Es posible, muy posible, hasta demasiado posible, que el fútbol, el deporte en general, sea considerado como un entretenimiento más, ni más ni menos, que nos alegra la vida. No siempre, por supuesto, a veces nos la entristece.

Es evidente, cristalino, que tienen razón aquellos que defienden, que defendemos, que nadie debe desesperarse, enfadarse, volverse loco y hasta ser maleducado, incorrecto, desproporcionado, porque su equipo pierda un partido, descienda o, peor aún, sí, peor, sea perjudicado por un árbitro, perdón, por dos, pues ahora está (o no está), el dichoso VAR, cuyas reglas de intervención y/o decisión y/o asesoramiento al árbitro de campo no están claras o, si lo están, son un timo porque no las entiende nadie.

Así pues, pongámonos, al menos yo, que encima llevo más de 50 años viviendo de esto, del deporte y del periodismo deportivo, en el lado más lúdico, más divertido, más de entretenimiento, más light de lo que significa y debe representar para nuestras vidas, para nuestro día a día, el deporte, aunque sea en su máxima expresión: LaLiga, claro.

Pero que nos pongamos en esa versión divertida, entretenida, del fútbol, más concretamente del deporte rey, no significa que no debamos defender y mucho, y bien, y fuerte, y con razón (o criticarlos, claro) a los profesionales que viven de y para el fútbol.

Cuando vives del fútbol, cuando mantienes a una familia con el fútbol, cuando es tu profesión, cuando muchos seguidores están pendientes de lo que le ocurre a tu querido club, por ejemplo, el Real Mallorca, te llama la atención, al menos a mí, que ocurran cosas tan incomprensibles (por solo citar un caso, un ejemplo), como las que le sucedieron a nuestro ‘Mallorqueta’, el pasado fin de semana, con repercusiones tremendamente injustas, en el inicio de esta semana.

Como aquí, en el Diario de Mallorca, jamás nos han dolido prendas, digamos, así, de entrada, que el conjunto rojillo está teniendo un arranque de temporada (bueno, ya hemos cumplido casi el primer tercio de campeonato) lamentable: 12 partidos, una sola victoria (y ramplona), 9 miserables puntos, a dos del descenso que marca el Celta, ¡otro que tal!, y sin fútbol, sin posibilidad, no ya de agradar, de prometer, de gustar, sino ni siquiera de ganar.

Dicho eso, que es mucho decir y podría silenciar parte de lo que usted leerá ahora, lo ocurrido en el Benito Villamarin es para echarse a llorar y, sobre todo, para que los profesionales del fútbol, del Mallorca, se indignen y pongan el grito en el cielo, ellos que, no como nosotros, se toman el fútbol como algo vital en sus vidas: como debe ser.

El pisotón

Una, tiene narices que se anulase el gol de Muriqi, pues no era fuera de juego. Tiene narices y, sí, eso afecta a los profesionales. Dos, tiene narices que, a mitad de partido, o ni eso, en el minuto 45, ese tal madrileño (no es peyorativo, por favor, simple matiz) Miguel Ángel Ortiz Arias, le muestre la segunda amarilla a Omar Mascarell por haber recibido, sí, sí, ¡por haber recibido!, un pisotón de Marc Roca.

¡Aaaaaaah!, amigos, y como es segunda amarilla, no entra el VAR cuando, precisamente, sería en las segundas amarillas, por la gravedad que representa quedarse con 10, a mitad de partido y de visitantes, cuando debería poder entrar el VAR. Pero no, el VAR no entra, aunque un árbitro VAR honesto (se vio a los 10 segundos que no era amarilla, que la falta la comete Roca), le hubiese podido avisar (no de forma oficial, pues está prohibido) a Ortiz Arias con un simpático “¡tío, que la estás cagando, que no es amarilla!”

Pero no, nos quedamos con 10. Bueno, se quedó el Mallorca, que yo lo veo todo desde la grada. Y, ahora viene lo peor, lo más triste, lamentable e injusto: va el Comité de Competición y, uno, dos, tres días después, decide que Ortiz Arias se ha equivocado ¡joder, pero si lo vimos todos a los 10 segundos de producirse la injusticia!, le quita la segunda amarilla a Omar Mascarell. Y aquí paz y, mañana, gloria.

