Nunca es tarde si la dicha llega y aunque si es buena o no depende del criterio subjetivo, a veces interesado, de cada cual. Serra Ferrer puso fin a un retraso de varios meses para dar algunas de las explicaciones que quizás hubieran evitado infamias y acontecimientos posteriores.

Una vez más fue el de Sa Pobla quien respondió a la clamorosa y unánime demanda del mallorquinismo para que todos los consejeros, sin excepciones, abandonen Son Moix a la espera de una oportunidad más favorable para vender sus acciones de la SAD. Es el único que, pese a ostentar el mayor porcentaje de capital, ha tenido la sensibilidad de entonar el ´mea culpa´ en el capítulo que le corresponda y plegar velas.

También tuvo que hacerlo mucho antes, justo en el momento en el que el actual presidente para vergüenza propia y ajena, forzó la salida de profesionales y hombres de prestigio como Jaume Cladera y Miquel Coca. Nada menos que un empresario turístico de éxito y añorado conseller del sector más importante de nuestra economía, vilipendiado por cuatro advenedizos, igual que el abogado y profesor de la UIB.

Se entiende perfectamente que, por criticable que resulte, ninguna persona medianamente seria puede sentarse en el mismo Consejo de Administración del que han salido escandalizados otros profesionales como Julián Carnicero, José Carbonell y el propio Josep Pons, al que convendría informar correctamente de quiénes y por qué forzaron su cese.

Bueno, el puesto de asesino de ´Manolete´ ha quedado vacante, aunque no cabe la menor duda de que quienes permenecen inamovibles en sus sillas se ocuparán de que no sea así. Por la cuenta que les trae.