No, perdón, no, esto no puede quedar así, esto no puede parecer el arreglo de un timo, de un robo, de una tremenda injusticia. ¿Y si al final descendemos por uno o dos puntos? ¿Quién le devuelve, ahora, la razón, la justicia, los 45 minutos más de Mascarell al Mallorca? Lo dijo el capitán Antonio Raíllo: «La expulsión de Omar determina mucho, mucho, el partido. Peor, aún, es incomprensible e injusta habiendo una herramienta que minimiza esos errores».

Vale, sí, hubiésemos perdido igual (o no, ¡caray!, o no), pero la expulsión es un escándalo. Bueno, igual que le ocurrió al Celta y al Granada, ¡Diooooos!, en esa misma jornada. Pero es que en el caso de nuestro ‘Mallorqueta’, encima, Carmen Pérez, Pablo Mayor y Fernando Sequeira, el trío que integra el Comité de Competición, le quitan, le borran, le perdonan esa segunda tarjeta a Mascarell.

¿Y el partido? ¿Y el resultado? ¿Qué hacemos ahora? Estupendo, tenemos razón, nos dan la razón, hemos perdido, pero seguimos con cara de tontos, de robados, sí, sí, ahora sí se puede hablar de robo, de robo confirmado ¡por el propio Comité! ¡Telita!

Repito, no digo (ni usted, querido lector) que el Mallorca hubiese ganado ese partido ¡ni siquiera empatado! Hablo de que no se puede arbitrar, juzgar con tanta frialdad, perdón, frivolidad: falta contra mi jugador, segunda amarilla, expulsión, me quedo con 10 durante 50 minutos, pierdo y, a los tres días, me dicen que ¡oooooooh, perdón!, lo siento, no fue pisotón, ni agresión, ni amarilla, usted fue víctima de un mal arbitraje, de la no intervención del VAR, pero no se preocupe, le quitamos la amarilla y listos. ¿Perdóóóón? ¿Listos, de qué? ¿Se está riendo usted en mi cara?

Y, acabamos, o no. El Real Mallorca protesta en tuiter en el descanso de ese encuentro. ¡Con razón! «Nos sentimos indefensos». Indefensos en el descanso, imagínense ayer cuando saben (bueno, todos lo sabíamos, insisto) que fue falta (y agresión) del futbolista del Betis. Y al comprobar que a Ortiz Arias, que cobró 4.000 euros por ese arbitraje, más 12.000 mensuales (seguimos en el ámbito profesional y no amistoso-familiar), no le pasa nada, no lo bajan, no, a Segunda División (como hicieron el otro día con el inglés Anthony Taylor, uno de los mejores de la Premier, por inventarse un penalti inexistente), sino que le permitirán seguir viviendo de esto.

Tirón de orejas a Aguirre

Decía que acababa, sí, acabo. Con un estirón de orejas al simpático, dicharachero, divertido y veterano Javier Aguirre (a él siempre le gusta fardar de que lleva más de tres décadas en esto del fútbol). Puede, ‘Vasco’, que tú jamás hayas criticado a los árbitros (bueno, te han expulsado ya tres veces en el Mallorca, algo les habrás dicho), porque, dices, que ellos no te critican a ti.

Punto uno: ellos no te critican porque ni siquiera les dejan hablar. Y, dos, perteneces al Real Mallorca, te paga el Real Mallorca, peleas por el Real Mallorca y la injusticia sufrida en Sevilla requería, como poco, tu intervención. Más o menos crítica, nadie te pedía que vomitases sobre Ortiz Arias, te pedíamos que nos sintiésemos representados (y molestos, y dolidos, y enfadados) por ti, tú que eres un hombre culto y sabrías cómo decir esas cosas. Fijo. Cuando le despidan, ‘mister’, igual se acuerda de Miguel Ángel, Carmen, Pablo y Fernando.  

Y, sí, como se ha demostrado, cometieron sobre nosotros la mayor injusticia del mundo, que es sentenciarte, tenerte unos días en el corredor de la muerte y, a las 72 horas, decir «queda usted libre, lo siento, nos equivocamos». No, perdón, se equivocaron y ¿ahora qué hacemos? Y Ortiz Arias se va de rositas. Y no cambiamos el criterio VAR para evitar otra injusticia así.

Y quién hablará de mí cuando esté muerto, es decir, repito, si el Mallorca desciende por uno, dos o tres puntos, ¿qué dirán Carmen Pérez, Pablo Mayor y Fernando Sequeira? Nada. En serio, una vergüenza. Pero es el pobre ‘Mallorqueta’. O el Celta. O el Granada. Mientras no le ocurra algo así al Real Madrid o al Barça, todo estará tranquilo. Y justificado.

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